Camino al sur por Año Nuevo, no solo manejé sino que tuve la oportunidad, como piloto, de estar absolutamente atenta y con los ojos fijos en la carretera. Así fue como vi y pude contar no uno, ni dos, ni tres, sino cinco perros atropellados y muertos en la berma central. También pude ver cómo uno tentaba su suerte y, por qué no, su vida, al intentar cruzar entre carros que superaban los más de 120 km por hora.
Me pregunto: ¿qué clase de persona atropella a un animal y se da a la fuga? Ni otro animal deja a su compañero a su suerte. Pero al parecer, nuestra ciudad está llena de ‘animales’ porque solo en Lima, hasta el 2020, había 4 millones de perros callejeros.
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Antes de adoptar a Maui, me uní a gran parte de los grupos de rescatistas y adopciones de animales que existe. Es por eso que diariamente veo los casos que se publican. No podría hablar de un número específico, pero la cantidad abrumadora de animales que son abandonados cada día es una tragedia.
¿Cómo ayudar?, le pregunto a Javi cada vez que me nace el impulso de abrir una organización no gubernamental para estos fines. ¿Cómo se empieza? ¿Cuál es el primer paso? Y ahí me quedo, estancada entre la intención, las ganas y la inercia ante la falta de una guía para ponerme manos a la obra.
Y así he ido yendo por la vida en estos últimos meses, informándome de a pocos sobre las iniciativas ya existentes, sobre las distintas ONG relacionadas con este problema de salud pública, el trabajo que hacen, la ayuda que brindan. La excelente noticia es que todas necesitan de manos que sumen, no solo para darle hogar y amor a tanto animal en abandono, sino también para hacer campañas de esterilización y educación. Todos, sin excepción, podemos apadrinar un animalito en necesidad. No solo eso, todos podemos colaborar de diferentes formas: ya sea comprando productos profondos o siendo parte de los distintos voluntariados que existen en las distintas organizaciones animalistas locales.
En septiembre pasado, caminando por Nueva York, me encontré con una larga cola de personas: “Pruebas covid gratis o vacunación”, pensé. Pero me di con la sorpresa de que era una fila de personas buscando adoptar un animalito. La campaña de adopción se realizaba dentro de una casa rodante, decorada con flores de colores y estética de café al aire libre. Me imagino que era itinerante y así se trasladaba de zona en zona.
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Iniciativas de ayuda a animales hay muchas, pero aquí en la región algunas en particular llamaron mi atención. Comedog, de Colombia, se encarga de poner dispensadores de agua y comida para perros y gatos en lugares estratégicos de la ciudad. La idea funciona siempre que haya padrinos humanos que se encarguen de reponer el alimento.
En Brasil existe Canismo, una iniciativa que incluyó arte: perros de albergues fueron bañados en pintura no tóxica para que se sacudieran frente a lienzos en blanco. Estos maravillosos diseños fueron puestos a la venta. La intención era atraer la atención del mundo frente al problema de los animales abandonados. En este caso, mientras esperan por una segunda oportunidad, pintan.
Dicho esto, propongo a todo aquel que me esté leyendo y tenga una idea o la intención de hacer junto a mí algo más por los millones de perros en abandono, que me escriba.
Quizá, con algo de suerte, en algunos años podamos convertirnos en Holanda, el primer país que declara no tener un solo perro callejero desde el año 2016.
Vamos, 2022, con fe. //
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