Chavín de Huántar: el rescate contado por uno de los comandos
Chavín de Huántar: el rescate contado por uno de los comandos
ÁNGEL HUGO PILARES

Hace 18 años la liberó a los 72 rehenes que el MRTA tenía cautivos en la residencia del embajador de Japón. El Comercio conversó con Luis Marca Silva, uno de los comandos que participó de la operación. Este es su testimonio.

De pronto entramos a la primera habitación gritando 'Don't move'. Era lo que habíamos entrenado: a los que iban a las habitaciones donde estaban los japoneses les habían enseñado frases en su idioma. Entré diciendo en inglés 'No se muevan, somos amigos, hemos venido a rescatarlos'. Todo está oscuro. Escuchas el ruido de las balas rozándote la cabeza. El polvo de las explosiones no te deja ver más que sombras. Tampoco puedes respirar y cuando escupes, escupes barro. De pronto, en un closet, aparece una mano. Soy el teniente coronel Luis Marca Silva. En ese entonces era capitán. Y dicen que fui el primero en entrar a la residencia del embajador de Japón durante la operación Chavín de Huántar.

Mi unidad y yo entramos por la puerta principal. Habíamos pasado casi diez días en la casa Unique, al lado de la residencia, esperando la orden. Como éramos vecinos, había que evitar que nos detecten: no hablábamos, no hacíamos bulla, caminábamos descalzos. Cuando llegó la orden solo pensaba en cumplir mi misión. Y repasaba en mi cabeza cada cosa que debía hacer: teníamos que abrirnos paso hasta la puerta y encontrarnos ahí con otro grupo que debía entrar por uno de los túneles. Haríamos volar la puerta principal y ellos entrarían para asegurar el primer piso. A nosotros nos correspondía entrar al segundo piso y rescatar a los rehenes que estaban en los cuartos que daban a la fachada del edificio. No imaginaba encontrarme con un terrorista y agarrarme a balazos con él. Porque obviamente habíamos entrenado todo sobre la operación, pero eso no se puede practicar. Todo estaba listo. Estaba formado junto a la puerta de la casa Unique sosteniendo mi arma.  Empezó la cuenta regresiva: 5, 4, 3... De pronto sonó un helicóptero y se detuvo la cuenta.

Siempre he sido un tipo inexpresivo. Soy un marciano. Minutos antes de la operación solo pensaba en el trabajo y en el cumplimiento, pero en los 30 segundos que la cuenta se detuvo pensé en todo. Sí, pasa toda mi vida delante de mis ojos. Sí, pasa el recuerdo de mi padre, un tipo espectacular que fue mi guía hasta que murió. Sí, pasa el recuerdo de mi familia. Sí, el de mi primera novia. El de mi novia de entonces. La intimidad. Hasta que empezó la cuenta de nuevo.

Entonces nos abrimos paso hacia el frente: envalentonados. Sintiendo cómo una bala me peinaba, disparando e insultando con los dedos a los terroristas que nos disparaban desde el balcón, llegué a la puerta. Llegamos. Pero el otro equipo, el que debía abrirnos paso, no estaba. Solo había uno o dos de ellos porque habían demorado subiendo desde el túnel. El tiempo avanzaba. Por la naturaleza de la operación, cada grupo debe llegar en el menor tiempo posible  para rescatar a los rehenes y neutralizar al enemigo para evitar que los terroristas ajusticien a los rehenes. Y los marinos que venían con nosotros querían esperar al otro equipo para brechar (sic) la puerta. Tuvimos que hacerlo sin ellos, usando una escoba de jardín para asegurar el explosivo porque los listones de madera que se usan para ello, se habían quedado atrás en el tiroteo. Por fin, estalló la puerta. Y como era el que estaba adelante, entré.

Lo único que vi fue la escalera, que era mi objetivo. Había que llegar al segundo piso y tiré un cable con un gancho para evitar que hubiera un cable atado a un explosivo en el camino. Subimos. Nos encontramos con Cerpa y uno más. Ellos se quedan ahí. Entonces subimos. Entramos a ese cuarto. Grito 'Don't move'. Oscuridad. Ruido. Balas. Polvo. Explosiones. Barro en mi garganta. El closet. Esa mano…

…Un rehén.

Cuando estás en una situación como esta, tienes tres posibilidades. Esa mano era un amigo, un enemigo o un rehén.  Eso quiere decir que, si disparas, tienes 33% de posibilidades de acertar. Que tienes que decidir en una fracción de segundo y con el alboroto que no se da en el entrenamiento. Gracias a Dios tuvimos la capacidad de manejar la situación. Era uno de los rehenes. Detrás de él salieron otros 7 u 8. Los sacamos. Entramos a la siguiente habitación. Encontré a otro rehén en una tina y lo saqué. Salimos por la terraza, ahí por donde cayó Valer.

Miré hacia abajo, a donde estaba el toldo de la fiesta. Todo parecía controlado. Pido botellas de agua. En el suelo había un charco de sangre. Era de un compañero que resultó herido en el brazo y al que las secuelas le han durado años. Celebrábamos. Me dicen que Valer está herido. Nos dicen que nos falta un rehén. Ya no celebramos. Había que volver a buscarlo.

En el penúltimo cuarto del pasadizo que daba al costado izquierdo de la escalera, herido, estaba el magistrado Giusti Acuña, que no llega a salir porque se congela. Lo encontramos, pero faltaba Jiménez.

Esa zona era la más difícil. Era su almacén y tenían de todo: armas, municiones, balas. Uno de mis compañeros, al que llamábamos 'Bandido' entra a sacarlo con 'Lisurita'. 'Bandido' es un tipo espectacular, es un comando lleno de mística, al que lo escuchas hablar y te hace llorar, que te llena de patriotismo, que tiene todas las cosas buenas que pueden adornar a un militar.

A Jiménez no se le podía sacar. 'Bandido' y 'Lisurita' entran a sacarlo. Yo los sigo. Entro con temor. Se me había bajado la adrenalina. Ellos lo sacaron de un sitio terrible que tenía un tapiz como alfombra que se estaba incendiando. Había botellas de gaseosa que sacudíamos y usábamos como extintor. Lo sacan. Todo el mundo lo agarra, lo quieren cargar. Lo sacan. Bajamos. La operación había terminado.

Ahora escucho los cuestionamientos al operativo, pero no soy el avestruz que esconde la cabeza. No me afectan, no me siento incómodo. He participado en la segunda operación más exitosa de la historia. La más exitosa fue el rescate de un avión de Lufthansa en 1977, donde murió un rehén y un comando. Los sabios que nunca han escuchado un balazo dirigiéndose hacia ellos hablan, expresan y exponen sin saber a lo que huele la pólvora. Los ríos tienen dos orillas y yo he afrontado procesos judiciales varias veces. Confío en mi abogada, pero sobre todo tengo mi conciencia tranquila. Si yo neutralicé a un terrorista, sé que fue en un mano a mano, en un combate justo, que yo estuve más preparado.