Si hay algo que define a Lima, y la hace única, es su atmósfera: posee un cielo predominantemente nublado que difumina la luz natural. El sol se inclina hacia el norte en invierno y hacia el sur en verano, generando que las horas diurnas sean las mismas casi todo el año. Bajo esas condiciones, las construcciones no requieren una orientación determinada ni grandes sombras, explican César Becerra, Fernando Puente Arnao y Manuel de Rivero, directores del estudio de arquitectura 51-1.
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