Toledo colgó a inicios de este año, antes de su orden de arresto, esta foto en su oficina de ‘visitor’ en la Universidad de Stanford. (Foto: El Comercio)
Toledo colgó a inicios de este año, antes de su orden de arresto, esta foto en su oficina de ‘visitor’ en la Universidad de Stanford. (Foto: El Comercio)
Fernando Vivas

No se ha fugado a un destino remoto; ha vuelto a su segunda patria, a la Coffee House de Stanford donde se hacía ojitos con Eliane Karp en los 70, al Chef Chu’s que es un chifa como los de Lima, a Menlo Park, Palo Alto y Mountain View; lugares que le son tan o más familiares que Miraflores, Surco o San Isidro.

Desde un hotel en Palo Alto le insisto al abogado Roberto Su en tener una entrevista con su huidizo patrocinado. Pero acaba de confirmarse que Josef Maiman será colaborador eficaz –o sea, echará a su pata– y eso tiene a Alejandro Toledo más mosqueado de lo que ya anda desde el 10 de febrero, cuando el juez Concepción Carhuancho ordenó su prisión preventiva. En abril, en Tel Aviv, el propio Maiman dio a entender que iba a colaborar con el fiscal Hamilton Castro (ver entrevista del 3/4/2017). Ya empezó a cantar.

El abogado desapareció del WhatsApp y me quedé chateando con peruanos de la zona y visitando páginas inmobiliarias. Agotado del ‘googleo’, salí a recorrer, en auto rentado y ayudado por el GPS, los ‘landmarks’ toledistas. El 472 Sand Hill Circle en Menlo Park, es un discreto condominio en una colina con casas que tienen más garaje que fachada y patios con vista a un campo de golf. Los Toledo Karp han vivido aquí. Mi colega Liliana Michelena, que estudia a dos horas, en Berkeley, rastreó el lugar en un sinfín de páginas. La misma dirección fue mencionada por fuentes policiales, aunque estas decían que se trataba del Rosewood Hotel and Resorts. Un error, pues ese hotel de 5 estrellas está bajando la colina.

En todo caso, Alejandro ya no vive en el 472, sino unos gringos que no quieren saber nada de extraños. Enfilé hacia Stanford, a pocos minutos de distancia. Lo más prudente era no anunciarme a su departamento de relaciones públicas, pues este ya advirtió a otros colegas que Toledo y Eliane son simples ex alumnos ‘visitors’ con derecho a usar sus instalaciones y que no responderán más preguntas.

Ante esa situación, es mejor husmear en campus abierto. Así llegué a la Bolivar’s House, el instituto de estudios latinoamericanos de Stanford, donde varios peruanos han visto a Eliane y donde Alejandro, en el 2015, presentó su libro “The Shared Society”, editado por la propia universidad. Toqué la puerta y pregunté por Karp. Una amable empleada dijo que la conocía y que iba con frecuencia, aunque no la había visto recientemente pues la universidad está de receso. Al salir, caminando por una rampa de madera entre los árboles, resbalé en el análisis comparativo de primeras damas: una en pax académica tras una década de presunta coima de US$20 millones en la familia, otra desolada en Santa Mónica apenas a un año de dejar el poder.

El GPS nos enfila hacia el Googleplex en Mountain View, el cuartel general de Google donde se pueden comprar chucherías en la tienda para turistas. El ‘Cholo’ se me escapa, pero su búsqueda me ha llevado a la sede física del buscador universal. Cosas de ‘Solocooon Vooooley’.

—¡Por fin, nueva pista!—
Un patriota de la zona me dio una dirección: 1291 St Joseph Avenue en la ciudad de Los Altos, aledaña a Palo Alto y Stanford; y aseguró que allí la fiscalía peruana había mandado una notificación a Alejandro Toledo. Llegué en pocos minutos. La zona era muy exclusiva y la casa, en una esquina, era más grande que la de Menlo Park.

El domicilio esquivo. La peruana Ana María Ponce no quiso dar explicaciones de por qué la fiscalía notificó a Alejandro Toledo en su domicilio del 1291 St Joseph Avenue, en Los Altos, cerca de Stanford. (Foto: El Comercio)
El domicilio esquivo. La peruana Ana María Ponce no quiso dar explicaciones de por qué la fiscalía notificó a Alejandro Toledo en su domicilio del 1291 St Joseph Avenue, en Los Altos, cerca de Stanford. (Foto: El Comercio)

Volvía al hotel a seguir ‘googleando’ en páginas inmobiliarias. ¡Los lazos se estrechan! En esa casa viven peruanos. Ana María Ponce Antúnez de Mayolo, nacida en Cusco en 1954, tiene esa dirección en su ficha en el Reniec. Casualmente, tiene un hermano mayor llamado Fernando, que estudió en Stanford en la misma época que Alejandro Toledo; pero hoy, según Reniec, vive en Arizona. Ana María trabaja administrando un instituto de derecho de la Universidad de Stanford.

Fuentes diplomáticas confirmaron que, en efecto, nuestro consulado en San Francisco, a una hora de allí, recibió del fiscal Hamilton Castro el encargo de notificar a Toledo que se pedía su arresto provisorio con fines de extradición. Contaron que un funcionario del consulado tocó la puerta y lo atendió la matriarca de la familia, doña Carmen Antúnez de Mayolo vda. de Ponce.

Al día siguiente volví con Liliana, decididos a tocar la puerta. Pero antes, encontramos el teléfono de la casa. Llamé, pregunté por doña Carmen y me contestó su hija Ana María. No quiso dar ninguna referencia de Toledo ni confirmar si eran amigos. Molesta, aseguró que mis preguntas no tenían sentido. Extraña actitud pues, de vuelta en Lima, el equipo del fiscal Castro confirmó que notificaron a esa dirección porque las autoridades de EE.UU. se la proporcionaron como domicilio de Toledo. Volví a llamar y Ana María Ponce fue igual de cortante y evasiva.

Alejandro Toledo tiene raíces y amigos íntimos en su segunda patria. El rastro de sus presuntas coimas millonarias también debe llevarnos a Silicon Valley. Por lo pronto, los habitantes de la casa de St Joseph Avenue nos deben una explicación.

*Con la colaboración de Liliana Michelena y Martín Hidalgo

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