El Estado Peruano da la triste impresión de no entender lo que debió entender en todo momento: que la señora Nadine Heredia no solo podía salir del país, en viaje sin retorno, sino que también podía ser nombrada (como de hecho ha ocurrido) funcionaria internacional, con inmunidad diplomática plena.
O que la misma señora Heredia podía también declararse perseguida política y asilarse en cualquier paraíso político cómplice, como Cuba u otro. ¿Dónde estaban las previsiones del Estado Peruano, en cuya estructura de coladera cualquier cosa puede pasar?
Entretanto, habrá siempre una marcha de protesta lista contra el preso Alberto Fujimori. No habrá ninguna otra por supuesto contra la fugitiva Nadine Heredia (con proceso penal abierto al que sin duda no acudirá, así fiscales, jueces, procuradores y funcionarios diplomáticos lloren sobre la leche derramada).
Que Heredia tuviera sobrados deméritos para ganarse una investigación fiscal por lavado de activos, no le ha impedido hacer lo que ha hecho: ponerse fuera del alcance de la ley y la justicia. Que ella careciera de méritos técnicos y profesionales en el campo agrícola para ocupar un puesto relevante en la FAO no le impidió postular a ese puesto ni alcanzar la gracia política de su director general, José Graziano da Silva, ni pasar a integrar un staff VIP privilegiado, por encima de tantos expertos mundiales relegados en sus aspiraciones.
El Estado Peruano no debiera quedarse pasmado, como un muñeco eléctrico al que le han quitado de pronto el enchufe, por aquello que no pudo evitar, y peor todavía, por una nueva causa perdida, a nombre de lo que siempre se llena la boca: la “lucha irreductible contra la corrupción”. El Estado Peruano debería avergonzarse de su incapacidad para defenderse a sí mismo, frente a quienes, por ejemplo, atentan impunemente contra el poder elegido, desvirtuándolo y envileciéndolo, como lo hicieron a su turno Vladimiro Montesinos con la presidencia de Alberto Fujimori y Nadine Heredia con la presidencia de Ollanta Humala.
Nadie parece tener el recuerdo de diez años de burla e impunidad que rodearon la actuación política de Heredia en el país. Primero, del 2006 al 2011, manejando oscuros fondos de campaña con anotaciones en agenda. Luego, del 2011 al 2016, ganando primero una elección (no era la suya pero tomada como propia) con fondos igualmente oscuros, y desde entonces ejerciendo un visible cogobierno que nadie se atrevió a cuestionar y que más bien fue considerado como “salvavidas” cotidiano de un mandatario legítimo pero inepto.
Cuán enorme es el daño de Nadine Heredia a la institucionalidad presidencial y constitucional del país, durante 10 años, comparado con su última artimaña que la justicia busca controlar con manotazos de ahogado.
No hay manera de entender la constante pusilanimidad del Estado Peruano en contra suya. Y claro, saldrá siempre en busca de pruebas de aquello que conoce de sobra, por ser siempre la víctima principal de los delitos que se amanceban con su complacencia.
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Una salida anunciada: Gracias a Graziano [CRÓNICA] https://t.co/LJMzXvtYbA Por @arkadin1 pic.twitter.com/BlhEA0oIa5
— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 26 de noviembre de 2016