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Alberto Otárola, Dina Boluarte y Ana Cecilia Gervasi. Los dos primeros impiden que la tercera avance con una política exterior que admita violaciones de derechos humanos.
“Nota en la que se expresa extrañeza y malestar, hasta ahí te puedo leer”, me dice Gustavo Adrianzén, nuestro embajador en la OEA, sobre el encabezado de un documento reservado que él mismo ha entregado a la secretaría ejecutiva de la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos). Pero sí me puede contar el porqué del malhumor oficial: “Estamos fastidiados por el adelanto de opinión del comisionado Joel Hernández García. No puede ser que salga el artículo en The New York Times y al día siguiente la CIDH nos siga pidiendo información”.
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