Desde mi primera visita como voluntario a un proyecto de conservación de guacamayos –en un área que hoy ocupa la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja-Sonene– he visto cómo la investigación científica, el ecoturismo bien llevado y la fotografía conservacionista han unido esfuerzos para proteger la biodiversidad. En aquel entonces era fines de los ochenta. El panorama esta vez es distinto. En medio de una pandemia, bajo protocolos estrictos, y porque la ciencia nunca para, la misión es dar una segunda oportunidad a un grupo de monos araña peruanos o maquisapas (Ateles chamek) rescatados del tráfico y la tenencia ilegal. Son animales que han sufrido traumas al contacto con el humano, llegan desnutridos y muchos hasta han perdido el instinto de supervivencia en la selva. Su proceso de readaptación puede tardar luego de ser liberados en áreas donde tiempo atrás fueron exterminados por la caza furtiva. Esto ocurría en la zona baja del río Madre de Dios, antes de que se creara la Reserva Nacional Tambopata.
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El trabajo de los científicos no queda aquí, luego viene el monitoreo y estudio de la adaptabilidad y el éxito del grupo en el bosque, hasta su total integración en su nuevo hábitat. Es así que algunos son liberados con radiocollares para poder ubicarlos mediante telemetría.
Algo parecido sucede con las tortugas taricayas. El Centro de Rescate Taricaya recolecta sus huevos antes de que los recolectores ilegales lo hagan para el mercado negro. Los huevos son llevados a playas artificiales resguardadas para garantizar su protección e incubación.
En la misma línea, un programa de identificación de jaguares ya registró a diez de estos felinos. Hoy en día, los jaguares valen mucho más observados y fotografiados vivos en la naturaleza, que muertos.
Todo este trabajo de protección puede acabarse en marzo si el Centro de Rescate Taricaya (y decenas de otros en la zona) se ven obligados a cerrar y a devolver, en este caso, a más de 80 animales al Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (Serfor). “Lo que queremos es continuar con nuestra labor de educación y conservación de la fauna rescatada y con el programa de readaptación y liberación de especies silvestres”, nos dice Fernando Rosemberg, fundador del Centro de Rescate Taricaya. No hay tiempo que perder. //
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