Confiesa que volvió a nacer. Sabía que su esposa provenía de una panaca o familia real inca, pero hasta sus casi 70 años el maestro y líder comunal Jorge Ccorimanya ignoró que él también descendía de un gran gobernante imperial. Su apellido no era Pachacútec ni Inca Roca, pero supo a través del historiador Ronald Elward que los Ccorimanya pertenecen a la panaca de Yahuar Huácac, el sétimo inca. Y que por su segundo apellido, Berreras, era descendiente de Wiracocha, el octavo. Se puso tan feliz y orgulloso que se lo dijo a su esposa de inmediato. “Apresúrese a darle un beso al nuevo inca”, le dijo.
“Saberme descendiente de la realeza inca es extraordinario. Yo hablo quechua y en mi comunidad soy un líder y creo que por mis venas corría esa sangre. Tengo esos genes. Soy un hombre decidido a hacer las cosas”, nos dijo Ccorimanya hace tres meses, cuando aún estaba con vida. Hace unos días falleció por complicaciones del covid. En el proemio que escribió para el libro Los incas republicanos dice: “Hasta ahora, la historia se ha escrito en forma rígida haciendo solo un recuento de hechos y de fechas, pero nadie se había preguntando si toda - vía quedaban descendientes de aquella sociedad”. Que Jorge Ccorimanya desconociera su linaje, el cual le fue revelado por Ronald Elward, un extranjero apasionado por este país, no sería sino el resultado de muchos años de marginación. De negación de familias que fueron apartadas de la historia oficial en un intento por que olviden su pasado y su herencia. Richard Tecse, guía de turismo y descendiente de Manco Cápac, siente tristeza por ese olvido. “Eso me hace sentir discriminado en mi propia llaqta, en mi propio país”. Tecse vive en el distrito de San Sebastián, Cusco, al que siempre han llamado “cuna de los ayllus y panacas reales de los incas”. En el 2017, gracias a la investigación de Elward, conoció parte de los nombres de sus ancestros. “Por ejemplo, en 1725 Fernando Tecse era considerado aún como noble del ayllu Chima [panaca de Manco Cápac]. Siempre me enseñaron que todos los peruanos somos descendientes de los incas. Pero me atrevería ahora a decir que eso es mentira”, señala. Él piensa que solo unas contadas familias son descendientes de los soberanos incas y deberían ser reconocidas.
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EL RASTRO EN LOS ARCHIVOS
La investigación de Ronald Elward, un holandés que llegó al Perú en el 2008 atraído por la historia de los incas, implicó el encuentro con familias que mantenían tradiciones orales sobre sus vínculos con la nobleza inca. Quería saber dónde estaban los descendientes directos de esos 14 gobernantes de los que se ufanaba la historia. Corroboró los relatos con unos 150 mil documentos coloniales y republicanos conservados principalmente en los archivos del Cusco: desde títulos de propiedad hasta partidas de matrimonio. Con un equipo de la Universidad San Martín de Porres participó en un proyecto, financiado por National Geographic, para conocer el ADN de los incas y se demostró que varias familias de los pueblos San Jerónimo y San Sebastián, con diferentes apellidos pero pertenecientes al mismo ayllu (o comunidad campesina), y similares relatos orales de origen, tenían un ancestro común que había vivido en el siglo XV, en pleno imperio inca.
Si en el año 1800 había 98 de dichas familias en el Cusco, en esta segunda década del siglo XXI quedan solo 48. Los parientes directos de Manco Cápac, Pachacútec y otros aún estaban vivos. “Durante los años de la investigación, cada vez que viajaba a Cusco me quedaba en San Jerónimo y San Sebastián para caminar por los pueblos, preguntando y tocando puertas, conversando con la gente. Pero también caminé por todos los barrios de Cusco ciudad, como Wimpillay, que ahora está casi todo construido. En 1559, el corregidor Polo de Ondegardo encontró ahí las momias de Manco Cápac y Sinchi Roca, guardadas por sus descendientes. Los ayllus de estos dos gobernadores incas se llaman Chima y Raurau, que fueron reducidos en gran parte a San Sebastián”, manifiesta el historiador.
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GRANDEZA DE OTRO TIEMPO
Como apunta el periodista Javier Lizarzaburu en una reseña, tras las devastadoras condiciones que impuso el poder colonial luego de la revolución de Túpac Amaru II, en 1781, muchos de los descendientes del mayor imperio de la América precolombina pasaron a ser carniceros, tejeros y agricultores, y no pasó mucho hasta que aprendieron a olvidar. “Este proceso continuó con la república que nace en 1821 de espaldas al Perú indígena. Y aunque en esos primeros años algunos continuaron desempeñando un papel en la política regional, progresivamente fueron invisibilizados, y aprendieron también a convivir con el racismo y la discriminación”. “A partir de fines del siglo XVIII e inicios del XIX fueron excluidos de participar en la vida política, social y económica del Perú”, puntualiza Ronald Elward. “Mi investigación demuestra que, al inicio del siglo XIX, representantes de todos los peruanos –indígenas, mestizos y criollos– participaron juntos en ese primer ejercicio de crear una democracia. Con el tiempo, ese esfuerzo conjunto desapareció y se excluyó a la mayoría, pero el nacimiento del Perú, en 1821, es un gesto de unión, con todos los grupos que participaban interesados en construir un futuro común”.
Quien ha llevado más lejos un intento de reivindicación es el gestor cultural Lucio Quisiyupanqui, descendiente del inca Wiracocha. “En noviembre de 2015 presentamos una demanda contra la Corona Española por la invasión, el genocidio y la apropiación de los templos incas que actualmente están usurpados por las órdenes religiosas”, asegura. Por su parte, Roberta Huamanrimachi, heredera de Manco Cápac y Wiracocha, recuerda que sus abuelos quisieron averiguar la forma de reclamar las propiedades de la familia, pero la falta de tiempo y dinero les impidió seguir. En su mirada hay nostalgia por una grandeza que no pudo conocer. Ella es una mujer sencilla que se gana la vida en empleos eventuales. Es significativa la historia de Isabel Atayupanqui Pachacuteq, la última descendiente del inca Pachacuteq, que antes de morir, en el 2014, recibió muchos honores pero nunca tuvo la oportunidad de aprender a leer y escribir. //
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EL LIBRO
Los incas republicanos: entre la asimilación y la resistencia cultural, 1781-1896 Autor: RONALD ELWARD HAAGSMA Fondo Editorial del Congreso del Perú, Colección Bicentenario Páginas: 592 Precio: S/ 69 en El Virrey, S/ 39 en el Fondo Editorial del Congreso Este libro puede ser considerado uno de los mayores regalos por el bicentenario del Perú, pues ha hecho posible recuperar la visibilidad de un grupo que es parte de la identidad nacional y que había sido borrado de la mirada histórica de los últimos 200 años. El historiador holandés Ronald Elward llegó al Perú en el 2008, atraído por la búsqueda del ADN de los incas. Empezó esta investigación en el 2018 y llegó a encontrar 48 familias de herederos incas.
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