"Pisar pelota", por José Carlos Requena
"Pisar pelota", por José Carlos Requena

JOSÉ CARLOS REQUENA

Analista político

El último miércoles, el presidente electo Pedro Pablo Kuczynski viajó a La Oroya, donde visitó las instalaciones del complejo minero y dialogó con los trabajadores. El viaje presenta algunas preguntas que pueden servir para hallar indicios de la gestión política que se verá en el siguiente quinquenio.

¿Viajó Kuczynski a La Oroya por razones de gratitud electoral, como se ha escuchado en su entorno? Con 42,5% de votos válidos, Yauli –la provincia cuya capital es La Oroya– significó una de las tres únicas victorias provinciales de  Kuczynski en la primera vuelta (las otras dos fueron Arequipa y Mariscal Nieto, en Moquegua). En el distrito de La Oroya, la victoria de Kuczynski no hubiera requerido una segunda vuelta: obtuvo 51,9%. Yauli tiene algo menos de 30 mil electores y poca facilidad de conectividad, ya que su principal acceso desde Lima es la congestionada Carretera Central. Vale preguntarse por qué, si el móvil era la gratitud, se visitó Yauli y no Arequipa, con varios vuelos comerciales diarios.

¿Ha sido, como han dicho algunos analistas, parte de una estrategia temprana de relacionamiento con el adverso Congreso fujimorista? De serlo, resulta un gesto innecesario. El pasado reciente ha mostrado cómo el Congreso suele ceder a las presiones sociales, manifestadas en grandes movilizaciones: la desactivación de la llamada ‘ley pulpín’, el debate en torno al lote 192 que levantó a Iquitos, o la cancelación del Decreto Legislativo 1198 (norma que promovía la participación privada en la gestión cultural) debido a la gran intranquilidad que motivó en Cusco, por nombrar solo los casos más notorios. El gobierno entrante no requiere soliviantar el ánimo de la población, que no dudará en bloquear carreteras o emprender marchas cuando lo considere necesario.

De haber buscado anticiparse a los hechos, ¿era necesario que el presidente en persona viajara? Su entorno, claramente, lo creyó apropiado. Pero implica al menos dos consideraciones que no deben perderse de vista. En primer lugar, al exponerlo a un caso concreto, desgasta la figura presidencial. Despierta, además, expectativas sobre el comportamiento del más alto funcionario del Estado en conflictos futuros. En segundo término, confirma una preocupante orfandad de operadores políticos, que ojalá se salde en las semanas venideras.

Anticiparse a los estallidos de los conflictos sociales o procurar prevenirlos son sin duda pasos adecuados. Pero para hacerlo se requiere pensar las acciones con menor ligereza. Sobre todo considerando la complejidad del caso que originó el viaje, muy bien graficados por Fernando Bravo en su libro “El pacto fáustico de La Oroya: el derecho a la contaminación ‘beneficiosa’” (PUCP, 2015). En vez de correr la cancha sin rumbo, Kuczynski debiera pisar la pelota: el partido recién empieza.

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