Una madrugada de hace dos semanas, desvelado, buscando una película que me distrajera del tedio de la cuarentena, regresé a Hitchcock. Elegí Los pájaros, una de mis favoritas. Sin embargo, a medida que avanzaba la historia y me perdía una vez más en la bahía californiana junto a Tippi Hedren y Rod Taylor, mi agobio por el confinamiento, en lugar de difuminarse, se incrementaba. Lo que sucedía dentro de la pantalla –o dentro de los personajes– comenzó a parecerse demasiado a lo que ocurría de este lado. Durante las siguientes madrugadas, mientras los vecinos dormían o intentaban dormir, repasé otras películas del genio británico y reafirmé la impresión de estar delante de un espejo. La asfixia, la claustrofobia, la tensión, todas las secuelas anímicas y psicológicas que nos ha traído esta pandemia figuran en esas ficciones concebidas por un hombre muerto hace cuarenta años, pero que extrañamente, al igual que los difuntos de sus cintas, sigue interviniendo en el presente.
La perplejidad en que estamos inmersos, el tiempo que se extiende interminablemente hasta hacer idénticos los martes y los domingos, y la intriga respecto del origen del virus (¿quién está detrás? ¿un murciélago? ¿un laboratorio?¿Bill Gates? ¿qué más sabe la niña vidente?) se corresponden con las clásicas especulaciones del universo hitchcockniano, donde todo, empezando por lo que no se muestra, significa algo aunque no sepamos exactamente qué. “Casi todo el cine de Hitchcock se basa en una transferencia de culpas, incluido al falso culpable”, dice el director francés Arnaud Desplechin. Eso mismo sucede con la crisis mundial: todos creen saber quién es el culpable, todos amasan una teoría conspirativa; muy probablemente todos estemos equivocados.
La emergencia es continental y ese aspecto global de alguna manera sintoniza con esta frase de Hitchcock: “No importa a dónde vaya la película: si está correctamente diseñada, el público japonés debería gritar al mismo tiempo que el público indio”. En efecto, hoy estamos así: gritando al mismo tiempo, en todos los idiomas. Por cierto, la narración mediática del coronavirus lleva el sello de agua Hitchcock: se imponen las imágenes a los discursos: enfermos amontonados en hospitales, cadáveres tirados en avenidas, ataúdes en unas remotas fosas comunes, grandes ciudades despobladas, multitudes atravesando carreteras, la naturaleza celebrando la ausencia humana, etcétera. Para Hitchcock, que venía del cine mudo, no eran necesarios los diálogos memorables, bastaba el poder de una imagen. Otro director, Richard Linklater, lo explica así: “Puedes ver una película de Hitchcock sin música ni diálogo y comprenderías un alto porcentaje”.
A menudo escucho la frase “parece mentira” para describir este momento. Algo semejante podría decirse de ciertas películas de Hitchcock, donde los individuos vagan entre el sueño y la realidad, como en la última escena de Vértigo, donde Kim Novak sale del baño disfrazada, interpretando a una mujer asesinada. “Todo en esa habitación es mentira, pero a James Stewart le parece cierto”, comenta el realizador James Gray. La definición del 2020 tendría que plantearse a la inversa: todo es verdad, pero quisiéramos que fuese falso.
También es muy Hitchcock esto de sentir miedo hacia algo que no vemos; como su Rebeca, el COVID-19 está por todas partes, pero es invisible. Con la legendaria escena de Psicosis donde Janet Leigh es acuchillada en la ducha por Anthony Perkins (en realidad fue ‘atacada’ por un doble), Hitchcock instauró un tipo de pánico equivalente al actual: el miedo a estar indefensos en nuestra propia casa. Al recordar el estreno de Psicosis, el director Peter Bogdanovich dijo esto: “Era la primera vez en la historia del cine en que no te sentías a salvo dentro de la sala. Cuando salí, sentí que me habían violado”.
Quizá no tenga mucho sentido ver más películas de Hitchcock cuando todo sugiere que estamos dentro de una, pero deben saber los fanáticos que el miércoles 29, día en que se cumplen 40 años de la partida del “maestro del suspenso”, toda la programación de TCM estará dedicada a su magnífico trabajo. Ahí podrán descubrir similitudes entre los temas de su filmografía y estos meses de encierro que nos toca vivir. En alguna de sus películas podría estar la respuesta a nuestras preguntas. O tal vez no. “Hitchcock destruye las expectativas”, advierte David Fincher, “así que es mejor no tenerlas”. //