Bucear con tiburones ya no me da miedo. Frente a ellos siento respeto y gratitud. Como fotógrafa submarina peruana, sueño con registrar tiburones vivos en mi país. A pesar de tener 66 especies de tiburones en nuestro mar, las imágenes de ellos vivos se cuentan con los dedos. En Perú solo los he visto muertos.
La primera vez que los tuve enfrente fue en Indonesia. Encontré dos tiburones de aleta negra bebés debajo de un coral. ¡Mi mente gritó “¡Sal, ahorita viene la mamá!”, y el soundtrack de la película de Steven Spielberg, que tanto daño le hace a los tiburones. El prejuicio lo tenemos todos, pero la capacidad de reeducarnos, también. La enseñanza me llegó al voltear a ver al guía local: tenía las palmas juntas en forma de rezo, hizo una reverencia con la cabeza y luego se tocó el corazón. En ese instante comprendí que lo que vivía no era peligroso: era especial.
MIRA TAMBIÉN: El ilustrador científico que dibuja lienzos de las aves más enigmáticas de todo el país
Los tiburones son como nosotros, cada individuo tiene su personalidad. Generalmente, les importamos poco y es muy difícil que se acerquen. Sin embargo, hay otros más curiosos, como el tiburón limón, parte de la familia Carcharhinidae, la cual ha reducido 68% su población. Por ello, este año Panamá ha propuesto y triunfado en regular su comercio internacional en la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES) para asegurar su supervivencia.
Perú se resistió a regular su comercio, a pesar (o debido a) ser el mayor exportador de aletas de tiburón de Latinoamérica. Según Ojo Público, en los últimos dos años hemos exportado 660 toneladas de aletas al continente asiático y solo en el 2021 el valor fue de 17 millones de dólares.
Los argumentos del Ministerio de Producción, en el Congreso, sorprendieron por la ausencia de sustento científico. Una de las razones para no aceptar la propuesta fue un estudio del Instituto del Mar del Perú (Imarpe), que analizó los desembarques durante 10 años. Lo que se observa es un incremento de estos en los últimos años, asegurando que la población no ha sido afectada. Según expertos, el incremento en desembarques no es indicador de poblaciones en aumento, sino lo contrario: sugiere la sobreexplotación.
BUSCANDO TIBURONES EN LIMA
Son las 4 de la mañana y estoy en el mercado mayorista de Villa María del Triunfo. Espero a Diego Muñoz, chef peruano comprometido con la gastronomía sostenible, y a Adriana Gonzáles, bióloga marina especialista en tiburones.
COMPARTE: Las postales que retratan la lucha diaria de los ashánikas por preservar la Amazonía peruana
Los mercados son el segundo eslabón en la cadena de comercialización, aquí los tiburones llegan sin aletas. Al desembarcar se separan en dos rutas: las aletas para comercio internacional y los troncos para consumo nacional. Los peruanos comemos tiburón desde épocas preíncas, pero, a pesar de nuestra relación histórica, un estudio de Rocío López de la Lama reveló que solo dos de cada 10 peruanos saben que el tollo es tiburón. La complejidad y desinformación en el consumo nacional no está en discusión en CITES, lo que se va a regular es su comercio internacional: las aletas.
Adriana empieza contándome que esta tradición inicia cuando China era un imperio y los emperadores consumían sopa de tiburón como símbolo de poder. Pero cuando China se volvió comunista, la sopa se popularizó y hoy se sirve para manifestar estatus.
¿Cómo es la sopa de aleta de tiburón? Le pregunto a Diego. “La he visto en la carta, pero no la pediría ni para mirarla. En China lo que sí vi fue cerros de aletas en los mercados. Las usan por el colágeno, las convierten en cápsulas y del lado gastronómico como exquisitez”.
Esta sopa costaría hasta 200 dólares por plato, pero ¿cuál es el verdadero precio? “La extinción de una de las especies más antiguas del planeta. 200 millones de años más antigua que los dinosaurios, 40 millones más antigua que los árboles. El impacto es brutal, ni siquiera podemos calcular qué nos pasaría sin ellos”, responde Adriana.
En el 2007, en El Bulli de Ferran Adrià, considerado el mejor restaurante del mundo, existía un plato llamado sopa de aleta, que Diego recuerda haber preparado. “Era un juego ecológico con doble sentido. La base era de calabaza, que imitaba una aleta de tiburón, pero vegetal. Era una llamada de alerta ante la fragilidad de la especie”.
Hace más de 10 años ya se reflexionaba sobre este problema en Europa. Tiene sentido que los 27 países de la Unión Europea sean coproponentes de la propuesta 37, que logró incluir en CITES a toda la familia Carcharhinidae.
Según la propuesta, es necesario incluir a las 54 especies de esta familia porque son muy parecidas entre sí y, si solo se aplica la regularización a una parte, la ejecución de la medida en aduanas sería muy difícil (son casi imposibles de diferenciar). Ochenta y ocho países votaron a favor de esta ambiciosa propuesta, 29 en contra y 17 se abstuvieron. Perú públicamente comunicó su voto en contra, pero le toca acatar. Tiene 12 meses para empezar a regular el comercio de todos los Carcharhinidae.
COCINA Y SOSTENIBILIDAD
Es responsabilidad del cocinero conocer qué especie está preparando, en qué estado se encuentra y cuál es su tamaño legal para ser consumida. “Debería ser casi un reflejo, como cuando te venden una palta demasiado verde, la devuelves porque le falta madurar. Lo mismo con los pescados: si es muy pequeño, no se compra porque le falta crecer, debería estar en el mar”, refiere Diego. Percibo amor y admiración cuando me hablan de los tiburones. Sospecho que los han visto vivos. ¿Cómo fue su primer encuentro con un tiburón? “Trabajaba en Australia y un día me fui solo a correr olas. Cruzando un canal donde había tiburones, lo vi y me quedé hipnotizado, la fascinación fue automática y, en vez de huir, intenté seguirlo”. La percepción de Adriana fue instintiva: les tenía miedo. “En una pasantía en Galápagos, haciendo snorkel, mi compañero dijo: ‘No se muevan, ¡tiburones!’. Yo quería salir corriendo, pero él lo dijo para no espantarlos. Los tiburones también tienen miedo. Sentir esa energía poderosa y esa elegancia al desplazarse fue amor a primera vista”.
Según el estudio de López de la Lama, la percepción de los peruanos sobre los tiburones es de miedo o peligro. Cuatro de cada 10 peruanos no saben que hay tiburones en su costa y tres de cada cuatro no saben que los han consumido.
En Perú se han registrado cero ataques de tiburón. Hay que tener miedo de argumentos sin sustento científico, la falta de investigación de las instituciones competentes, la poca voluntad política por preservar el ecosistema y de nuestro voto en contra de seguir comercializando sin regulación. //
El Instituto Humboldt de Investigación Marina y Acuícola (IHMA) ha iniciado una cruzada que busca sensibilizar sobre el peligro de la contaminación en los océanos.
La idea se materializó en el documental Por amor al mar, dividido en tres capítulos de 18 minutos cada uno, en promedio. La investigación hace un repaso por ecosistemas marinos de Chimbote, Pisco, Lima y Callao, de la mano de expertos comprometidos con la conservación.
Puede encontrar los enlaces para ver los capítulos en Facebook y YouTube, como: Por Amor Al Mar Documental.