"Dos problemas", por Jerónimo Pimentel
Hay dos problemas, Paolo. El primero es qué hacer de hoy al 4 de diciembre. El segundo, cómo te vas a mantener en forma hasta mayo. Para lo primero se necesita paciencia; para lo segundo, una peculiar forma de disciplina que habrás de inventar con ayuda de Ricardo Gareca y Reinaldo Rueda. Empecemos por el comienzo: no te mientas a ti mismo, olvídate de la estrategia legal, que ya cumplió su propósito, y prométete que no repetirás el error que te llevó a Suiza, sea este cual fuere. Luego, ataja la ansiedad y conviértela en fe. La necesitarás. Del lunes próximo al último amistoso previo al Mundial tendrás otra obligación, más compleja: encontrar tu mejor rendimiento deportivo sin tener competencia oficial, una proeza difícil pero no imposible, como lo demostró Totti en el 2006. En ese lapso tendrás que recuperar en silencio todo lo que te ha llevado a convertirte en uno de los mejores delanteros de América. Enfócate, sobre todo, en los ejemplos: los de Carvallo, los de Muller. Transforma la ansiedad en ilusión. No nos escucharás, y quizá sea mejor que no lo hagas, pero debes saber que detrás de ti estaremos millones.
"El capitán héroe", por José Carlos Yrigoyen
La primera vez que te vi –quiero decir que te vi en serio, con la camiseta de la selección– fue por los últimos meses del 2004, en un partido de la era Autuori, en Lima, contra los chilenos. Estábamos arriba gracias a un gol de tu compadre Farfán cuando el profe se animó a hacerte entrar. Tenías el cabello enredado, lleno de trenzas, un look que te había hecho ganar el apodo de ‘Depredador’, mote que odiabas. Recuerdo todavía tu primer gol con la selección, saliendo al choque, valiente, contra la mole humana del veterano arquero Tapia. La pelota rebotó y entró, haciendo una extraña parábola, al arco.
Fue un gol feo, horrible. Pero demostró mucho de tu temperamento. A diferencia de otros que se cuidaron las piernas toda la vida cuando jugaban por Perú, tú arriesgabas, te jugabas el todo por el todo. Tu ingreso esa noche no solo nos valió un gol importante, sino prometió, aunque no lo supiéramos todavía, el larval inicio de una nueva era. Has cometido errores, como todos: expulsiones tontas, tomatodos lanzados a hinchas inconformes y lenguaraces. Pero aprendiste a ser mejor y por eso estamos en un Mundial. Tú, el único capitán de la selección con el título de héroe junto a Héctor Chumpitaz, no mereces perdértelo. De una u otra forma, ahí estarás.
"Juega por ellos, Paolo", por Jorge Eslava
Querido Paolo. Soy crema, pero fui amigo entrañable de Constantino Carvallo y eso nos hermana. Enseñé diez años en Los Reyes Rojos, mis tres hijos estudiaron en ese colegio al que tú y yo le debemos tanto. He releído unas líneas escritas por Constantino, nuestro maestro: “Llegué a la división de menores hace seis años. Allí doscientos niños de los tugurios de Lima la horrible acuden buscando encontrar una manera de torcerle el pescuezo a la pobreza. Algunos son negros; la mayoría, mestizos. Casi todos están mal nutridos, son poco educados”. Recuerda que juegas más por ellos, Paolo, por una multitud hambrienta y marginada del país. Por millones que carecen de educación y persiguen en su ceguera un ejemplo moral: ese es el signo de tu sagacidad, tu nobleza y tu energía implacable. He recordado que una mañana, en una clase de Educación Física, corrí al lado de Wally Sánchez. Él apenas se movía, tocaba levemente la pista de arcilla con las plantas de sus pies. Miré sus zapatillas, estaban radiantes. Él lo notó y me dijo: “Me las acaban de regalar, no las quiero malograr”. Así cuidaba cualquier chico necesitado un tesoro que lo sintiera lejano; ahora esa joya, para la afición, es el Mundial de fútbol y queremos que estés presente.