Waldo Mendoza, antes de ser ministro de Economía, fue celebrado por muchos en octubre pasado, cuando, con cálculos de economista incursionando en la epidemiología, concluyó que: “Cada vez hay más certeza de que no vendrá una segunda ola” (columna en Gestión del 28/9/20).
Mendoza asumía, basado en las cifras de exceso de muertos del Sinadef y en el promedio de letalidad del virus de 0.5%, que alrededor del 50% de la población estaba ya infectada y eso nos acercaba al efecto de ‘comunidad de rebaño’ o protección natural. En octubre, tras dos picos seguidos, el de mayo/junio y el de agosto, que fue una remontada de la curva tras el fin de la cuarentena en julio; la tasa de contagio o R había bajado de 1. Erre con erre, la pandemia estaba muriendo. Tal era el optimismo de Mendoza que fue más allá y dijo: “Puede pasar incluso, que la vacuna llegue ya cuando casi todo el país esté inmunizado”.
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Ah, el ‘wishful thinking’ lleva a convertir sueños en pronósticos. Hoy, Mendoza es uno de los ministros más abrumados por las evidencias de una segunda ola. Tiene que disponer de ingentes e imprevistas partidas para el Minsa y romperse la cabeza para afrontar desde el MEF las inclemencias de una probable cuarentena.
¿Quién dijo cuarentena?
¿Pero no es que ya pasamos por esa tortura y ella no evitó que encabezáramos por buen rato el ránking de la Universidad Johns Hopkins de mortalidad? La misma pregunta se la hicieron en el Minsa el año pasado y la descartaron del plan de segunda ola que se empezó a esbozar en octubre, cuando la mentada ola era probable viéndonos en el espejo pandémico de Europa. En realidad, nos está pasando, con semanas de atraso, todo lo que a Europa, así que la comparación es imperiosa.
Sin embargo, ni Waldo Mendoza, el epidemiólogo amateur, ni la oficialidad del Minsa, que sí creía en una nueva ola aunque moderada; previeron un factor: las nuevas y más contagiosas variantes del virus que lo diseminan más rápido. Resulta que nuestro Centro Nacional de Epidemiología, Prevención y Control de Enfermedades (ahora conocido como CDC, copiando las siglas de los populares ‘communicable disease centers’ establecidos en Atlanta), ha entregado entre el lunes y el martes pasado, proyecciones ajustadas a la mayor tasa de reproducción de las nuevas variantes (el virus original de Wuhan es de 3 y con la variante británica que se sabe ha llegado y otras que se presume que puedan haberlo hecho, la cifra asciende a 4 o 5). No conocemos esas cifras pero las fuentes dicen que son de miedo.
Mira: Ministra Pilar Mazzetti anuncia que se ha reportado un caso de la nueva variante británica.
Le pregunté al viceministro de Salud Pública, Luis Suárez Ognio, que es de los epidemiólogos que enfrentaron la epidemia del cólera; si las proyecciones permiten inferir que la segunda ola podría ser a la vez más dura que la primera y más corta; o sea, si la pesadilla sería más terrible y más breve. Me respondió que él quiere ser precavido y realista como muchos de sus colegas en el mundo que, al comienzo, albergaron la esperanza de que la pandemia acabara en pocos meses; pero han encontrado un virus que los sorprende.
En cualquier caso, en el CDC y en el Instituto Nacional de Salud, ambos entes bajo el viceministerio de Suárez; ha tomado cuerpo una propuesta distinta a la cuarentena de marzo, abril y mayo del 2020. Esas semanas tan espantosas para todos; fueron, sin embargo, de una eficacia muy segmentada y muy relativa. Por eso, varios actores dentro y fuera del Minsa, piensan en la alternativa de cuarentenas focalizadas que restrinjan dramáticamente la movilidad de la gente en lugares con alta tasa de infección, con suministro de víveres, control militar y apoyo especial de los gobiernos locales. Eso es lo que el aparato de salud ha puesto sobre el tapete del gobierno transversal.
El grupo de los 6
El Minsa no decide. Lo hace el presidente y para eso se está tomando un tiempo mientras mira las curvas de muerte y mide sus fuerzas. Buscando el fiel de la balanza, escogió a principios de enero, a 6 ministros, 3 sociales (Minsa, Midis y Minedu) y 3 productivos (MEF, Produce y Mincetur); para que elaboren una matriz de indicadores y grados de alertas. De acuerdo a la suma de los indicadores, se va subiendo de nivel de alerta, al cual corresponden determinadas medidas restrictivas y de apoyo. No es complicado, aunque le costó explicarlo.
El rojo extremo, aún no ha sido considerado para ninguna región y Lima sigue en nivel ‘alto’ y no el ‘muy alto’ que implicaría toque de queda a las 7p.m. Así estamos, pero la evaluación es continua, como dijo Violeta Bermúdez en la escueta conferencia del miércoles, donde no anunció ninguna medida nueva. “El confinamiento no ha sido considerado (…), esperamos no tener que llegar a una situación extrema”, respondió cuando los periodistas fueron al grano.
Mira: Violeta Bermúdez lideró la última conferencia de prensa sobre los preparativos ante la segunda ola.
Volviendo al grupo de los 6, sus integrantes eligieron de coordinador al ministro de Educación, Ricardo Cuenca, cuyo trabajo terminó el miércoles, con la entrega del informe que desarrolla el set de indicadores y medidas para cada nivel de alerta. Conversé con Cuenca y me recalcó que cada día cambian las cifras y se sigue afinando el sistema. Por ejemplo, la focalización regional es insuficiente, pues hay muchas diferencias dentro de cada región, como Áncash, que está en alerta ‘muy alta’ por la epidemia en Chimbote (Provincia del Santa), y no por su sierra.
La idea es ir avanzando en la focalización de lo regional hasta lo distrital, me explica Cuenca, pero cuando le pregunto si ello incluye la figura del confinamiento total focalizado que recogí en el Minsa, fue cauto y me dijo que no han llegado allí. En realidad, en todas las autoridades con las que converso, percibo una evaluación negativa de la cuarentena del 2020 que les sirve para sustentar su rechazo a considerarla por ahora. De ahí que la cuarentena focalizada, aunque falte precisar tamaños de territorio, formas de control estricto y de provisión de víveres; haya surgido como una alternativa menos traumática. Sin embargo, esta se ve más aplicable en una provincia o distrito rural que en uno de Lima con fronteras y movilidad intensas.
El presidente Francisco Sagasti recién está evaluando el informe y oyendo las distintas voces que sugieren medidas drásticas y cortas en lugar de laxas y largas. Le cuesta demasiado, a él y a su gobierno, tomar decisiones sin alterar el equilibrio que está en la matriz que Cuenca dibuja mentalmente mientras conversamos por teléfono.
“Es un falso dilema el de salud o economía, porque son indisociables”, es el cliché con el que Cuenca me responde a mi pregunta cliché de qué cuál de las dos es la prioridad. Pero en su matriz suma otros conceptos que no parten de esa dualidad entre la bolsa y la vida, sino que son sociales y culturales y él insiste en que deben considerarse: costumbres y patrones culturales asociados a celebraciones, usos del espacio público, relax en las playas, la salud mental que tanto la tenemos adolorida. La ola ya nos está envolviendo y aún no decidimos cómo le vamos hacer frente.
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