La semana pasada un estudio realizado en ratones reveló un prometedor avance en el desarrollo de un anticonceptivo masculino. Consiste en un ‘switch’ molecular que puede detener el esperma por dos horas, volviendo temporalmente infértil al sujeto que lo usa. La comunidad científica considera el descubrimiento de esta proteína un absoluto cambio en las reglas del juego. ¿El problema? Bueno, los jugadores. Los hombres parecen ser el principal obstáculo para que se siga avanzando.
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Se han desarrollado numerosas versiones de la llamada pastilla masculina a lo largo de los años. Algunas se remontan a la década de 1970, cuando unos investigadores inyectaron testosterona a voluntarios cada semana, durante varios meses, y luego verificaron si se había visto afectada la producción de esperma. Dicho ensayo probó tener muchísimo éxito. Sin embargo, hallaron un problema: las terapias hormonales vienen con una mezcla heterogénea bien establecida de efectos secundarios: acné, piel grasa y aumento de peso, cambios en el estado de ánimo, entre otros. Es decir, un miércoles cualquiera en la vida de una mujer que toma la pastilla anticonceptiva. Los estudios se detuvieron porque los pacientes masculinos encontraron demasiado desagradables esos efectos.
Esto no sorprende a nadie que haya tenido que cuidar alguna vez a un hombre con gripe, pero, más allá del chiste fácil sobre cuánta incomodidad física pueden soportar los hombres, también es importante mencionar que hay un tema cultural de por medio. Se ha propuesto una serie de opciones anticonceptivas no hormonales para hombres, incluida una vacuna que se dirige a una proteína involucrada en la maduración de los espermatozoides y una especie de vasectomía temporal, inhibición reversible de los espermatozoides bajo guía (Risug, por sus siglas en inglés). Aquí el problema es otro, el resultado de este método es un “orgasmo invisible”.
Aunque una píldora masculina segura y efectiva tendría el potencial de liberar finalmente a las mujeres de la responsabilidad de la anticoncepción y evitar millones de embarazos no deseados cada año, algunos hombres encontraron la idea de un orgasmo invisible poco atractiva. Para una proporción de hombres, la denominada píldora de sábanas limpias se consideraba castradora. El método, finalmente, perdió financiamiento.
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El tema, al final, es lo que está en juego y, con excepción de los hombres trans, el problema central es que los hombres no son los que se embarazan. Tanto los comités de ética como los propios pacientes tienen que sopesar qué tan “importante” es realmente esto versus los posibles efectos negativos. La carga física, emocional y hasta cultural de una posible maternidad es muchísimo más pesada y también lo son los riesgos que estamos dispuestas a asumir para evitarla.
Así que solo queda esperar que llegue esa pastilla masculina que no tiene ni efectos hormonales, ni afecta la libido ni los orgasmos, que se toma una sola vez al año porque así no hay que depender de la memoria. Eso sin mencionar que su efecto es totalmente reversible y no deja rastro. Mientras esperamos sentadas, podríamos desarrollar una así también, ¿pero para las mujeres? //
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