Herido, con una pierna amputada y con el nuevo rango de suboficial brigadier de la policía, la única razón por la que Agustín Soto quiso regresar al Alto Huallaga después del ataque fue encontrar la respuesta a su pregunta más íntima: ¿Por qué yo me salvé?
Agustín solo recuerda que esa tarde del 20 de diciembre del 2005 él iba en el asiento posterior de una camioneta policial que se dirigía de Tingo María a Aucayacu, cuando sonaron disparos, una explosión y gritos prolongados de los atacantes y de los atacados. Se asomó al asiento del chofer, que ya estaba muerto; quiso salir del vehículo, pero la pierna no le respondía.
Los minutos siguientes transcurrieron entre la inconsciencia y la fuerza de voluntad. Cuando despertó la primera vez, tenía a dos compañeros suyos encima, muertos. La segunda vez quiso coger el fusil, pero no podía pararse. La tercera vez que volvió en sí vio frente a sus ojos un arma y escuchó una voz: “Apura, ¡mátalo!”; luego otra voz: “No le disparen, déjenlo ahí”. Cuando volvió a abrir los ojos, había abejas a su alrededor, atraídas por la sangre. Cuando despertó del todo, ya en Lima, una pierna le había sido amputada. Pronto supo que sus ocho compañeros habían fallecido. Allí surgió la pregunta: ¿Por qué yo me salvé?
-Cronología trágica- Esa emboscada, perpetrada hace casi 10 años por una columna de Sendero Luminoso en el sector de Angasyacu, fue uno de los más graves crímenes cometidos por este grupo terrorista en el Alto Huallaga durante los últimos años.
Este territorio, que salió del estado de emergencia después de tres décadas de presencia muy activa de narcotraficantes y terroristas, guarda todavía historias que se mezclan no solo en el tiempo, sino también en el espacio: solo tres meses después del brutal ataque en Angasyacu, fue abatido a tiros Héctor Aponte ‘Clay’, un importante mando terrorista que organizó la emboscada. La distancia que separa a las cruces que colocaron al borde de la carretera con los nombres de los policías muertos y la cruz colocada sobre la tumba de ‘Clay’, en el cementerio de Aucayacu, es de apenas unos 10 kilómetros.
Pero habría un ataque más. Después de ‘Clay’, la policía encontró y abatió a Epifanio Espíritu ‘JL’, en noviembre del 2007; también murió Juan Laguna ‘Piero’, en mayo del 2008; ambos eran miembros del círculo más cercano de Florindo Flores ‘Artemio’, el cabecilla senderista en la zona. Tiempo después, en el 2010, moriría ‘Rubén’, otro terrorista buscado durante años, y sería capturado Edgar Mejía ‘Izula’, el más sanguinario del grupo.
Fue en medio de esta ofensiva de la policía cuando, en noviembre del 2008, se registraría el último crimen de Sendero Luminoso en esta región. Ocurrió en el sector Pumahuasi, en el kilómetro 17 de la carretera que une Tingo María y Pucallpa, un punto de fluido tráfico de combustible utilizado en la producción de cocaína. Este punto de la carretera está rodeado por pequeñas elevaciones boscosas, desde donde los terroristas lanzaron granadas y dispararon ráfagas de fusil a los cuatro vehículos que trasladaban a policías. Murieron cuatro y otros cinco resultaron heridos.
Poco después, una capilla de cemento en miniatura fue colocada en el mismo lugar de la emboscada como recuerdo de los efectivos caídos. Pero alguien la destruyó. Lo único que queda son ramos de flores ya muertas y bloques rotos y superpuestos. Allí antes se podían leer los nombres del suboficial de segunda Antonio Rojas y los suboficiales de tercera Mario Huamán, Pedro Arenas y Edson Navarro, los últimos policías que Sendero mató en el Alto Huallaga.
-Una región convulsa- En los 70 se decretó el estado de emergencia en el Huallaga. Durante el segundo gobierno de Belaunde fue levantado, pero fue instaurado otra vez debido al terrorismo.
El senderista ‘Artemio’ fue capturado en el 2012, con lo que descendió la violencia en la zona.
-Sendero asesinó a 16 policías en Uchiza entre 1987 y 1989- Uchiza, en los peores años de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, fue uno de los centros de la barbarie senderista.
El primer ataque a gran escala que sufrió este pueblo –centro de operaciones de ‘Vaticano’ y otros narcotraficantes de la época– se llevó a cabo el 31 de mayo de 1987, cuando unos 300 terroristas aparecieron en el centro de esta localidad y atacaron directamente la comisaría. Murieron seis policías. Antes de huir, los atacantes incendiaron el local, pero el fuego se esparció a la casa vecina y mató a cuatro integrantes de una familia.
-“Tomaron el pueblo”- Tiempo después, el 27 de marzo de 1989, un número similar de terroristas incursionó nuevamente en Uchiza. “Tomaron el pueblo, lo tenían controlado”, recuerda el periodista local Moisés Cotrina. Aquel día, después de cinco horas de enfrentamiento, 7 policías murieron y 14 resultaron heridos. Otros tres policías fueron llevados a la plaza principal y se exigió su rendición. Como se negaron, fueron ejecutados delante de la población.
*Esta crónica fue publicada originalmente el 12 de setiembre del 2015. Esta semana, 'Artemio' fue absuelto por Poder Judicial de las emboscadas a policías y militares en el Alto Huallaga. El procurador antiterrorismo, Milko Ruiz, calificó esta decisión como un "pésimo precedente". La fiscalía presentó un recurso de nulidad contra la absolución de 'Artemio', quien cumple cadena perpetua desde el año 2013 por terrorismo, narcotráfico y lavado de activos, así como al pago de S/500 millones como reparación civil.
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