Desde la próxima semana se inicia el plan de reactivación. Por sectores, y bajo supervisión para evitar retrocesos. En la calle se ve que las restricciones se han flexibilizado de facto, la reactivación ya se ha iniciado para muchos.
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Pero será una salida distinta a las de otras sociedades. Se comenzará a relajar la cuarentena cuando el crecimiento del contagio no afloja. Nuestra estrategia lo ha hecho más lento, los martillazos han salvado vidas y nos han permitido prepararnos mejor. Pero el número de enfermos sigue en ascenso y la salida seguramente empeorará la situación.
Nuestras carencias estructurales y los altos niveles de informalidad ayudan a explicar en parte esta menor efectividad (el análisis más fino vendrá después). El esfuerzo de la población ha sido enorme, más allá de hechos criticables y conductas irresponsables. Una infraestructura inadecuada de mercados de abasto y la limitada inclusión financiera probablemente sean claves para explicar por qué comparativamente nos fue peor.
Lo que viene ahora requiere de mucho control estatal, creatividad y solidaridad. Un esfuerzo nacional excepcional para un país cansado. Por un lado, un Estado con capacidades limitadas debe monitorear y corregir con velocidad lo que hasta ahora no ha funcionado. Transporte y mercados parecen lo más urgente. Transmitir con claridad los costos de no tomar precauciones y machacar que entramos a una etapa más delicada que la anterior.
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Creatividad para buscar recetas propias. Los moldes de países desarrollados no nos darán todas las soluciones. La generalización de bicicletas y el uso de espacios abiertos para la venta de alimentos parecen una buena solución. La protección de los mayores, con medidas al interior de los domicilios, plantea otro reto considerable pero necesario. Hay que mirar a otros países similares al nuestro para imitar lo bueno. Y abrir la política pública a expertos que conozcan nuestra sociedad.
La dimensión de solidaridad y redistribución es clave. Se demandarán condiciones de cuidado que serán más onerosas de cumplir mientras más abajo se esté en el nivel de ingresos. No es solo un problema de un Estado débil, hemos visto a las empresas privadas más modernas también fallando en proteger a sus trabajadores. Son necesarios estándares altos de precaución para evitar el contagio; sin apoyo estatal y privado difícilmente los ciudadanos podrán adoptarlos en su vida cotidiana.
Concluyo con una nota personal sobre los funcionarios que entran a esta difícil etapa. Enseño Ciencia Política, la mayoría de mis exalumnos trabajan en el Estado. Una exalumna, por ejemplo, apoyó esta semana el retorno a sus localidades de más de doscientas personas en condiciones dificilísimas. Otra contribuye a la adaptación y funcionamiento de las torres de la Villa Panamericana. En medio de la tristeza que transmiten, me da mucha esperanza escuchar a estos jóvenes burócratas que, junto a egresados de otras carreras y distintas universidades, vienen enfrentando la pandemia. Mañana serán un grupo de burócratas curtidos, con ideas sobre lo que nos falta como Estado y cómo superarlo. Difícil transmitirles mi orgullo y agradecimiento.
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