Pobreza
Pobreza
Jorge Falen

La pobreza en el Perú ha disminuido a un ritmo sostenido durante la última década. El porcentaje de peruanos cuyo gasto no alcanzaba para cubrir la canasta básica mensual bajó de 49,1% a 20,7% entre el 2006 y el 2016. Sin embargo, el 3,8% aún vive en pobreza extrema, según el informe “Evolución de la pobreza monetaria 2009-2016”, elaborado recientemente por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).


Este proceso presenta marcadas diferencias entre algunas regiones. Es el caso de Cajamarca, considerada la región más pobre por quinto año consecutivo, e Ica, la que registra los menores índices de pobreza. Según el INEI, entre el 45% y 51% de la población en Cajamarca es pobre, mientras que en Ica menos del 4% de personas vive en situación de pobreza.

Los contrastes son diversos y notorios: Cajamarca cuenta con cuatro distritos en la lista de los diez más pobres del país, mientras Ica tiene tres entre los diez menos pobres. Cajamarca es, desde el 2013, la región más pobre; en aquel mismo año, en cambio, Ica había logrado reducir su porcentaje de pobreza a un dígito.

–Cajamarca sin rescate–
La persistencia de la elevada pobreza y la pobreza extrema en Cajamarca está ligada al desempeño de la economía regional, que el año pasado registró su cuarto año de recesión consecutiva. En la última década, la región se expandió solo en 32%, cifra menor en 18 puntos porcentuales al promedio nacional (50%).

Carlos Mondragón, presidente de la Cámara de Comercio de Cajamarca, señala que la falta de inversión ha afectado la generación de empleo y la demanda interna en las ciudades. “Las actividades comerciales están sobreviviendo. Dependemos, básicamente, de la inversión pública”, dice Mondragón.

Por otro lado, en los últimos años Cajamarca ha ocupado el tercio inferior en la ejecución del gasto público. En el 2016, el gobierno regional ejecutó menos del 50% de su gasto de inversión, mientras que en las municipalidades fue del 68% en promedio.

El rezago también se evidencia en sus indicadores estructurales. Según el último Índice de Competitividad Regional (Incore), elaborado por el Instituto Peruano de Economía, esta ocupa el último tercio dentro de los seis indicadores evaluados: infraestructura, salud, entorno económico, educación, laboral e instituciones.

Frente a este escenario, el potencial económico regional recae en el sector minero, que actualmente concentra el 28% del PBI regional cajamarquino. El portafolio de inversiones en este rubro bordea los US$10.432 millones, el 22% del total nacional (US$46.996 millones). Entre los proyectos más importantes, figuran Minas Conga, Galeno, Michiquillay y La Granja.

Sin embargo, ninguno ha logrado cristalizarse debido en parte a la conflictividad social latente. “Mientras exista conflictividad social, será difícil que nuevos proyectos mineros se desarrollen”, dice Mondragón.

El clima político e institucional tampoco ha beneficiado a Cajamarca. Gregorio Santos forma parte de la larga lista de gobernadores con procesos judiciales pendientes. Santos, reelegido en el 2014, no pudo asumir el cargo por estar en prisión preventiva acusado de colusión y asociación ilícita. Fue liberado a mediados del 2016 tras permanecer 25 meses en la cárcel, pero su proceso continúa (por cierto, desde que dejó la prisión no ha solicitado sus credenciales de gobernador al Jurado Nacional de Elecciones).

Según explica el analista político José Carlos Requena, un cambio político importante percibido en los últimos años es el viraje del comportamiento del voto regional, cada vez más orientado hacia opciones de izquierda. “El electorado cajamarquino se va pareciendo más al del sur en el tipo de demandas y en las expectativas que suele manejar. Ha pasado de ser simpatizante del Apra y bastión fujimorista a tener posiciones más de izquierda”, apunta Requena.

–Ica: potencial exportador–

Ica, en contraste con Cajamarca, es un claro ejemplo de desarrollo descentralizado. Su PBI se expandió en un 73% entre el 2007 y el 2015, y es la tercera región con mayor crecimiento en ese período. Además, fue una de las que más redujeron la pobreza desde el 2004, hasta llegar a su nivel actual, inferior al 4% de la población, según el INEI.

El polo de desarrollo iqueño está concentrado en las exportaciones no tradicionales, específicamente en la agroindustria, donde tanto los montos de venta como las hectáreas cultivadas han registrado notables incrementos en los últimos 15 años. Las agroexportaciones pasaron de US$82 millones en el 2000 a más de US$890 millones en el 2016. Las hectáreas cultivadas aumentaron de 15 mil a más de 33 mil en el mismo lapso de tiempo. La oferta inicial de espárragos se expandió a otros productos de potencial demanda, como las uvas, las paltas y las mandarinas.

Los beneficios de la agroindustria tienen una conexión estrecha con la economía local. La Cámara de Comercio de Ica estima que dicha actividad emplea directamente al 25% de la población económicamente activa regional y, de manera indirecta, a la mitad de la fuerza laboral.

La principal fortaleza productiva de Ica alberga al mismo tiempo uno de los mayores obstáculos que limitaría el crecimiento futuro de la región: el estrés hídrico en las principales zonas exportadoras.

Pese a los efectos negativos de El Niño costero –Ica es la cuarta región más afectada a escala nacional–, los daños sobre los cultivos no han sido significativos. Ricardo Polis, presidente de la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú (AGAP), estima que la producción incluso aumentaría este año. Sin embargo, anota que el fenómeno climático ha impactado en la infraestructura para acceder a los fundos.

“El Niño costero golpeó Ica casi al final de la campaña de la uva, cuando la gran mayoría ya había cosechado gran parte de sus productos. En este momento estamos en plena campaña de mandarinas y paltas, que no han sido afectadas. Para este año estimamos un incremento de 5% en las exportaciones, con lo que llegarían a US$950 millones”, dice Polis.

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