La vida se cuenta en años y también en estos números: 16 quimioterapias, 25 radioterapias y 12 cirugías son el registro que la tripulante colombiana Claudia Obando lleva como marcas en su piel y a las que sometió en el tiempo récord de dos años. Ella fue diagnosticada de cáncer al seno.
Su hermana y su padre también padecen de esta enfermedad. Aun así la sonrisa y esperanza viven en Claudia. Este es el testimonio de una mujer realmente valiente.
“Parezco una muñeca de trapo (sic), estoy cosida por todos lados, pero cada costura me recuerda lo valiente que soy. Conocí una Claudia que no sabía que existía. Mis amigas me dicen 'tú eres mi súper heroína. Todo lo que has pasado y estás bien'”, cuenta a sus 45 años de edad.
Claudia es auxiliar de vuelo en la empresa Viva Air, pero dejó de trabajar hace dos años, cuando se enteró que tenía cáncer de seno, la misma enfermedad que un mes antes su hermana le había confesado padecer.
“No es fácil que te digan que tienes cáncer, porque siempre lo relacionamos con la muerte y claro asusta. A mí me hicieron una ecografía y no tenía nada. Un mes después sentí una bolita en mi seno, era cáncer grado tres y el tumor tenía seis centímetros y medio”, recuerda.
Antes de recibir la noticia Claudia ya se había informado mucho acerca de esta enfermedad, pues el caso de su hermana le movía hacerlo, a ella le había aconsejado y dado toda la fortaleza posible.
¿Lloró mucho? “He tenido días difíciles, pero mira que casi no he llorado. Yo aconsejaba mucho a mi hermana que sea fuerte y no era consecuente que yo me pusiera a llorar. Desde el comienzo acepté la enfermedad”.
Sin embargo, cuando se enfrentó a la primera quimioterapia Claudia pensó “no voy a poder". "Hay muchas mujeres que no lo hacen porque les da miedo y prefieren tomar agüitas o van a la iglesia. Yo pienso que la parte médica es muy importante y claro la ayuda de Dios”, comenta.
No exagera Claudia al decir que tiene cicatrices por todos lados, el cáncer que padece es tan agresivo que hizo metástasis en sus ganglios linfáticos. De una noticia mala pasaba a otra peor. Le realizaron un examen Brca para detectar si en algún momento de su vida iba a volver a tener cáncer y sí, las probabilidades daban a un 90%.
Le hicieron una cirugía de vasectomía bilateral, le quitaron ovarios, trompas de falopio, y útero, le vaciaron los senos, pero Claudia sigue ahí. Es increíble cuando dice: “Soy bendecida”.
La parte oncológica ya terminó para ella, está en la recta final, lo que los doctores llaman remisión. “Me han puesto implantes en los senos, viendo que sean simétricos y poniéndome pezones. Mi pronóstico hoy es favorable y todo está controlado”, declara.
Su cabello ha vuelto a crecer, ya se deshizo de las pelucas, ha vuelto a sentirse viva, aunque las noticias malas no hayan acabado. El año pasado se enteró de que su padre tenía leucemia. “Mi papá es una persona de 83 años, está muy cansado, él no sabe que yo estoy enferma, tampoco mi mamá, para qué, la salud pública en Colombia es muy mala”.
En este proceso el apoyo incondicional de su pareja con quien lleva 16 años de relación ha sido gratificante. No están casados, no tienen hijos, pero sí están llenos de amor el uno por el otro. Y así lo ha sentido Claudia en la etapa más difícil de su vida.
“Él y su familia me han apoyado mucho, estos momentos nos han fortalecido como pareja, y sé que estará a mi lado para lo que necesite. Los pacientes con cáncer debemos dejarnos querer y ayudar porque no son días fáciles. Yo siempre he vivido enamorada de mi trabajo, la maternidad siempre la pospuse, nunca fue mi prioridad”, agrega.
Claudia habla con emoción de su trabajo como auxiliar de vuelo, dice que extraña a sus compañeros, que sueña con empezar y que le hace mucha ilusión volar en el avión rosado.
“Me fortalece mucho saber que hay un avión rosado con mi nombre, el día que trabaje ahí será el momento top de mi vida. El avión lleva un nombre pero son miles de mujeres que hemos luchado venciendo esa enfermedad, muchísimas personas nos identificamos con eso”, asegura.
La voz esperanzadora de Claudia, es motivadora, contagiosa, fuerte. Repite con alegría, con ánimo, con fe, como si antes no hubiera pasado por todo lo que pasó. “Siento que volví a nacer, soy una mejor versión de mí misma, me siento más enamorada de mi familia y mi trabajo”, dice. Y no ha cómo no creerle.