Solo es posible entender la actual coyuntura política con la Constitución en la mano. García Belaunde analiza en esta entrevista los debates en torno a la posibilidad de que el Ministerio Público inicie una investigación al presidente Castillo mientras ocupa ese puesto, o sobre el adelanto de elecciones y sus consecuencias.
— ¿Es legal y constitucional la investigación al presidente Castillo mientras está en el cargo? Sus abogados han dicho que la Constitución prohíbe la “persecución” del presidente.
Yo creo que sí. La fórmula que está en la Constitución dice lo siguiente: el cargo de presidente es casi inviolable por una tradición histórica. Entonces, el presidente no puede ser acusado, no se lo puede llevar a un juicio. Pero nada impide que yo acumule pruebas y las guarde para cuando el presidente deje de serlo y, en ese momento, le abro un juicio. Sí puede ser investigado, pero no creo que deban darse medidas cautelares, no se le puede imponer impedimento de salida, o una detención. En el fondo perdería su inmunidad, cuando la idea es que el presidente sea inmune, salvo en los casos que señala el artículo 117, como traición a la patria o impedir elecciones, entre otros. Para todo lo demás, Castillo es inmune, pero eso no impide investigar, preguntar.
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— ¿Y se podría llegar a una prisión preventiva o un impedimento de salida del país, como suponen los más entusiastas?
Si hubiera alguna medida limitatoria, sería algo extremo. No está expresamente prohibido, pero atentaría contra el principio de la inmunidad presidencial. Sentaría un mal precedente. En la historia constitucional de los últimos 100 años, que yo conozco y he estudiado, nunca he visto un presidente tan cuestionado como Pedro Castillo, nunca ha habido esto. Ante el cúmulo de indicios, uno dice: bueno, que se investigue. El presidente tiene la presunción de inocencia, pero esto no indica que no se lo investigue.
— ¿No tiene la sensación de que esto es como jugar al gato y el ratón? Todo comenzó con la primera moción de vacancia...
Fue atropellada, esta señora [la congresista Patricia Chirinos] se lanzó como un bólido a acusar sin acuerdo de nadie, una cosa forzada, fue una tontería. De las dos acusaciones, la única en rigor ha sido la segunda; la primera para mí no cuenta.
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— Ya sabemos que no hay los 87 votos, no en este momento. Y se habla de reducir la valla, pero usted ha dicho alguna vez que le parece adecuado el requisito de los dos tercios.
Los dos tercios no están en la Constitución, sino en el reglamento del Congreso. Fue una propuesta que hizo el Tribunal Constitucional como exhortación, y me parece sensata. Si la pregunta es si se puede bajar de 87 a 70, por supuesto que se puede. Pero, ¿valdría la pena hacerlo ahora con propósito expreso, como es perjudicar a Castillo? Me parece que no, se vería mal, sería poco serio. Diría que habría que esperar a futuro, o buscar un acuerdo para que rija desde el 2026.
— La otra vía es la acusación constitucional. El viernes, la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales siguió evaluando el asunto de la supuesta traición a la patria. ¿No es muy forzada esa figura?
Sí y no. No es traición a la patria, no califica como tal, en todo caso habría que modificar el Código Penal para definir cuándo es traición a la patria. Pero sí se puede utilizar la figura, ellos como Congreso no son un órgano judicial, sino un órgano de control político, entonces pueden tener la impresión de que ha habido traición a la patria, para que lo digan los jueces. Por otro lado, se necesitan 66 votos, es más fácil, aunque es un proceso más largo. Están haciendo un ejercicio congresal, el Congreso tiene motivaciones políticas. Cuando me pidieron mi opinión, la di, pero me pidieron que firme y no lo hice porque, si bien respeto la opinión de los colegas que lo han planteado, yo no creo en eso.
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— Uno podría concluir entonces que la renuncia del presidente es la única salida a la crisis, pero en realidad parece la más lejana.
Hay una frase que dijo Víctor Andrés Belaunde en 1914, en un discurso célebre titulado “La crisis presente”. Él se refería a que, ante las crisis, los ministros se aferraban a sus cargos y que no había “vocación dimisionaria”. Castillo ha dicho que no va a renunciar de ninguna manera y, cuando se lo dijeron, se puso furioso, se molestó. El problema es que no hace nada para cambiar el panorama. Él ha dicho que está dispuesto pero... ¿qué haría yo como presidente? Llamo a la presidenta del Congreso, le digo: en el Gabinete hay 19, usted pone al primer ministro y a seis más.
— O por lo menos convocaría al Consejo de Estado, siquiera como un gesto.
Exacto, es un gesto, pero no lo hace. Es una personalidad curiosa la de Castillo. Si estuviera envuelto en coimas, sería terrible.
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— Usted predijo que Castillo no llegaría al año, pero parece que va a perder la apuesta.
No llegué a apostarlo, porque las profecías en política siempre fallan. La política depende de conductas que varían. Yo pensaba eso, y está durando más de la cuenta. La pregunta es si va a durar todo el período, y yo tengo mis dudas. El país se está descascarando.
— Y, sin embargo, el gobierno y su entorno hablan de cambiar la Constitución. La idea puede generar pánico, pero ya está flotando en el aire, ¿en algún momento se tendría que discutir?
No hay que tener miedo a los cambios constitucionales, es un tema que está en el aire, en la agenda, que curiosamente lo ha impuesto un partido con 18% de votos en la primera vuelta. Y la gente se ha asustado. Yo no tengo nada en contra de los cambios, pero sí me preocupa que se hagan ahora. Los cambios constitucionales en el siglo XX –léase 1919, 1931, 1978 y 1993– todos fueron hechos por consenso, incluso la famosa Carta del 93, que todo el mundo dice que es espúrea, fue hecha por consenso y se aprobó, aunque con muy pocos puntos de diferencia. Y ya tiene 29 años, es lo que se llama legitimidad de ejercicio. ¿Hay que cambiarla? Sí, pero en otro momento.
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— ¿Qué modificaciones puntuales haría?
Cambiaría tres cosas: algunos detalles puntuales, como el artículo que el TC es el órgano de control de la Constitución, cuando en realidad es el órgano de control de la constitucionalidad. Segundo, la vuelta al Senado. Y tres: replantear la descentralización, que ha sido caótica. Los dos últimos puntos son los más urgentes.
— ¿También es un momento inoportuno entonces para debatir la vuelta a la bicameralidad?
El problema es que se está vendiendo la idea tonta de que esto implicaría un mayor costo. Es lo mismo que dijo Fujimori cuando le preguntaron por qué iban a suprimir el Senado: mucho costo. Pero hay que tener claro que la democracia cuesta, la policía cuesta, los jueces cuestan, los semáforos cuestan. Si se hace un Senado pequeño, con pocas funciones e incluso con dietas para los senadores, sería otra cosa. Si se puede hacer ahora, aleluya, desde el 2026 por supuesto. He visto el proyecto de la Comisión de Constitución, y es un buen avance. Nos han convocado a varios, yo soy asesor de la comisión.
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— ¿Qué aspectos no le gustaron del proyecto de ley que leyó?
El tema de las edades. Se piden edades mínimas de 25 años para los diputados y 35 para los senadores. Pero el Senado viene de los ‘senectus’ de la antigua Roma: los viejos. Siempre en los pueblos antiguos ha habido consejo de ancianos que no toman decisiones, pero saben, hay que escucharlos. En política lo que vale es el tiempo, no es una carrera de velocidad, sino de distancia. Los senadores deberían tener mínimo 45 años. He hecho varias sugerencias, que las han tomado a medias.
— ¿También le pidieron su opinión para el tema del adelanto de elecciones? El audio de María del Carmen Alva hace pensar que sí.
No exactamente. Hemos cruzado información directa a través del WhatsApp, qué sé yo, y de manera indirecta. Ella sabe cuál es mi posición. La he visto varias veces, pero no hemos hablado de esto expresamente, sino en forma indirecta. Ella me está usando en el sentido de que dice lo que yo pienso.
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— En una columna de opinión, usted escribió: “Las elecciones que corresponden cuando la línea presidencial se agota son para el presidente y los vicepresidentes. Para nadie más”. ¿No es discutible eso?
No creo. A quien se vaca es al presidente, no al Congreso. Además, al Congreso no se lo vaca, sino se disuelve. El artículo 134 dice que contra dos denegatorias de confianza existe la posibilidad de disolución del Congreso y convocatoria de elecciones, pero el mismo artículo dice que no existe otra forma de revocatoria del mandato congresal. Aún más: quien reemplaza al presidente lo hace por el período que resta, no por cinco años. La Constitución es un todo armónico, no se puede ser incoherente. Hay que ver el contexto, los antecedentes y las estructuras.
— ¿Entonces por qué la presidenta del Congreso dice cosas como “si, para que se vaya Castillo, nos tenemos que ir todos, nos vamos”? ¿Lo dice de la boca para afuera?
Esa es una opción política, pero requeriría un cambio constitucional, y eso toma mínimo un año. Tengo un buen concepto de ella, me parece una mujer valiosa.
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— ¿Se ubica en ese pequeño 16% que aprueba su gestión?
El problema es que el Congreso, de por sí, tiene mala imagen. Tiene más de 80% de desaprobación, pero sí pues, así ha sido siempre.
— ¿Esta Mesa Directiva debe reelegirse?
No, eso no. Es bueno que se cambie. La señora Alva, hablo de ella solamente, ha estado bien, y debe acabar bien. Soy enemigo de las reelecciones.
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“Es difícil decir si hubo fraude”
— ¿Usted continúa como asesor de Fuerza Popular luego de haber participado en algunas acciones legales posteriores a la segunda vuelta? ¿Está ligado al partido?
No fui asesor formal. Soy muy amigo de Miguel Torres, porque fui compañero de clase y amigo íntimo de su padre. Yo los ayudé solamente en lo que fue la demanda de amparo para pedir las actas, nada más. Y eso quedó ahí, nadie me pagó un real. Estuve un tiempo ahí y después nos olvidamos.
— ¿Mantiene todavía la idea de que Perú Libre ganó las elecciones por un fraude, como planteó el partido de Keiko Fujimori?
Es difícil decir si hubo fraude o no. Creo que pudo haber fraude entre comillas, o irregularidades, en dos niveles: es obvio que hubo un tráfico de votos en las mesas, y eso es culpa de los partidos, no había personeros, y es un elemento que propicia o facilita un fraude. Y dos: la conducta del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), que rechazaba todo y no fue ‘garantista’. Porque yo lo que tengo que hacer es garantizar que los electores, que es la población capacitada, hagan una expresión de su voto y que se refleje en las actas. No tengo pruebas, pero tengo sospechas. No hubo un fraude galopante, pero creo que si esas irregularidades se hubieran cubierto, quizá Keiko Fujimori habría ganado. Ni los de Perú Libre saben cómo han ganado.
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— Le traigo el tema porque Zamir Villaverde ha dicho que todo estaba orquestado para que Perú Libre ganara. Salas Arenas ha dicho que Villaverde tiene intereses ocultos.
En el caso de Salas, yo no habría hecho ningún comentario. Soy un hijo de juez, conozco la conducta de los magistrados. Debió decir que era la opinión de Villaverde y que tendrá que demostrarlo, y se acabó el asunto.
— A propósito de Keiko Fujimori, ¿ella debe volver a postular?
Yo creo que no. Ya tuvo su oportunidad. Debe mantener el partido, ella puede ser un referente, pero ‘ya estuvo bueno’, honestamente.