La reja del edificio donde vivió 17 años de su vida pasa casi desapercibida, entre un casino y un centro de estudios, en una avenida Larco hoy completamente comercial. El departamento donde vivía con su abuela y sus padres quedó durante mucho tiempo abandonado. Por alguna razón, conserva en su teléfono y me muestra fotografías del cuarto que compartía con su abuela: repleto de cosas acumuladas. “De niño tenía que arrimar algunas para poder entrar”. Jesús Alzamora publica en Instagram casi todo lo que hace, varias veces al día, pero poco se sabe de él. Su biografía es una novela que aún no ha escrito –aunque ya hay un stand up en camino- y que contiene todo lo que cualquier escritor desearía: una fauna de personajes ribeireanos o vargasllosianos que han marcado su personalidad.
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Muchos años después de ser el niño “del Miraflores misio”, es un maniático del orden y uno de los cuartos de ese departamento, ahora remodelado, es el estudio de La lengua, su exitoso programa de entrevistas en Youtube. Todo lo que hace Alzamora está marcado por la paradoja: ha hecho de la creación de contenidos en internet, su carrera y sustento. Sin ser exactamente un nativo de las redes sociales, todo lo cuenta en vivo a sus miles de miles de seguidores en las redes. Y, sin embargo, se siente de la ‘vieja escuela’. Es nostálgico, le gustan el box de hace 20 años, el tango y Bukowski. Y aprecia recibir el periódico y la revista de los sábados bajo la puerta. Como esta mañana de Navidad.
—Si escribieras una autobiografía, ¿por qué capítulo empezarías?
Hay un momento muy significativo: recuerdo el comedor de toda mi familia materna, gente con billete, como 20 personas, en una casa muy grande. Y yo estaba debajo de la mesa y no entendía nada: esta gente era mi familia pero no la tenía tan cercana. Era el menor, era el único de familia misia dentro de una familia pituca. Y no entendía por qué yo no tenía una mesa grande, ni jardín, ni perro. Esa familia materna para mí es como una novela de Ribeyro o de Vargas Llosa. Siento que hay mucho material con el que el día de mañana voy a poder hacer algo.
UNA CHARLA CON JESÚS ALZAMORA
—¿Por el lado Llosa eres pariente de Mario Vargas Llosa?
Una vez me convocaron para hacer una grabación para su museo en Arequipa. El director era Lucho Llosa, mi tío lejano (con MVLL el vínculo es más lejano). Interpreté a Mario, por la nariz bien pronunciada y también por las muelas. Le tengo cariño a mis abuelos maternos, pero hay un montón de cosas en las que yo no me siento Llosa. No sé si Alzamora tampoco.
—Apellido de cardenal, y de Nobel, y por último, nombre de mesías…
Hay un peso ahí por todos lados, del que yo siempre quise zafar. A mi viejo le digo: ¿cómo se te ocurrió ponerme tus dos nombres? Me puso Jesús Augusto Alzamora. Es algo muy de esa generación. Y a él le pusieron Jesús porque casi se muere cuando nació.
—¿Eres creyente?
Cuando tienes problemas, la típica, te acuerdas de diosito y rezas. Me pasa, lo digo sin culpa. No existe un manual de vida para ser un buen cristiano. Creo que hay que ser sobre todo una buena persona. Prefiero tener fe en mí mismo, en mis capacidades y errores.
—¿La navidad es familia, comida o tiempo de reflexión?
La navidad para mí eran mis abuelos y, desde que ya no están, la fecha perdió mucho de su espíritu. Pero desde que nació mi hijo, hace 5 años, le he dado otra oportunidad y nos hemos reconciliado.
—Si pudieras enseñarle una sola cosa a Vicente, tu hijo, ¿qué sería?
La seguridad en sí mismo. Eso te abre puertas a una chamba, a la chica que te gusta. Por ejemplo, cuando prenden la cámara soy el mejor del mundo y del Perú y no hay otro que se compare. Apagan la cámara y vuelvo a ser la persona humilde que creo que soy.
—¿Qué ventaja tiene ser hijo único?
La ventaja es que eres híper curioso. Eso me ha motivado a hacer todo lo que me ha dado la gana. Pero sí ves el mundo de una manera bastante más solitaria. Además, tenía un vicio del lenguaje. Por ejemplo, decía: “sacuncartapfavor”... y Roberto Ángeles, con quien llevé un año de actuación, me lo sacó de un día para otro, y empecé a escucharme. Ahora digo: “hola qué tal, saca una carta por favor, mírala”.
—¿Cuál es la verdad de cómo aprendiste a ser mago?
Un amigo mío me pasó la voz para su equipo de futsal. Él era arquero y mago. Luego él formó una empresa con seis magos. Empecé a pegarme a dos de ellos, uno en especial, el mago Corey. Yo no sabía ni barajar y él necesitaba algo que yo tenía por la escuela de Derecho: le enseñé a decir lo que la gente que nos contrataba quería escuchar. De hecho, estamos preparando un espectáculo sobre ese intercambio, es como un stand up, donde haremos también magia. Ya estamos en ensayos.
—¿Cómo aprendes trucos?
Mi magia va por un lado más psicológico. Terminas siendo como un seductor: es como si estuvieras cinco segundos adelantado a la realidad y utilizaras ese momento para manipular, convencer. Durante seis años de mi vida yo fui únicamente mago. Mi estilo de vida me encantaba. En una maletita chiquita metía mis trucos, mi terno, mis zapatillas.
—¿Esto de ser el seductor el que ‘manipula’, te viene de niño?
Cero. Si no fuera por el fútbol, hubiera sido el niño que se sentaba en la esquina de atrás. Mi colegio era bastante marginal, se llamaba José Olaya. Ya no existe porque el director era pedófilo. Yo era el capitán del equipo, esa era la única razón por la que me respetaban.
—Y al regresar a tu casa, ¿cómo era tu vida?
Dormía con mi abuela en un cuarto, en el Miraflores misio. Ella tenía un problema de acumulación. Había estatuas de Cristo, un montón de pastillas, ropa, con las justas podía entrar. Para mí ese era el mundo normal. Había mucho amor hacia mí, pero yo me daba cuenta de que parecíamos una familia de locos. Ahora me siendo cómodo siendo el distinto, es algo que me viene de chico.
—¿Tienes tics, manías, obsesiones?
Muchos, en algún momento el volumen de la radio en el carro siempre tenía que estar en un número par. Tengo tocs, soy muy ordenado, no me gusta tener ninguna notificación en el celular abierta. En general no me gusta acumular absolutamente nada.
—¿Eres workahólico?
Sí, enfermo total. La mayoría de mi tiempo hago cosas que me gustan: La lengua, La banca. Estoy suscrito como a ocho plataformas. Estoy viendo ahorita Succession, en HBO, brutal. Creo en la referencia, más que en la inspiración.
—¿Por qué haces seis años de Derecho sabiendo que no serías abogado?
Mi papá me obligó. Tenía un estudio de abogados y era su sueño. Al primer año de la carrera me di cuenta de que lo odiaba. Pero no me arrepiento, descubrí que la Universidad de Lima tenía una biblioteca súper surtida, y me dediqué los últimos años de la carrera a leer. Y luego empecé a ganar dinero haciendo trucos.
—¿Alguna vez te topaste con alguien que denigrara tu oficio de mago?
Sí, y los ponía en su sitio. No entendían cómo podía cobrar 300 dólares por un show. Llegaba a la reunión y los saludaba con todas las artes del Derecho. Automáticamente generaba respeto.
—¿Cómo baila tango un boxeador?
Es muy curioso. Me metí a clases de tango y a la media hora tenía clases de box. Al terminar de boxear te quedar con los brazos temblando, como 20 minutos. Al tango yo me acerco más por las letras. Tenía que googlear para entender el lenguaje lunfardo. Me obsesioné. Lo mismo el box.
—¿Qué te ha dado el box?
El box está muy presente en mi vida. Simboliza a mi abuelo favorito, que era en realidad hermano de mi abuela. Era ciego y a él le dedico mi primer libro. Aprendí que la gente que conforma tu familia no siempre es la que manda la sangre.
—¿Cuándo empieza tu romance con Alianza Lima?
Mi abuela materna veía los partidos de Alianza. Yo me sentaba con ella. Entendí lo que era ser hincha de AL, acostumbrado a pasarla mal. Lloré cuando presenté la noche Blanquiazul, con el micro, estadio lleno. Es un sentimiento de pertenencia, de amistad. Es abrazarte con un desconocido, un momento en el cual tenemos permitido ser básicos e instintivos, que a mí me encanta.
—¿Un buen futbolista tiene que ser también un ejemplo?
A los futbolistas se les carga una responsabilidad que ellos no han pedido. Pero la tienen. Ahora que los veo de cerca los entiendo más. Casi todos han tenido y tienen una vida bien pendeja y la gente cree que se les paga por patear una pelota. Me hubiera encantado ser futbolista profesional, llegué al futsal semiprofesional.
—¿Qué pasó para que no fueses futbolista?
El ‘patio’ de mi colegio era el garaje. Nunca pude entender lo que era jugar en gras, o pegar una patada fuerte.
—¿Cómo conociste a Paolo Guerrero?
Jugábamos pichangas, él todavía no sabía si iba al mundial. Con Farfán tengo una relación más cercana, nos hicimos brothers. Durante la cuarentena hablábamos por teléfono. Me pasa algo muy curioso: estoy también del otro lado, en un chat con los mejores periodistas deportivos del Perú. Estoy ahí, mirando tras bambalinas.
—¿Qué le preguntarías a Gareca, si lo sentaras en La Banca?
Una vez en Rusia tuve tres minutos con él, y le pregunté de música: le encantaba el rock pesado. Gareca tuvo un cambio muy fuerte en su personalidad. Antes era un caballo desbocado y ahora es el tipo más ecuánime frente a una cámara.
—Nunca dice más de lo que tiene que decir.
Se expresa con brillantez y humildad. Para mí es un crac y deberían ponerle Ricardo Gareca a todas las avenidas de este país.
—¿Qué es lo muy bueno de las redes sociales y qué es lo muy malo?
Para mí las redes son la democratización y la libertad absoluta. Yo me veo a mí como una marca personal que tiene que ser fácilmente tipificable. En mediano plazo, todos vamos a ser influencers. Se necesita mejorar nuestras habilidades marketeras, gestionar nuestros propios trabajos. Es nunca más esperar que un gerente de saco y corbata me dé un programa de televisión o que me pateen de la tele. Yo hago mi propia carpa, y ahora tengo mi propio estudio. La Lengua paga las cuentas, genera empleo, eso es lo que tiene que hacer un emprendedor.
—¿Cuál es el programa más visto de tus entrevistas?
Un millón de personas se han sentado a ver La Banca con Jorge Luna (Hablando Huevadas, con Ricardo Mendoza), un crack de Youtube. Si tú sumas todas las vistas del canal, más de 15 millones de personas han visto cosas en mi canal, y del chino Frank Alva, mi socio. Para mí la pandemia ha llegado para que nos enseñe a patadas a adaptarnos..
—Esto era la magia.
Tal cual, esta es. Ahora, cuando viajo, en la cartilla de Migraciones, pongo ‘productor digital’.
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