Mayté Ciriaco Ruiz

En Perú, un total de 313.455 fueron atendidos a nivel nacional durante el 2021, lo que muestra un incremento de 12% de casos en relación a la etapa prepandemia.

Existen 64 medicamentos para tratar la depresión en el mundo. No obstante, en el mercado peruano están disponibles 16, que se pueden encontrar en el sector privado. De este grupo, el Ministerio de Salud (Minsa) apenas cubre 5, mientras que el Seguro Social de Salud (EsSalud) solo dos más. Una situación grave si se considera que entre el Minsa y EsSalud se atiende al 90% de la población.

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“No hay tratamiento suficiente para salud mental”, dice Javier Llamoza, químico farmacéutico e investigador de Gobierna Consultores, especializada en asesoramiento en salud, educación, trabajo y protección social. Según explica, esta situación se ha dado debido a que desde el 2018 no se ha actualizado el Petitorio Nacional Único de Medicamentos Esenciales (PNUME), encargado de cubrir fármacos para el 95% de enfermedades del Minsa.

Gasto de bolsillo

Llamoza, junto con Gobierna Consultores, ha realizado un estudio en el que estima que el gasto de bolsillo en el sector salud es de S/ 426. De esta cantidad, S/ 168,27 se gastan en medicamentos, lo que equivale a 5,4 días de trabajo con un sueldo mínimo del 2021. Sin embargo, los antidepresivos tienen un gasto mayor. Aquellos que son cubiertos por el estado oscilan entre los 0,5 y 10,9 días de trabajo; mientras que los que solo se venden en el sector privado valen entre 1,9 y 22,2 días de trabajo.

Es decir, una persona debe pagar por solo uno de ellos entre S/ 59 y S/ 692 al mes. Si se considera que en la mayoría de los casos se prescribe más de un medicamento, el gasto es mucho mayor. Incluso las personas que cuentan con seguro privado no tienen cubiertos estos medicamentos. La mayoría de aseguradoras no cubre trastornos de salud mental, pese a que la ley indica que deben hacerlo.

Si bien, los hospitales de alta complejidad, que solo se ubican en Lima, si pueden pedir medicamentos que se encuentren fuera del petitorio, la cobertura que tienen (como el Noguchi, Larco Herrera, Emilio Valdizan), es poca. La población que consigue atenderse en estos establecimientos es mínima en relación a la demanda que existe.

Riesgos

La doctora Sonia Zevallos, psiquiatra del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado - Hideyo Noguchi, explica que para la depresión moderada o severa es necesario dar medicación para que los niveles de neurotransmisores de serotonina incrementen y halla un mejor balance. “Así la persona se vuelve más permeable de recibir psicoterapia, lo ideal es que ambos vayan de la mano”.

Zevallos explica que si bien se desarrollaron estrategias para evitar que se detengan las atenciones en salud mental durante la pandemia, el acceso a los antidepresivos es reducido. Contamos con un número limitado de fármacos. No todos los medicamentos son efectivos en todas las personas y se corre el riesgo de que se abandone el tratamiento, asegura.

Cuando este se deja, la probabilidad de recaída (cuando la persona no termino de tratarse y vuelve nuevamente a tener depresión) o de recurrencia (cuando se ha superado un episodio, pero al cabo de unos meses o años vuelve a tener una crisis) es alta y se corre el riesgo de que la enfermedad empeore.

Las personas no suelen pedir ayuda por el estigma, pero también porque tienen miedo de no poder cubrir el tratamiento, dice Zevallos.

Pocos especialistas

Además del PNUME, tampoco se han actualizado las guías de práctica clínica. El Minsa cuenta con 503 psiquiatras a nivel nacional. 75% de ellos están concentrados en Lima y hay regiones como Huancavelica, Loreto, Piura y Puno que apenas cuentan con un especialista, mientras que Pasco no tiene ninguno en la región.

Según resalta el doctor Risof Solis, profesor de la Universidad San Martín de Porres, al no tener psiquiatras se capacita a médicos de familia o generales con las guías clínicas del 2008, por lo que es urgente actualizarlas.

Con los médicos que se tiene y un petitorio desactualizado, la situación es crítica. Una atención débil, un sistema de respuesta débil y la limitación de los medicamentos solo genera que los casos se agraven, advierte Solis, quien recalca que solo predomina la inequidad, considerando que las zonas más pobres son las que tienen menos psiquiatras, y son las que tendrán, probablemente, el tratamiento más desfasado.

El experto sostiene que se deben actualizar los tratamientos, fortalecer los recursos humanos en salud mental y brindar mayor integración a los centros comunitarios. “Son una buena experiencia pero les falta una mayor integración con la población y con los establecimientos de salud. Están limitados”, asegura.

Por último, Solis recomienda que se mejoren las estrategias de comunicación para brindar más información sobre salud mental y la importancia de cuidar de ella. “Es un derecho de todas las personas”, dice Solis.