Hace un año y medio, en el momento más complicado de mi vida profesional, un buen amigo me invitó a almorzar a su casa. Yo acababa de renunciar a mi trabajo en un importante canal de televisión y si bien estaba convencida de mi decisión y de mi nueva etapa como empresaria, me hallaba muy afectada. Me sentía como cuando acabas una relación y tus amigas te tratan de subir la moral a punta de flores y piropos hacia tu persona, y sapos y culebras hacia tu ex, con el fin de subir tu autoestima. Pero mi amigo, digamos, tenía otro estilo. “Cambia esa cara, oye”, fue el recibimiento cuando me aparecí en su puerta.
Ya en la mesa, mientras contaba todas mis miserias, esperando ahora sí alguna palabra de compasión, una sobadita en la cabeza, soltó una carcajada y me dijo convencido: “Deberías hacer una rutina de stand up comedy con lo que te ha pasado. Usarlo para matarte de la risa y que se rían contigo”. Pensé que estaba borracho, pero solo habíamos tomado jugo de mandarina. No podía creer que me recomendara tremenda estupidez. Lo que pasaba por mi cabeza entonces era ira. Estaba molesta con este supuesto amigo que, en vez de tirarle lapos al piso por haberme hecho tropezar, como hacen las mamás con sus hijos chiquitos, me los tiraba a mí. Mientras escribo esta última frase entiendo lo herida que estaba para no darme cuenta del terrible cuadro de complacencia en el que a veces caemos cuando nos equivocamos. Es más fácil culpar al universo que entender que tú también tienes responsabilidad sobre lo que te pasa porque nadie te puso una pistola en la frente al momento de tomar tus decisiones.
Pero tan importante como eso es entender que las heridas son fundamentales para avanzar. Solo acuérdate de cuántas veces te caíste de niño para poder caminar. Sin heridas no hay aprendizaje ni progreso porque la dificultad genera evolución. Por supuesto que nada de esto lo tenía tan claro cuando estas estaban en carne viva, pero a medida que las fui sanando comencé a comprenderlo todo. Y si bien mi amigo me había echado alcohol a la herida, con el tiempo le di la razón. Ya sanada, cuando podía pararme en una conferencia y hablar en voz alta de mis fracasos sin ponerme roja y sin que se me quebrara la voz, cuando ya hasta me atrevía a hacer algún chiste sobre lo que constituyó por meses mis peores pesadillas, me di cuenta de que era el momento de enseñar mis heridas sin pudor ni filtros.
No hice una rutina de stand up, pero sí una conferencia, que titulé: “Mis heridas favoritas”. Invité a dos mujeres, Cristina Quiñones y Ana Romero, para que juntas mostremos nuestro lado más vulnerable y así lanzamos el evento para público en general. Tengo que confesar que la noche anterior a la presentación me la pasé en vela. Estaba nerviosa, no era una conferencia de marketing o estrategia donde solo tengo que preocuparme porque el audio del video salga bien. Iba a contarles a 150 personas que no conocía lo que peor me había salido en la vida personal y profesionalmente. Pero ¿por qué alguien en su sano juicio haría un evento para caminar rumbo a la hoguera y autoquemarse viva? ¿Por qué 150 personas invertirían un jueves en la noche en escuchar de fracasos? La respuesta para ambas preguntas creo que se resume en una palabra poderosa: aprendizaje .
Ya en el escenario decidí que no iba a seguir un guion ni repetir un texto aprendido de paporreta. Tampoco iba a editar mis heridas. Mucho menos me iba a mostrar como víctima. Esa noche me expuse en todo el sentido de la palabra. No puedo decir que no me quebré y eso me hizo notar que hay por allí algo que no había cicatrizado del todo. Tampoco puedo decir que esa noche dormí como un bebe, pues me desperté algo resaqueada del dolor del ejercicio. ¿Valió la pena hacerlo? Totalmente. Las conversaciones posteriores que tuve con muchas de las personas que asistieron me demostraron lo importante que es abrir nuestra vulnerabilidad para inspirar/impactar/sanar a otros. Pero viéndolo desde un lado egoísta,
“Mis heridas favoritas” fue el homenaje que me permití hacer a lo peor que me pasó y que estoy segura de que impactará en lo mejor que está por venir. //