Un día después de presentar a sala llena “El mudo que vimos arder”, Renato Cisneros (Lima, 1976) nos cita en la librería Sur, en San Isidro, para conversar sobre la novela. Nos acomodamos en la cafetería, él se pide un cappuccino y tras el primer sorbo, dispara: “Ha sido un reencuentro muy feliz. El recibimiento ha sido tan cálido que nuevamente me confirmó que Twitter es una burbuja donde lo que se dice de ti, para bien o para mal, no es tan importante”.
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¿Con qué Lima te has encontrado esta vez?
Yo estuve en enero, pero todavía sigo percibiendo una ciudad tensa. Tal vez el hecho de haber ido a la marcha me ha dado esa sensación. De que es una ciudad que en materia política tiene muchas cosas que decir, por las cuales pronunciarse. Pero en general tampoco he notado muchas diferencias desde mi última visita. El país está atravesando por un fuerte entumecimiento del que no sabemos cuándo saldrá.
La última marcha ha movilizado a ciudadanos con diferentes consignas. En tu caso, ¿cuál fue la motivación?
Protestar por lo que para mí es una irresponsabilidad, es decir, que no se asuma ninguna responsabilidad política luego de la cantidad de muertos que ya la comunidad internacional ha señalado como un exceso. Esa es la consigna que a mí me movilizó. Pero sí es cierto que en un momento me llamó la atención las varias consignas a mi alrededor, en un mismo metro cuadrado. Distinguí a un agente que proclamaba la restitución de Castillo, habían integrantes del movimiento de Alfa y Omega, una señora con un cartel que decía nos hace falta un Bukele. Y eso habla de una marcha dispersa, confusa, desordenada, pero marcha al fin y al cabo.
En El mundo que vimos arder el tema político está muy presente. ¿Por qué decides hablar de las últimas elecciones presidenciales?
La novela se parte en dos historias. En la que es más contemporánea, protagonizada por el periodista que vive en Madrid y que acaba de divorciarse, lo que me interesaba de ese personaje era generar en él una sensación de extrañeza ante la pérdida. Por un lado está su separación, pero por otro la confirmación de que el pasado es lo único que lo une con sus amigos más cercanos. Que al cabo de una elección, las personas se pueden alejar de ti. Elegir el tema político de los últimos años no buscaba necesariamente hacer una reflexión, simplemente fue una herramienta.
Una de las cosas que le cuestionan al periodista de la novela, y que también te han cuestionado a ti, es el hecho de opinar sobre lo que pasa en Perú viviendo fuera. ¿Cómo tomas eso?
Me invita a seguir opinando. En realidad, no es que me den más ganas de decir cosas, pero siempre que tenga algo que decir, lo diré. Hay 3 millones de peruanos que viven en el extranjero, que decidieron salir del país por razones políticas o económicas, en distintas épocas, pero yo siento que su opinión es tan válida como la de cualquiera que vive dentro del Perú. A veces, hay más distancia o más lejanía viviendo dentro del país que fuera. Y una prueba de eso es que algunos de los libros que mejor definen nuestra identidad han sido escritos más allá de nuestras fronteras.
El tema de la migración es otro de los ejes de tu libro. A propósito de ello te quería preguntar ¿cómo es hoy tu vida en España, teniendo en cuenta la arremetida de grupos que promueven ideas contra los migrantes?
Al principio, se me hacía difícil comprender que los lemas o consignas franquistas no solo no estaban erradicados, sino que tenían una visibilidad y reconocimiento al punto de darles posibilidades electorales. Felizmente ayer España les ha dado una respuesta importante a esos discursos de ultraderecha, reduciendo su cantidad de escaños en el parlamento. Todo esto me permite pensar desde allá que las cosas que ocurren en el Perú no son privativas del Perú, ni las cosas que ocurren en España son privativas de España. Felizmente, estos manifiestos no han llegado a afectar mi vida, al punto de que me generen una incomodad.
Supe que hace unos días te dieron la nacionalidad española. ¿Qué te llevó a hacer los trámites?
Bueno, yo tengo casi nueve años en España. Podría haber iniciado el trámite a los dos años, pero no lo hice de inmediato porque no sentía ningún tipo de necesidad, ni urgencia, ni angurria por tener el pasaporte español. Después lo he hecho básicamente por razones pragmáticas. Por ejemplo, para ahorrar en asuntos burocráticos de cara a poder viajar a otros países.
¿Te preocupa que cuestionen tu sentido de peruanidad?
No, en lo absoluto. Es una coincidencia que yo lance una novela en la que en la que intento discutir el tema, el concepto de patria, y que justo antes de ayer me haya llegado la resolución del Registro Civil español diciendo que admiten mi nacionalidad. En ese sentido, tal vez eso es lo que quiero que la gente se pregunte a sí misma cuando termine de leer la novela, ¿qué es exactamente la peruanidad? ¿Cómo se manifiesta? Es un concepto abstracto.
¿Para ti qué es?
Cuando yo vengo al Perú, lo que me une son personas, momentos, lugares, recuerdos. Cosas muy específicas. Trato de que mi patriotismo no se sulfure, ni vaya más allá de eso. No es que me sienta ni patriota ni antipatriota, pero sí creo que el patriotismo que a mí me enseñaron en el colegio es muy distinto al que hoy pueden entender las generaciones más jóvenes que se sienten ciudadanos del mundo desde el minuto uno.
Desde fuera, ¿es posible visualizar el futuro del Perú con optimismo?
No, no es posible darle esa mirada actualmente con las cosas que están pasando. Si uno registra los últimos 50 años de la historia del Perú, veremos que es una historia donde la estabilidad nunca ha alcanzado un período, digamos, de consolidación. Siempre se ha visto atacada o siempre ha sido puesta en peligro por tensiones sociales o económicas. Entonces, yo creo que eso va a continuar. No creo que sea fácil volver a vivir en armonía, si es que alguna vez lo hemos vivido. //