Abrir el corazón de la ciudad como si fuera una operación de marcapasos solo se le puede ocurrir a dos personas: un hombre muy leído, que quiere mucho a unos nietos que todavía no conoce o un político inteligente con modales de médico que sabe que esa ciudad necesita cura para seguir viviendo.
Luis Bedoya Reyes (1919-2021) era un poco de los dos. Por un lado, gracias a las raíces donde creció: fue niño en las calles del Primer Puerto del Callao, estudió en ese crisol que es el colegio Nuestra Señora de Guadalupe y terminó Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el Perú estudiante. Entre ello, fue docente en el colegio militar Leoncio Prado. Allí se forja el acero y la piel se curte. Por el otro, vivió la mitad del Bicentenario del Perú, que ya no podrá ver, pero que conocía como muy pocos: fue dos veces alcalde de Lima, también ministro y candidato a la presidencia, aunque su mayor brillo fue el trabajo traducido en obras por esta ciudad tres veces coronada villa. De ese tiempo es esta foto.
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¿Qué inspiró a Luis Bedoya Reyes para construir la Vía Expresa?
El 2 de julio de 1967 el Director de El Comercio Luis Miró Quesada eligió una imagen futurista para la portada del número 70.116 del diario fundado en 1839: tres hombres paseando en un descapotable sobre un terreno donde antes solo había chacras. Con el título, “Inauguran primera etapa de la Vía Expresa que une Lima con San Isidro”, El Comercio le contaba a la ciudad los detalles de una obra que cambiaría la ciudad para siempre, le modificaría los caminos, le ahorraría tiempo. Y cuya inspiración estaba no solo en el plan de gobierno del PPC, partido que fundó un año antes de la inauguración de la arteria más transitada de la capital, también en el ambicioso proyecto vial que soñó el Mariscal Ramón Castilla para Lima y las ciudades cercanas.
El mismo Bedoya, rebautizado ya con el alias de Tucán por el humorista Sofocleto, lo dice en la crónica: “Será el mejor camino que conducirá del centro de la capital a Chorrillos, y que ha seguido el trazo de la vía visionaria del Mariscal Ramón Castilla, del tren a los Balnearios del Sur, primero, y luego de los tranvías eléctricos”.
Luego agregó, con la certeza que tienen los científicos: “La obra se terminará el próximo año —es decir, 1968— y aunque sea arañando vamos a conseguir el dinero”.
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CASTILLA, EL VISIONARIO
¿Quién fue Ramón Castilla? ¿Cuál fue su influencia en el Perú Republicano sobre el que escribió toda su vida el historiador Jorge Basadre? El 30 de mayo de 1980, con motivo del traslado de los restos del Gran Mariscal desde la Cripta de los Héroes del Cementerio Presbítero Maestro al llamado Panteón de los Próceres, El Comercio publicó publicó ese mismo día un editorial dedicado al histórico evento. El editorial “La vigencia del Gran Mariscal don Ramón Castilla” resume los valores y el ejemplo del caudillo peruano, quien desde el comienzo de su carrera militar demostró valor, inteligencia y patriotismo, asumiendo el gobierno nacional en 1845 y, por segunda vez, en 1855. Líneas abajo, el editorial recordaba especialmente el gesto visionario de Castilla al firmar, el 3 de diciembre de 1854, en Huancayo, el decreto de la abolición de la esclavitud: “Se sientan las bases de una autentica integración de la nación peruana y el disfrute universal de los derechos y las libertades”.
El presidente Castilla, inmortalizado con sus bigotes canos, su traje de seda azul oscuro y la espada de honor lista para a batalla en las Láminas Huascarán, había hecho algo más por la ciudad: no solo darle la libertad absoluta a todos los ciudadanos, también proponerles un sistema en que todos la disfruten: el 17 de junio de 1851 funcionó el primer ferrocarril del Perú, uno de los más antiguos de Sudamérica.
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LA INAUGURACIÓN
Tan fascinante como proclamar que en 2030 viviremos en la Luna, el fundador del Partido Popular Cristiano tomó un megáfono y esa mañana dio por inaugurada la principal obra de sus años de gestión (1964-1969), la construcción de esta zanja que cortaba la ciudad en dos, y unía el centro con La Victoria, Lince, San Isidro, Surquillo, Miraflores y Barranco en veinte minutos. El 1 de julio de 1967, al lado del presidente Fernando Belaúnde y el arquitecto e inspector de la obra Benjamín Doig, Bedoya recorrió por primera vez los cuatro carriles de la autopista, mientras unos ochenta mil incrédulos a los lados de ese primer tramo aplaudían, agradecidos. Unos 190 millones de soles de la época fueron invertidos en su construcción. Además fueron removidos 1′200,000 metros cúbicos de tierra y utilizadas más de dos millones de toneladas de fierro y 200 mil toneladas de cemento.
Lima necesitaba respirar y Luis Bedoya Reyes, el último patriarca vivo de la política peruano, lo detectó. Sirva su ejemplo, y la leyenda que crecerá con su muerte, para recordar que las capitales no solo tienen pasado, sobre todo futuro. Y que se prepara hoy.
ASÍ ERA LIMA EN 1967
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Diseño: Armando Scargglioni
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