Mario Ghibellini

Gran revuelo ha causado esta semana la reaparición de ante la opinión pública. Después de una reunión con la bancada de su partido, la líder de Fuerza Popular se dejó ver en un video emplazando a la señora para que se olvidase de tanto triunfalismo y en el más breve plazo licenciara a cuatro integrantes de su Gabinete: (Salud), (Desarrollo Agrario y Riego), (Energía y Minas) y (Interior). Según dio a entender, el pobre desempeño de cada uno de ellos en su sector la habría inducido a adoptar una actitud diferente a la mostrada hasta ahora ante el actual gobierno. “Yo le dije a la presidenta cuando estuve con ella: ‘Cuente con nosotros para poder ayudar y resolver los problemas de todos los peruanos’”, recordó. Para luego añadir: “Pero es justamente pensando en todos los peruanos y en nombre de ellos que exigimos [...] que haga cambios de manera inmediata”. La intervención, en efecto, tenía algo de exhibición de colmillos y pronto las interpretaciones sobre las intenciones de la mandamás del conglomerado naranja tras ese gesto proliferaron en los corrillos políticos y las redacciones periodísticas.

–Haya o no haya–

Todas esas lecturas, sin embargo, coincidían en la finalidad electoral de su nueva postura. La opinión casi unánime era que había tratado de desmarcarse de una gestión impopular con miras a mantener sus opciones para el 2026 intactas. Eso, por supuesto, asumiendo que tales opciones existen.

Como es obvio, en su soflama ella no mencionó postulación presidencial alguna, pero sus mozos de estoques se apresuraron a anticipar que, haya o no haya, Keiko será.

Luis Galarreta, Hernando Guerra García y Miguel Torres cantaron sus glorias y la proclamaron la mejor candidata del fujimorismo, del espacio político que va del centro a la derecha y, en última instancia, del vasto universo, con lo que los afanes apenas ocultos del retorno mediático de la señora se hicieron transparentes.

Tres planchas quemadas consecutivas, no obstante, no son la mejor carta de presentación para una aspirante a la jefatura del Estado. Hasta en Fuerza Popular se dan cuenta de que necesitan crear la fantasía de que alguna novedad bulle dentro de la decana de las segundas vueltas para atraer, aunque sea por un instante, la atención de los votantes que le han sido esquivos hasta ahora. Y, como los publicistas saben, nada como inventarse un ingrediente exótico en una fórmula de siempre para encandilar a los distraídos y conseguir que, por curiosidad, compren el producto que durante años han dejado ahuesar en los estantes de los centros comerciales y bodegas.

Es con ese propósito que han surgido, por ejemplo, las pastas dentales con SMPF y “protección blanqueadora” o los detergentes con biolimón o puntitos azules. ¿Qué demonios son los puntitos azules? Nadie está muy seguro, pero en los comerciales en los que ese tipo de componentes mágicos se promueven asoma invariablemente un fulano en una bata blanca que quiere dar a entender que estamos ante un vocero autorizado de la ciencia y logra producir el espejismo deseado. No pasa mucho tiempo, sin embargo, antes de que los consumidores comprendan que están ante la misma pócima de toda la vida y vuelvan a dispensarle el trato que solían. Es decir, a ignorarla o a dejarla de lado para adquirir otra igualmente ineficaz, pero de reciente aparición en el mercado.

Sea como fuere, lo cierto es que también en la política estos supuestos añadidos revolucionarios a las recetas tradicionales constituyen un viejo truco. La propia Keiko ensayó la añagaza en sus dos anteriores campañas presidenciales. En la del 2016, con su famoso discurso de Harvard (en el que dio la impresión de haber tomado distancia de algunos de los atropellos más clamoroso del régimen de su padre), y en la del 2021, a través del reclutamiento de antiguos detractores suyos, como Hernando Guerra García y Fernando Rospigliosi, en su equipo de plan de gobierno. Pero la ficción le duró poco y esta vez no parece que el trance vaya a ser distinto.

¿Se ha pasado de pronto la líder del fujimorismo a la oposición jarocha a Dina Boluarte y su administración sonámbula? No lo creemos. Para empezar, un auténtico ejercicio opositor requiere de cierta resistencia de parte del gobernante ajochado para adquirir ribetes de verosimilitud, y, en solo tres días, la actual inquilina de Palacio pasó de decir que respetaba las críticas de “diversos sectores” a despachar sin anestesia a Rosa Gutiérrez del Ministerio de Salud. Es probable, además, que en los próximos días despida a otros miembros del Gabinete, y Keiko quede como una consejera antes que como una fustigadora de la agobiada mandataria.


–'Ananas comosus’–

Pero, más allá de eso, ocurre que una porción mayúscula de la ciudadanía –que comprende a bastante más que caviares y socialconfusos– ya la tiene catalogada como una ficha jugada y perdedora. Y, en esta pequeña columna, tenemos la impresión de que no habrá puntitos azules o biolimón que le permitan remontar esa adversa circunstancia, ni ahora ni dentro de tres años. El ingrediente secreto de su fórmula, en realidad, no tiene nada que ver con el limón, sino más bien con la piña.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es periodista

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