Con sus 51 mil km2 de extensión, Costa Rica es apenas más grande que Lima. Unos 16.199 km2 más grande, para ser exactos. Sin embargo, lo que no tiene en tamaño lo posee en biodiversidad, pues –como ocurre con el Perú– encabeza la lista de países con la más variada flora y fauna del mundo, preservada en 162 áreas naturales protegidas públicas y 26 espacios privados de conservación.
Lamentablemente para nosotros, allí terminan las comparaciones auspiciosas, al menos en materia de conservación de bosques y desarrollo sostenible. Así lo manifestó Allan Flores, ex viceministro del Ambiente y ex ministro de Turismo de dicho país, quien durante el I Congreso del Turismo en Áreas Naturales Protegidas (ANP), realizado en Lima, dejó al auditorio perplejo al contar cómo el turismo se transformó hasta generar hoy el 23% de los ingresos que percibe el Tesoro costarricense cada año.
“Mientras que la conservación es un tópico muy importante para Costa Rica, de casi 100 años de tradición, el turismo sostenible es relativamente nuevo. Yo diría que nació, casi por azar, en 1977, cuando se dictó la Ley de Parques Nacionales. Se tuvo que trabajar mucho, a sangre y fuego, pero hallamos una fórmula más o menos estable basada en la calidad de servicios”, precisó a El Comercio tras su intervención en el citado congreso.
— Costa Rica pasó de recibir 2.000 turistas anuales en 1980 a 2,7 millones en el 2015. ¿A qué atribuye ese repunte?
A la consolidación de un modelo de negocios, del concepto de brindar no solo un paisaje paradisíaco, sino una experiencia satisfactoria. En nuestros países se tiene el prejuicio de que conservar es mantener un bosque intocable, cuando se trata de aprovecharnos del bosque para combatir la pobreza.
— ¿Podría explicar la relación conservación-menos pobreza? Ocurre que en el Perú hay congresistas que piensan que tenemos muchos parques nacionales o empresarios para los que no se puede priorizar el medio ambiente por encima de otras necesidades como salud o educación.
Esos alegatos se escucharán siempre. Lo importante no es confrontarlos, sino hallar la conexión entre desarrollo y protección. La conservación sí tiene espacio en modelos controlados donde ofrezcas hoteles 5 estrellas, pero según el espacio que tienes. En una selva no vas a poner un edificio de 400 habitaciones, por ejemplo, pero sí un albergue o un lodge. Se trata de explotar productos acordes con el entorno, como turismo de aventura, caminatas, ‘birdwatching’, camping. Para estas labores puedes y debes incorporar a la gente que vive en el área natural. Si la mantienes fuera, y esta población vive en condiciones de pobreza, es lógico que eventualmente se oponga e incursione ilegalmente en el área protegida, generando caza y tala furtivas.
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