"Estamos en el camino indicado hacia cerrar la brecha laboral; sin embargo, nos falta tocar el tema de manera abierta para encontrar soluciones que nos beneficien a todos"
"Estamos en el camino indicado hacia cerrar la brecha laboral; sin embargo, nos falta tocar el tema de manera abierta para encontrar soluciones que nos beneficien a todos"
Andrea Montalvo

Hace poco tenía una conversación con una persona muy cercana a mí acerca de mi trabajo y de cómo mi carrera es predominantemente femenina. Yo soy psicóloga y, efectivamente, mientras estudiaba los seis años de carrera y durante el ejercicio de esta, me he cruzado en el camino con muchas mujeres y muy pocos hombres que hacen lo mismo que yo.

Esta misma conversación derivó rápidamente en un diálogo sobre cómo seguimos, en el 2019, segregando las carreras como masculinas o femeninas y de cómo somos nosotros mismos, como sociedad, los que hemos impuesto estas etiquetas. Tal y como ocurre con la psicología, existen muchas otras carreras que son consideradas como “femeninas”, lo que hace que los puestos de trabajo relacionados con estas formaciones sean considerados como labores que solo las mujeres deben realizar o como actividades que “las mujeres hacemos mejor”. Usualmente, estas carreras están relacionadas con roles de cuidado y de enseñanza, actividades que son “más innatas a las mujeres”, o al menos eso es lo que se dice.

En cambio, los trabajos y carreras relacionados con los negocios, la ingeniería, la agricultura, ganadería y comercio, suelen ser pensados como trabajos que los “hombres hacen mejor” y por eso es que la mayoría de los puestos relacionados con estas labores son asignados a hombres, incluso en ocasiones en que no son los más preparados para llevarlos a cabo. En los raros casos en los que se asignan estos puestos de trabajo a mujeres en lugar de a hombres, lo más probable es que el sueldo que reciban por llevar a cabo este trabajo sea el 71.5% de lo que recibiría su contraparte masculina. A este porcentaje se le conoce como brecha salarial de género y es, básicamente, la diferencia entre los salarios de hombres y mujeres que desempeñan cargos y funciones similares. El pasado 17 de noviembre El Comercio publicó un artículo donde se dice que en el Perú, por cada S/1 que ganan los hombres, las mujeres que trabajan en condiciones similares perciben S/ 0,72.

"En comparación con los hombres, las mujeres eligen pasar tiempo con sus hijos con más frecuencia, lo que hace que en muchas ocasiones esta elección esté por encima de generar más dinero"
"En comparación con los hombres, las mujeres eligen pasar tiempo con sus hijos con más frecuencia, lo que hace que en muchas ocasiones esta elección esté por encima de generar más dinero"

Esto, según explica el artículo, se debe a distintos factores, incluyendo la discriminación de género, que se evidencia cuando ningún otro componente explica la diferencia salarial. Algunos de los factores que causan la brecha salariar a nivel mundial incluyen el hecho de que las habilidades y competencias de las mujeres son poco valoradas. Por este motivo es que, en comparación con los hombres, las mujeres ascienden en menor cantidad a puestos de trabajo más altos porque somos percibidas como “menos gerenciales”, o como menos comprometidas con el trabajo. Sobre todo porque estamos asociadas a roles como la maternidad. Otro factor que explica la diferencia salarial es el hecho de que las mujeres tendemos a ocupar roles de cuidado y crianza en el hogar y, en muchas ocasiones, dejamos de trabajar por periodos de tiempo.

De hecho, una de las explicaciones que se da a la brecha laboral hoy tiene que ver con el tiempo que las mujeres pasan en casa con sus hijos una vez que se convierten en madres. En comparación con los hombres, las mujeres eligen pasar tiempo con sus hijos con más frecuencia, lo que hace que en muchas ocasiones esta elección esté por encima de generar más dinero. Por este motivo, son los hombres los que ascienden a puestos más altos y, en consecuencia, generan más ingresos.

Creo que esta diferencia salarial de la que he hablado está muy relacionada con el hecho de que, como sociedad, aún diferenciamos lo que “podemos o debemos hacer” las mujeres de lo que hacen los hombres, ya que somos nosotros mismos quienes, de manera arbitraria, hemos decidido cosas en las que a veces no reparamos. Por ejemplo, que el color rosado es para niñas y el azul para niños; o que las niñas juegan con muñecas y cuidan a sus hermanitos, mientras que los niños juegan con carros y arman y construyen lo que se les ocurra. El que, como sociedad, hayamos determinado que son las mujeres quienes debemos dedicarnos a la crianza y cuidado de los hijos o de otros familiares enfermos, hace que limitemos el tiempo que podemos dedicarle a nuestro trabajo y que, por eso, percibamos ingresos menores que nuestras contrapartes masculinas.

Es una realidad que la participación de las mujeres en el mundo laboral ha aumentado en los últimos años y que la brecha se ha reducido consistentemente desde el año 2010; lo que atribuye este cambio a la generación de los millennials que, coincidentemente, es la generación que habla de estos temas de manera más abierta y que, además, no teme dejar saber sus inconformidades y se asegura de cambiarlas. Estamos en el camino indicado hacia cerrar la brecha laboral; sin embargo, nos falta tocar el tema de manera abierta para encontrar soluciones que nos beneficien a todos y a todas, para que este cambio se dé de manera sostenida y más rápida.






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