Paolo Guerrero fue amonestado ante Bolivia. (Foto: EFE)
Paolo Guerrero

Lo primero que es justo decir, vistos estos cuatro años de cerca, es que Ricardo Gareca exprimió al máximo las cualidades de sus jugadores, el hambre que tenían, sus potenciales; los hizo coincidir en un equipo. Una luna de miel que estimo positiva llega a su fin. Sabemos que nuestra realidad no nos entrega ahora mismo una riqueza de jugadores que reemplace a los que ya están doblando la esquina.

Que pase Perú de fase, no avance, llegue a cuartos o juegue los seis partidos, al margen de eso es muy importante que después de la Copa América –porque en la copa había que competir– Gareca busque, refresque y cambie. Este torneo era la continuación de final del ciclo de esta generación mundialista. Ahora tiene que hacer énfasis en los jugadores nuevos, buscarlos, probarlos, al precio que sea. Tal vez con Polo ya lo esté haciendo, que Flores sea el presente, porque va a ser un líder de la selección. Lo mismo Abram –que ha jugado de titular los dos partidos con Venezuela y Bolivia– o Araujo. Ese es el camino.

Sin perder la experiencia de los más grandes, Perú necesita fortalecerse con elementos diferentes que puedan ubicarse en espacios que ahora tienen los Guerrero o Farfán. Y se hace justo convocar a jóvenes a partir de esa idea. ¿Cuántos años más durarán ellos al más alto nivel? ¿Dos más? ¿Tres? Si eso no ocurre, temo que este equipo tal como está pueda quedarse sin plan B. Todas las selecciones lo hacen. Esta es la hora.

¿Van a dejar de jugar los grandes? No, no ahora, pero pasará. Hay que empezar a jugársela, pese al problema grave que se resume en dos palabras: no tenemos. Y no tenemos. La tarea del entrenador ahora no es hacer que sea sencillo, sino que sea obligatorio.

Contenido Sugerido

Contenido GEC