Por años se pensó que era una caprichosa colina ubicada a un extremo de la ciudad de Jaén, en Cajamarca. Pero no hubo que excavar mucho para que emergieran extrañas evidencias que terminarían por revelar a unos de los más sorprendentes hallazgos arqueológicos del mundo: una cultura que se desarrolló en las actuales jurisdicciones de Ecuador y Perú, que domesticó el cacao dos mil años antes que los olmecas y dejó templos de estructura inédita.
Templos rematados por enormes espirales hechos de piedras alineadas como un espejo de la Vía Láctea.
¿Qué espectacular cultura surgió en esta parte de la selva alta, que se atrevió a erigir templos de barro y piedra en una zona azotada por fuertes lluvias?
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Es imposible dejar de hacerse esa pregunta cuando uno asciende a la colina de 5.000 metros cuadrados que ha sido rodeada e invadida por el anárquico crecimiento de Jaén.
La pirámide tenía una hermosa laguna al lado sur, me cuenta el arqueólogo Quirino Olivera, director del Programa de Investigación Arqueológica Marañón. Pero un colono la drenó para convertirla en campo de cultivo. Se perdió así un contexto paisajístico que habría dado un increíble valor a este hallazgo arqueológico.
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La lucha ha sido grande para este cajamarquino, que por años fuera director ejecutivo de la Asociación Amigos del Museo de Sipán en la gestión cultural de dicho museo, en la vecina Lambayeque. Pero que se cansó de la comodidad de su cargo y salió a la selva a continuar una investigación en Tomependa, en la unión del río Chinchipe con el Marañón, donde había levantado información para obtener su título de arqueólogo.
Luego pasó a Montegrande y tuvo que soportar el ninguneo de las autoridades antes de que este monumento se convirtiera en un orgullo para Jaén.
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Pero no solo las invasiones en plena zona arqueológica son su dolor de cabeza, sino la falta de presupuesto que ha impedido que se construya una cubierta para evitar que cada lluvia dañe los trabajos de excavación.
El reto más grande ahora es desmontar el ojo de la espiral que remata la cumbre de la huaca para llegar hasta la tumba principal. ¿Cuánta información saldrá de una civilización que hasta hace poco era totalmente ignorada?
El Ministerio de Cultura debe finalizar el proceso de saneamiento físico legal del monumento arqueológico de Montegrande, cuyo proceso se inició en el año 2012. El ministro de Cultura, Alejandro Neyra, ha ofrecido cumplir con dicho proceso. De no ser así, el Gobierno Regional de Cajamarca no podrá invertir S/ 527.070,21 en la construcción de la cubierta.
“Sin la cubierta en un territorio de intensas lluvias como es Jaén resulta imposible develar la tumba”, expresa Quirino Olivera. Tan solo una hora de lluvia podría destruir miles de años de historia.
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Fui testigo de la rapidez con que tiene que actuar el equipo de arqueólogos cuando empieza a llover. Corren a cubrir con pesadas cubiertas de hule la invalorable área de trabajo donde se ven esqueletos, vasijas y huellas de una actividad que se remonta a cinco milenios.
Hace cien años Julio C. Tello sostuvo la hipótesis de que el origen de la civilización andina se encontraba en la Amazonía. El sabio ya no tuvo tiempo de investigar en la selva, pero envió a Pedro Rojas Ponce, uno de sus colaboradores, a realizar investigaciones en Huayurco, en la unión del río Tamborapa con el río Chinchipe, en Jaén. A pesar de que Rojas Ponce logró registrar un importante conjunto de artefactos de piedra, no encontró arquitectura monumental.
“Ese siempre ha sido el argumento perfecto para investigadores que consideraban que la Amazonía fue un lugar inhóspito, habitado por tribus salvajes dedicadas a la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. Se argumentaba, además, que la pobreza de los suelos y la densa vegetación fueron factores que impidieron el desarrollo de la agricultura intensiva y, con ella, el surgimiento de sociedades complejas”, dice Olivera.
Pero Montegrande es el eslabón perdido de Julio C. Tello. El origen de la civilización peruana podría estar en la selva, a juzgar por la antigüedad de los restos.
Las investigaciones que viene desarrollando Olivera y su equipo desde el 2010, en Montegrande y San Isidro en Jaén, Cajamarca, así como Casual y Las Juntas en Bagua, Amazonas, están permitiendo descubrir arquitectura monumental de carácter público religioso, edificada por una antigua cultura precolombina a la que se ha denominado cultura Marañón. “El templo arqueológico de Montegrande, con su singular arquitectura en forma de espiral construida bajo conceptos ideológicos sagrados para venerar y rendir culto a sus dioses, demuestra que el hombre amazónico que ocupó estos espacios geográficos hace 5.300 años estaba plenamente integrado al medio, producía sus alimentos y disponía de una economía excedentaria basada en la agricultura. Suficiente como para dedicarse a la arquitectura, la alfarería, la cestería, la elaboración de textiles, la escultura en piedra, madera y hueso”, refiere el arqueólogo.
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Han pasado diez años desde que Quirino Olivera diera con el hallazgo y ahora todos los alcaldes de Jaén de distintas tendencias políticas vienen apoyando las investigaciones arqueológicas en Montegrande. Los camiones que recolectan la basura tienen pintada la imagen del templo. Lo mismo pasa en los colegios, en los parques y en las avenidas. Las revistas del mundo le dedican varias páginas al tema.
Las investigaciones de Montegrande son ahora parte de la arqueología binacional de Ecuador y Perú y varias veces han sido incluidas en los acuerdos entre ambos países.
Un símbolo del pasado en forma de espiral renació para generar cambios positivos. Y solo es el inicio. Es una curiosa coincidencia que el símbolo del bicentenario sea una espiral. //
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El templo arqueológico de Montegrande está conectado en diseño y temporalidad con Palanda, otro templo similar ubicado en la cuenca del río Chinchipe, pero en la parte ecuatoriana.
Estos sitios, junto a otros ubicados en torno a los ríos Marañón y Utcubamba, de gran antigüedad y singularidad, hacen de este espacio geográfico un potencial donde se encuentra el origen cultural y de domesticación de especies vegetales, como el cacao.
En Palanda, los arqueólogos han identificado el cacao más antiguo del mundo, con 5.300 años, y en la selva del Marañón, cercana a Montegrande, se encuentran hasta doce variedades de cacao nativo awajún, lo que muestra la alta variabilidad genética existente y, por tanto, el origen de la domesticación de la especie.
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