ESPACIO FUNDACIÓN TELEFÓNICA
Texto: Samanta Alva Vargas
Fotos: Omar Lucas
Nicolás y Alfred, estudiantes de quinto de secundaria, regresan al Colegio de Alto Rendimiento (COAR) en Arequipa. Son las tres de la tarde y el sol aún quema entre los pasillos del plantel. Ambos pasaron la mañana en la Universidad Católica Santa María, compitiendo contra los alumnos de otros centros educativos en el concurso “Mi primera investigación”. Al ingresar al colegio, el resto de alumnos permanecen en sus salones y los trabajadores administrativos en sus oficinas. Aún nadie sabe el resultado, ni siquiera que Nicolás y Alfred han llegado ya, pero el colegio entero aguarda con ansias.
Con el saco en brazos y la corbata sujeta en un nudo ancho y simétrico, los sigue su maestro y guía: el profesor Benjamín Maraza. “Nos fue bien”, comenta, y su respuesta deja algo de incertidumbre. Lleva un bolso de tela en el antebrazo, quizás un recuerdo por su participación. Los compañeros de Nicolás y Alfred se acercan a saludarlos, a preguntarles cómo salió el evento, quiénes concursaron. ¿Trajeron algo? De pronto, muy calmado, Maraza levanta el bolso y un brillo de cristal destella. Es un trofeo. Consiguieron el primer puesto en la categoría Ciencias e Ingeniería.
Los demás chicos se emocionan y sonríen, pero no llegan a estar sorprendidos. No es la primera vez que consiguen un reconocimiento gracias al profesor Benjamín. Entre los años 2016 y 2018, Maraza –de 46 años– ha logrado que sus alumnos compitan con estudiantes de otros países e impongan sus capacidades. Con ellos ha visitado California, Pittsburg y Tokio. Revistas de México, Japón, España y Emiratos Árabes han publicado sus trabajos. En el 2016 y 2017 logró con sus alumnos el primer puesto en la Feria Escolar Nacional de Ciencia y Tecnología EUREKA, además del concurso de minería escolar PERUMIN 2017. Cuando empieza cada año escolar, Maraza elabora un calendario con los concursos y ferias nacionales e internacionales. “Es importante que los alumnos hagan conocer las cosas que están creando”, dice el profesor con un gesto que transmite tranquilidad y alegría.
Empiezan las clases
Benjamín Maraza camina por el pasillo, baja unas escaleras que llevan hacia la biblioteca y dobla a la derecha para caminar los pocos metros que lo separan del salón de quinto B. Aquí dicta el curso “Tecnologías de la información en una sociedad global”. Los alumnos miran a su profesor como quien está a punto de salir al recreo, ansiosos y divertidos. Un par de ellos se apuran en instalar un tapete al estilo de Dance Dance Revolution, el juego japonés de finales de los 90 en el que se baila al pisar unas fechas del piso que van apareciendo en una pantalla.
El profesor Maraza le ha dado la vuelta al concepto original del juego. En lugar de seguir una canción, los alumnos deben responder a los enunciados sobre robótica e inteligencia artificial pisando las flechas correctas. “Esta actividad mejora sus reflejos, su agilidad y el trabajo en equipo”, les dice Maraza a sus alumnos.
Cuando cae la tarde, algunos alumnos van a sus habitaciones a descansar, algunos visitan la biblioteca para investigar y hacer tareas, y otros salen a practicar deporte. El COAR es un internado que, bajo un enfoque multidisciplinario, forma a estudiantes que responden a las exigencias del siglo XXI. Los alumnos cuentan con la autonomía de decidir qué hacer con sus tiempos libres y casi siempre los usan para seguir mejorando. Incluso un grupo de estudiantes de quinto de secundaria organizó un taller extracurricular con el profesor Maraza, en el que se dedican a proponer nuevas temáticas de proyecto y, según el calendario de concursos, se ponen manos a la obra.
Paso a paso
Maraza empezó en la educación como profesor de matemáticas en 1998, en la ciudad de Andaray, del departamento de Arequipa. Desde la adolescencia sintió apego por ayudar a sus compañeros en las materias más difíciles, por lo que decidió elegir el camino de la educación. Fueron entonces las matemáticas las que le abrirían los ojos sobre el modelo de enseñanza en el Perú actual y su enorme potencial. A su entender, la educación tradicional no estaba dando frutos, y aburría a los estudiantes. “Reflexioné: si esta va a ser mi labor, mi profesión por años, no puedo enfrentarme todos los días con esta situación”. Desde entonces, el profesor Maraza comenzó la ardua tarea de innovar sus metodología de enseñanza.
Luego de 10 años en la docencia, Maraza empezó a estudiar sobre las nuevas tecnologías. Así, fue paulatinamente mejorando sus habilidades y usando recursos de la web; luego desarrolló sus propias páginas web y aplicaciones, recurrió a la gamificación y, en el 2015, obtuvo el primer puesto en el Concurso Nacional de Innovación Educativa, organizado por Fundación Telefónica. “La idea de especializarme con la tecnología nació del interés por ayudar a los estudiantes”, dice.
Para sus alumnos, Maraza es una fuente de inspiración por su perseverancia, su optimismo y el apoyo constante que les da dentro y fuera de clases. Se enorgullecen de sus logros, y más de uno quiere verse reflejado en él a la hora de elegir una profesión. Y es que más que aprender de la tecnología, sus alumnos han adquirido las habilidades de investigar, de trabajar en equipo, de simplificar los problemas complejos y, en especial, de dejar huella en el mundo. “Siempre les digo que tienen que superarme. Que tienen que aportar algo positivo a la sociedad”, señala este profesor que ganó 17 concursos, y cuenta con 13 publicaciones y 5 softwares educativos desarrollados.
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