Hace una semana, nos enterábamos de la horrible muerte de Camila de 4 años a manos de un adolescente de 15. Un menor de edad que mata a una niña solo 11 años menor que él. ¿Qué puede pasar por la mente enferma de esta persona para cometer tan abominable crimen?
“Es desafiante y usaba drogas”, es lo que sabemos de él. Otros se atreven a decir que es adicto a la pornografía. Sabemos poco de su entorno familiar, solo que la madre lo reconoció en el video de las cámaras de seguridad. Un asesinato inexplicable que solo mereció la condena unánime. ¿Y nada más?
En un país como el nuestro, donde una noticia siempre suele eclipsar a la anterior, tendríamos que ser conscientes de que nada puede ser más importante que maten a nuestros niños.
A Camila la asesinó otro niño cuando ella solo quería encontrar a su mamá para irse a dormir con ella. La buscó cuatro veces sin éxito y al final se cruzó con la persona equivocada en el momento equivocado.
El riesgo del coronavirus y su amenaza en el Perú concita más atención que analizar a fondo en qué sociedad nos hemos convertido, donde la muerte de Camila nos deja en ‘shock’ un par de días y luego cada quien sigue con su vida, y hasta el siguiente crimen, asalto, violación o asesinato violento y cruel a una mujer.
Con ocasión del Día Internacional de la Mujer que se conmemoró ayer, el presidente Martín Vizcarra deslizó la posibilidad de evaluar la pena de muerte. Medida efectista y populista, porque no solo deberá hacerse un cambio normativo sino que el Perú ha firmado tratados internacionales que no contemplan esa figura. La muerte no se soluciona con más muertes.
Se viene un interminable debate sobre la pena de muerte para violadores, pero ni una palabra sobre qué lleva a un individuo a convertirse en un perverso violador, qué clase de personas estamos educando, qué valores estamos inculcando a nuestros niños y niñas.
Hay muchas preguntas sin responder: ¿en qué entorno creció el asesino de 15 años?, ¿sufrió violencia y abusos?, ¿usaba drogas?, ¿consumía pornografía?
No podemos plantear soluciones si no conocemos el problema. Responder a todos los casos de violencia contra niñas y mujeres con que la “educación con enfoque de género” es la solución es engañarnos. Solo en enero, han ocurrido 464 violaciones a menores.
Entretanto, Martín Vizcarra da un mensaje a la nación para anunciar el primer caso de un infectado por coronavirus en el Perú pero ni una palabra por Camila y por las mujeres desaparecidas y asesinadas en lo que va del año.
Ayer, se limitó a repetir un libreto aprendido lleno de lugares comunes y con el populista planteamiento del debate sobre la pena de muerte –que como es obvio– se lo deja al próximo Congreso. Ni una palabra de la inseguridad ciudadana ni las medidas que aplicará para mitigarla, no le conviene ahondar en ese asunto.
No nos resignemos a convertirnos en una sociedad salvaje, sin valores y sin autoridad. Camila no puede convertirse en una cifra.
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