Mathías Panizo Arana

Para inicios de este año, la región de vivía el final de una preocupante sequía que puso en alerta a todos sus ciudadanos por medio año continuo. La ausencia de recursos hídricos costó la vida de más de 1.500 animales. Incluso, se solicitó declarar en Estado de Emergencia las zonas más afectadas por este fenómeno. Dos meses después, las alarmas viraron por completo.

Las incesantes activaron quebradas en casi todo el departamento e inundaron múltiples ciudades, destruyendo hogares y dañando escuelas, así como centros de salud. Los agricultores se vieron, una vez más, retados por fenómenos ambientales. Tras cinco días de precipitaciones permanentes, desde este viernes, las nubes en Tumbes se han tomado cierto descanso, mientras el traslada las fuertes lluvias hacia la costa centro del país.

Ciudad de Tumbes (11 marzo)
A pesar del cese de las lluvias por dos días consecutivos, la ciudad de Tumbes permanecía con varios tramos de la Panamericana Norte inundados.

Ahora, lo que se evidencia en la región norteña es el lamentable resultado de vagos trabajos de prevención y una ausencia de reacción por parte de las autoridades. A pesar de mantener su tercera noche continúa sin precipitaciones, en la capital, la permanece con tramos inundados. En Puerto Pizarro, los niños se enferman por el agua empozada. Cientos continúan sacando el barro de sus hogares.

Puerto Pizarro (10 de marzo)
El lodo y las aguas empozadas han atraído enfermedades que ya han mostrado síntomas, principalmente en niños. Fue en esta localidad donde ayer la presidenta Boluarte advirtió que el Estado no contaba con los recursos necesarios para responder a la crisis.

La lluvia se fue, las consecuencias permanecen

En Zorritos, distrito capital de la provincia Contralmirante Villar, vive Ronald Purisagua, junto con su esposa y dos hijos. Su hogar se ubica en el ingreso a El Tiburón, un pequeño asentamiento humano situado a los lados de la quebrada que lleva el mismo nombre. “Todo el cerro se nos vino, y el agua ingresó por mi cuarto”, cuenta Ronald a El Comercio. En esta localidad, a unos doscientos metros del mar, la lluvia tuvo un comportamiento diferente, llegando recién el viernes por la noche.

Todas las habitaciones de la vivienda de los Purisagua están llenas de barro. Incluso, Ronald relata que encontró a su gallo entre el lodo y tuvo que rescatarlo. Según indicó, las autoridades no han llegado hasta su localidad para realizar labores reactivas ni preventivas. Lo más preocupante es que de desarrollarse otra lluvia intensa o una más fuerte toda la ladera que se deslizó podría debilitarse y desprenderse nuevamente sobre la casa. “Esta es una historia que se repite en Tumbes constantemente”, resalta el afectado.

A unos cuantos metros de la casa de Ronald, habita Rosita Querevalú con su familia de seis integrantes. Su hogar también sufrió los daños causados por una noche de lluvias imparables. Durante la mañana del sábado, los Querevalú se la pasaron botando toda el agua acumulada dentro de la casa. Para la una de la tarde, ya estaban cansados de limpiar el barro. No hemos recibido apoyo de la municipalidad, de la provincia, nada”, cuenta Rosita a El Comercio.

La vivienda de esta familia se encuentra en la Panamericana Norte, al lado de la quebrada. Los padres de Rosita se situaron en este lugar décadas atrás. Incluso, pasaron ahí el fenómeno del Niño del 2017. “Nunca se nos había metido el agua así”, resalta Rosita. Ellos culpan a las autoridades por permitir la construcción de una vía de acceso a la playa en donde se encuentra la salida de la quebrada hacia el mar. “Toda el agua que pasó por ahí [la vía], entró a la casa”, indicó la joven. Como la obra aún no se concluye, todo el material fue arrastrado hacia el hogar de los Querevalú.

Poblaciones olvidadas

El Comercio llegó al distrito de Casitas, al sur de la ciudad de Tumbes, con apoyo del Gobierno Regional de Tumbes. En esta circunscripción, donde la activación de las quebradas ha dejado desconectados a varios centros poblados, habitan unas 2.300 personas, según el Censo del 2017. La ruta para llegar fue tediosa por todas las vías afectadas, llenas de barro, piedras y claros rastros de deslizamientos. La carretera a Casitas estaba obstaculizada por la quebrada activa. Incluso, a pocos minutos de llegar al centro poblado de Cañaveral -capital de Casitas- a través de un acceso alterno, la pista estaba literalmente cortada de un extremo al otro.

A un lado de la pista, un sembrío de yucas se había inundado a causa de las lluvias. Por dos días, el agua estuvo empozada hasta con más de un metro de profundidad. En respuesta a la problemática, durante la mañana del sábado, la empresa concesionaria cortó la vía, creando un canal de más de medio metro de ancho. Así, el agua empezó a desfogar, cruzando por la pista hacia otras zonas de agricultura, cosa que enfureció a quienes trabajaban esas tierras.

Todas las chacras se han llenado de piedras”, indicó a El Comercio un agricultor local, indignado de que se haya decidido desfogar el agua hacia sus tierras. María del Pilar Marchán, moradora de la comunidad y propietaria del plantío de yucas inundadas, resaltó que “toda la vida, el agua ha desfogado por este lugar”. La señora enfatizó en que el proyecto de la vía debió considerar alcantarillas para evitar que el agua se acumule, como acabó sucediendo. Marchán mencionó que hasta cinco hectáreas de su familia han sido afectadas y que estiman una pérdida de miles de soles. “Esa tierra enlodada ya no se puede arrear”, comenta otro agricultor.

Vía a Cañaveral
Pobladores y trabajadores de la zona se quejaron con la concesionaria de la vía por haber cortado la pista, dejando que el agua empozada de un lado corra hacia otros cultivos,

Ante los pedidos de los locales, quienes no podían cruzar por el corte de la vía, la empresa concesionaria se vio obligada a tapar el hueco con piedras y arena recogida utilizando un cargador frontal. Minutos luego de reiniciado el recorrido, la pista volvió a terminar y dio paso a la quebrada llena de agua, activada por las lluvias de días previos. Allí, luchando contra el suelo movedizo y el caudal, una madre llevaba a sus dos hijas de la mano. La señora Santa, originaria de Chiclayo, se vio obligada a asumir el riesgo de cruzar a la otra orilla “para recoger unos sacos que me van a dar los de Defensa Civil”, indicó. “Es para que [Indeci] vaya a dar, casa por casa [la ayuda] y no para que lo acumulen todo acá [en Cañaveral]”.

Una visita acelerada y mal recibida

El sábado por la mañana llegó a Tumbes la presidenta , acompañada por el ministro de Defensa y toda una delegación del Ejecutivo. La agenda de la mandataria revelaba que solo se visitaría la localidad de Puerto Pizarro, la cual también recibió el viernes la presencia de la comitiva del Ministerio de Defensa. Allí, la presidenta de la República declaró que el país “no [tiene] cómo afrontar estas lluvias naturales porque se abandonó realmente al Estado”. Luego, el cortejo oficializó la entrega de calaminas, palas, picos, baldes y sacos a la población.

La caravana oficial retomó la Panamericana Norte y dirigió al distrito de Corrales, visita que no estaba evidenciada en la agenda presidencial. En el lugar, los vecinos recibieron con amargura las declaraciones de Dina Boluarte y exigieron ser escuchados. Finalmente, el encuentro terminó con la promesa presidencial de construir un puente que permita cruzar la quebrada de manera segura.

Previo a dirigirse al aeropuerto, la mandataria comentó que llegará 400 toneladas de ayuda humanitaria y que la región dispondrán de dos helicópteros para cualquier operativo necesario. Para el mediodía, la comitiva ya despegaba hacia Piura.

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