Parada en la terraza de San Giorgio, quizá el mejor punto desde donde se contempla Portofino, finalmente la reconozco. Lo que estoy viendo, además, es la misma postal que se forma cuando termino el único rompecabezas de 1.500 piezas que hay en casa. Todos sabemos que los rompecabezas tienen impresas las fotos de los lugares más increíbles del mundo. Este pueblito pesquero de poco más de 500 habitantes enclavado en la región italiana de Liguria es hermoso, entrañable, inolvidable. De los más bonitos que vi en la vida. Un día basta para recorrerlo y enamorarse. Por eso tiene toda la lógica –y el corazón- del mundo que el director de la nueva película animada de Disney, Luca, haya decidido que la aventura se desarrolle en un sitio ficticio similar a Portofino, en medio de casas de colores en las que la ropa se tiende a vista de todos; de cálidas calles empedradas que suben y bajan por cerros llenos de pinos y olivos; de niños correteando a orilla del mar o comiendo helados de vainilla. Que más necesita un alma para sanar encierros. Nada más. O casi.
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En la película recientemente estrenada en Disney+, Luca y Alberto, dos adorables monstruos marinos que se convierten en personas al salir del agua, deciden descubrir las maravillas de la superficie al irse a pasar un verano entre los seres humanos a Portoroso, un pequeño pueblo inspirado en uno de los tantos que existen en la famosa e idílica Riviera Italiana. Esta, en la vida real, posee una extensión de 300 kilómetros que se despliega la norte y al sur de Génova. La península de Portofino es solo una de las paradas obligatorias, pero también están las espectaculares Cinque Terre: un grupo de pueblitos pesqueros abrazados a bellos acantilados en Liguria (de donde es originario el director de Luca, Enrico Casarosa). Y Camogli, Santa Margherita Ligure, Rapallo, La Spezia, Porto Venere, entre otras. Toda el sector se caracteriza, pues, por una arquitectura extraordinaria y una de gastronomías más relevantes de Italia con sus focaccias, la salsa pesto, sus limoneros y sus sabrosas anchoas.
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Cómo llegar desde el Perú
La Riviera Italiana no es un destino barato, pero tampoco imposible. Unos buenos meses de ahorro y programación y la visita a alguno de los pueblos que la componen es factible. De entrada, y aún en un contexto de pandemia, los ciudadanos peruanos pueden ingresar a Italia (aunque el Estado pide allí una cuarentena de 10 días para los viajeros).
Desde Roma se vuela o se va vía terrestre a Génova, situada al noreste del país. Ese es el punto de partida hacia el norte, pero preferentemente para el sur, a donde uno tiene la posibilidad de ir. Ya sea en carretera o por el océano. Portofino, por ejemplo, es un lugar costoso para hospedarse o hasta pedir un cono de helado (eso tiene que ver también con el hecho de que artistas, diseñadores o deportistas famosos llegan hasta ahí en sus yates para descansar o relajarse). Sin embargo, puede ser recorrido durante todo un día. Hay pueblos más cómodos donde no faltan, además, las opciones de airbnb para pasar más días. Dato no menor: a todos estos hermosos lugares se puede arribar por carretera o en un ferry que surque las aguas del azulado Mar Mediterráneo.
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Vistas espectaculares, caminatas por montañas con la brisa marina en la cara, comida como pocas y recuerdos hasta la tumba. A Luca le quedó claro por qué la superficie en la Riviera Italiana era tan extraordinaria. A ustedes tampoco les quedará dudas//.
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