En las casas de té japonesas, la decoración suele ser austera -solo un adorno floral o una ventana al exterior- para que los sentidos de todos los visitantes se centren en el té. Algo parecido sucede en Ochaya, solo que nuestros sentidos se enfocan en la vitrina de la pastelería donde nos deleitamos visualmente con las decoraciones de los pasteles tanto como disfrutamos de su delicado sabor.
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