Como el ave fénix que surge de sus cenizas o un ‘iceberg’ que mágicamente se descongela solo en diciembre, la carrera de Mariah Carey resurge cada fin de año para alegría de sus fans y, claro, de su cuenta bancaria. Se estima que la diva de la voz aflautada se embolsa cerca de tres millones de dólares anuales gracias a una canción que compuso en apenas 15 minutos, el tiempo que muchos tardamos en decidir qué comprar en el quiosco. Hace 40 años, a la joven cantante, de entonces 25 años, le encomendaron una tarea que sonaba más a una trampa mortal que a una gran oportunidad: grabar un disco de Navidad. En aquella época, los álbumes navideños tenían la reputación de ser reliquias anticuadas, dignas de la colección polvorienta de la abuela. Se esperaba lo peor pero, ya lo sabemos ahora, no se puede subestimar a Mariah.
A la cantante no le importó que fuera pleno julio. Se encerró en su casa de 2.000 metros cuadrados, la decoró con adornos navideños y dejó que el espíritu de la temporada hiciera su magia. En cuestión de minutos, junto con el compositor Walter Afanasieff, surgió “All I Want for Christmas Is You”. Según estimaciones, este himno navideño le genera a Mariah entre 2,5 y 3 millones de dólares anuales. Ella misma bromea diciendo que diciembre es “su temporada laboral”. La revista “The Economist” señaló que, para 2022, la canción ya le había reportado la asombrosa suma de 72 millones de dólares.
El éxito de “All I Want for Christmas Is You” no se debe solo a la habilidad comercial de Tommy Mottola, exesposo de Mariah Carey y exjefazo de Sony, quien impulsó el sencillo de su señora a fuerza de repetición. También responde a un mercado que, cada diciembre, parece demandar canciones con un corte empalagoso. Hablamos de esas tonadas con alusiones a Papá Noel (“Santa”), a sus renos, a los regalos y al amor, todo envuelto en sonidos de campanas, cascabeles y melodías simples pero efectivas. Es una fórmula que parece infalible. Grandes figuras como Frank Sinatra y Dean Martin la utilizaron con éxito en las épocas en que las radios eran grandes muebles de madera en medio de la sala. Sin embargo, había canciones de Navidad más antiguas aún, de un corte radicalmente distinto.
NOCHE DE PAZ, NOCHE DE AMOR
Se llaman villancicos y es una tradición que se remonta a la Edad Media y el Romanticismo, cuando estos se interpretaban como canciones populares en celebraciones religiosas y laicas. Originalmente, los villancicos no eran exclusivos de la Navidad, pero poco a poco se asociaron con el nacimiento de Cristo. En el Perú, durante años, la Navidad tenía un coro casi oficial: los niños del colegio Manuel Pardo, en Chiclayo. Sus voces angelicales eran confundidas por error con los Toribianitos. Pero los niños del Manuel Pardo tenían su propio hit: en 1965 grabaron el disco “Ronda de Navidad” en Lima, repleto de villancicos andaluces como “Vamos, pastores, vamos”, “Canta, ríe y bebe”, y “Una pandereta suena”. En Estados Unidos, dos villancicos destacan en su cancionero. Uno de ellos es “One Horse Open Sleigh”, compuesto por James Pierpont. Curiosamente, esta canción no tenía un origen navideño. Pierpont la creó para amenizar las carreras de trineos que se realizaban por el Día de Acción de Gracias. Muy bonita, si quieren, pero como canción, solo tuvo éxito cuando el márketing hizo su magia años después y la “rebrandearon” como la archifamosa y navideña “Jingle Bells”, y el resto es historia.
La otra gran contribución de Estados Unidos al universo de los villancicos es “White Christmas”, la canción más vendida de todos los tiempos según la guía de récords Guiness. Esta fue escrita por el compositor Irving Berlin poco después del bombardeo de Pearl Harbor, como un intento de dar consuelo a un país que necesitaba algo más que chocolate caliente. La melodía fue inmortalizada por Bing Crosby, adoptada por Frank Sinatra, e incluso Luis Miguel hizo su propia versión. Irving Berlin, sin embargo, tenía sus límites. Cuando se enteró de que Elvis Presley había grabado su canción, al parecer le pareció un sacrilegio. Según rumores, Berlin hizo que su personal llamara personalmente a las estaciones de radio para exigir que no tocaran la versión de El Rey del Rock.
Europa, por su lado, nos regaló el que quizá sea el villancico más hermoso de todos: “Stille Nacht, Heilige Nacht”, que en castellano suena más bonito, afortunadamente: “Noche de Paz”, que data de 1818, es obra de Joseph Mohr y Franz Xaver Gruber, quienes la compusieron para un concierto en la iglesia de San Nicolás, en Oberndorf, Austria. La historia detrás de su creación tiene su encanto: se dice que el órgano de la iglesia se había malogrado justo antes de la Navidad. Para salvar la noche, Mohr y Gruber improvisaron con guitarra y coro. Lo que los asistentes escucharon fue tan conmovedor que la canción despegó por todo el continente.
Los británicos vivieron un 1984 particularmente prolífico en cuanto a temas navideños. Ese año, Wham! lanzó Last Christmas, una balada que con el tiempo se convirtió en un clásico infaltable de la temporada. Sin embargo, en su momento quedó opacada por Do They Know It’s Christmas?, el poderoso single del supergrupo Band Aid. La iniciativa, liderada por Bob Geldof y Midge Ure, reunió a un elenco impresionante de estrellas británicas con un objetivo claro: recaudar fondos y concienciar al mundo sobre la hambruna en Etiopía. En una maratónica sesión de 24 horas, artistas como Bono, Sting, Phil Collins y el propio George Michael prestaron sus voces para dar vida a este himno solidario. El resultado fue un fenómeno global, producido en tiempo récord, que marcó la historia de la música benéfica y logró recaudar millones de dólares para una de las crisis humanitarias más graves de la época.
Los latinos e hispanoamericanos hicieron su aporte también. Uno de los mayores contribuciones de Latinoamérica al repertorio navideño mundial es El Burrito Sabanero. Esta canción, creada en 1972 por el compositor venezolano Hugo Blanco, ha sido un éxito intergeneracional. Escrita originalmente para un disco de aguinaldos (canciones típicas navideñas en Venezuela), fue interpretada por el grupo infantil La Rondallita. La letra narra el viaje de un niño a Belén, montado en su burrito sabanero, un símbolo de las regiones rurales de Venezuela. El ritmo pegajoso y la tierna historia convirtieron a esta canción en un clásico no solo en Venezuela, sino en toda América Latina. Más tarde, artistas como Juanes hicieron sus propias versiones.
En España, El Tamborilero, basado en el clásico anglosajón The Little Drummer Boy, se consolidó como un himno navideño gracias a la apasionada interpretación de Raphael. Con su distintivo estilo, el cantante español transformó esta canción en un pilar de la temporada festiva, logrando que generaciones enteras la asocien con la calidez y la emotividad de la Navidad.Por otro lado, en 1970, José Feliciano, cantautor puertorriqueño-estadounidense, entregó al mundo Feliz Navidad. Con apenas 19 palabras, la mitad en inglés, logró crear un éxito global que captura a la perfección la esencia de las fiestas. La sencillez de su mensaje y su ritmo contagioso han hecho de esta canción un clásico universal, para deleite de los entusiastas de la Navidad y, tal vez, un reto para los ‘grinchs’ que intentan resistirse a su encanto.
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