Hay un episodio clave en la vida de Marino Morikawa que explica su amor por los ecosistemas de ríos, lagos, humedales y pantanos. Cuando tenía seis años, su padre –hijo de migrantes japoneses– lo llevó a la puna y le dio de beber el agua de un glaciar. “Hasta ahora no he probado un agua tan deliciosa como esa”, admite con nostalgia y anhelo, como si quisiera que todos experimentemos eso al menos una vez en la vida. Su madre –japonesa–, por otro lado, predicaba el amor y la gratitud al país que la recibió con los brazos abiertos. Esas enseñanzas hicieron que el científico nacido en Huaral hace 41 años se haya propuesto, como una obsesión, salvar el 70% de los hábitats naturales de nuestro país. ¿Cuántos peruanos podríamos siquiera imaginar lo mismo?
Ya había recuperado el humedal de su infancia [ver recuadro], pero era consciente de que más lugares necesitaban de su intervención. A finales del 2011, mientras realizaba un doctorado en tratamiento de aguas residuales, presentó a la universidad japonesa de Tsukuba un proyecto para realizar monitoreos ambientales y así rescatar el lago Titicaca. Solicitó los permisos a las autoridades de Puno, ofreciendo la nanotecnología como solución. La burocracia, por desgracia, jugó en contra.
En 2015 empezó a reunir recursos y dos años después replanteó la propuesta a las autoridades: descontaminar en 15 días dos kilómetros del lago. “La bahía interior de Puno, que tiene 17 kilómetros, está 100% contaminada”, revela Marino. “Una de las mayores entradas contaminantes está en la zona de El Espinar y quisimos empezar por ahí”, agrega. El proyecto piloto fue bautizado como Reto 15-Titicaca. En setiembre de ese año, el Ph. D. en Ingeniería Ambiental y su equipo iniciaron la limpieza con el objetivo de reducir, al menos, un 3% de la contaminación.
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