María José Osorio

Necesito saber tu opinión. Todos deberían tener una. ¿En qué crees? ¿Qué te mueve? ¿Qué te molesta? ¿Eso? ¿Por qué? ¿Por qué no te molestan menos cosas, más cosas, cosas distintas? ¿Cuál es el valor nutricional de tu opinión? Exceso de dulzura, de sal en la herida, de izquierda, de derecha, de individualidad, de generalidad. ¿Está escrita en piedra? ¿En barro? ¿En sangre? ¿En los comentarios de un post de Instagram? ¿Dónde la dices? Más vale que la digas, mejor aún que la grites. ¿Cuántos retuits tiene tu opinión? ¿Cuántos me gusta? ¿Cuántas balas se disparan con tu opinión? ¿En cuántas calles marcharás?

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Es vital, necesario, determinante que te pares en alguna parte, que elijas una bandera, que muestres tus colores. No se puede ser tibio en estos tiempos, no se puede estar confundido, evolucionando, en proceso de descarga. No puedes creer esto, pero también aquello. No puedes darle espacio a los matices. Los grises son cobardes. ¿El mundo se cae a pedazos y tu sientes que “depende”? Bah, qué poca cosa. Tu opinión me dirá casi todo lo que necesito saber sobre ti, me permitirá ubicarte en la cuadrícula; como una radiografía, tu opinión revelará tus vértebras.

¿Qué tan tuya es tu opinión? ¿Nació de ti, de los castillos mentales que has construido o la pediste prestada? ¿No son todas las opiniones prestadas acaso? ¿No estamos sentados en la silla que ya ocupó alguien? No hay ideas nuevas ni opiniones nuevas. Somos un pastiche, un collage, un popurrí de puntos de vista ajenos. ¿De qué está hecha una opinión? ¿De la verdad? ¿Cuál verdad? ¿La tuya o la mía? ¿La de los medios? ¿La de Google? No vemos las cosas como son, sino como somos, dijo Anaïs Nin. Las opiniones pueden ser solo guiños a alguien. Instrumentos de pertenencia. Opino esto porque quiero ser parte de los que opinan esto, opino esto como una herencia que no se cuestiona. Las opiniones a veces son como esas anécdotas que alguien más nos contó y que ahora contamos como nuestras a tal punto que realmente no sabemos distinguir si nos pasó a nosotros o no. Una opinión que quedó en ti por ósmosis, por rodearte lo suficiente de ella, como un fumador pasivo con los pulmones agrietados a causa del humo de los demás. ¿Tu opinión es infumable?

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¿Cuál es tu opinión? Más vale que tengas una y que no la cambies, que cierres las fronteras, que te rindas ante el algoritmo de Facebook, que solo consumas de aquello que la alimente y te confirme una y otra vez que sí, que lo que tú piensas es mucho mejor que lo que otros piensan. Porque si tanta gente piensa lo mismo que tú y se ve cómo tú y se ríe de lo mismo y sus miedos se entrecruzan con los tuyos, entonces ¿cómo no van a estar ellos en lo correcto? Una encuesta global realizada por Edelman Trust Barometer encontró que el 64% de las personas tiende a buscar solo información que confirme sus creencias, mientras que hace caso omiso de la información que las contradiga. Cuida tu opinión de intrusos, de migrantes. Que no se junte con otra gente, que sea una cámara de eco, que no se exponga a la posibilidad del equívoco, que no tenga que repensar nada ni agregar nuevos valores a la ecuación. Que se mantenga intacta, estoica ante el embate de nueva información y sea tan fuerte y clara que se convierta en la única opinión que eres capaz de escuchar, //

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