La lucha contra el narcotráfico en el interior del país durante este año ha tenido varios giros, literales y metafóricos. El primer giro lo dio el piloto de un helicóptero de la Fuerza Aérea que trasladaba al presidente Ollanta Humala, luego de que este inaugurara dos puentes en Llochegua, una álgida localidad del Vraem. El piloto se desvió de su ruta para mostrarle al mandatario un conjunto desordenado de líneas que desde el cielo parecían cicatrices pero que, en realidad, eran pistas de aterrizaje para narcoavionetas.
Eso ocurrió el 7 de marzo. Desde aquel día, por órdenes directas de Humala, miles de militares y policías se dedicaron a destruir compulsivamente pistas clandestinas. En total han sido más de 200 (muchas de ellas reconstruidas, muchas de ellas otra vez destruidas). Como dice Gustavo Gorriti, periodista experto en el tema y que recientemente ha recorrido la zona, “es el primer caso, parece, en el que un puente aéreo se quiebra desde el suelo, sin utilizar ni un solo avión, negando aterrizaje a las narcoavionetas”. Esto reconfigura el paisaje y obliga a los traficantes a transportar la droga en la espalda de los ‘ cargachos’.
Por aire y por tierra
El giro de ese helicóptero provocó, además, otros giros en la lucha contra las drogas, pero estos sí metafóricos.
El 20 de agosto, el pleno del Congreso aprobó la Ley 2891, que faculta a la Fuerza Aérea a derribar avionetas que transporten drogas o armas. Desde mayo, cuando se instaló un radar en Madre de Dios, hasta los días en que se aprobó la ley, 175 narcoavionetas habían sido detectadas en la frontera entre el Perú y Bolivia.
Pero el año ya terminó y aún está pendiente el reglamento de la ley, pese a que el ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, dijo en noviembre que solo eso faltaba para comenzar a aplicar la norma. “Buscamos hacer más caro el delito”, dijo.
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