(Foto: Karen Zárate)
(Foto: Karen Zárate)
Nora Sugobono

A lo largo de sus 85 años de vida, Betty Friedan (Illinois, 1921) consiguió hacer un poco de todo: se graduó en psicología; fue periodista; se casó; tuvo tres hijos; fundó una organización que –al día de hoy– continúa abogando por los derechos de las mujeres; se divorció; y escribió seis libros. El primero de ellos –acaso el más importante de toda su trayectoria y pilar del movimiento feminista de la década del 60– se tituló La mística de la feminidad. Allí exploraba conceptos como la identidad femenina, la independencia económica y la ausencia de una participación más activa –y protagonista– en la sociedad de la época. También, por supuesto, el rol que cumplía la sexualidad en todo esto. “Ninguna mujer tiene un orgasmo por sacarle brillo al piso de la cocina” es quizá su frase más trascendental. No importa cuándo se lea.

Han pasado casi seis décadas desde que apareciera la obra de Friedan, y la duda más frecuente que las mujeres tienen sobre sexo todavía involucra a su propio cuerpo (y el desconocimiento que hay sobre cómo brindarle placer). Puede desglosarse en dos interrogantes atemporales, frecuentes en las interacciones que tres expertas en la materia reciben a diario: “¿cómo se alcanza el orgasmo?” es la primera de ellas; “¿puede ser que lo haya tenido y no lo he reconocido?” es la segunda. Queda claro que las respuestas no se encuentran en la cocina.

ME GUSTA
Raquel había invitado a un chico a casa a pasar la noche. Él no llevaba condones; ella, sí. Los suele tener por dos motivos que no requieren demasiada explicación: es sexualmente activa y quiere protegerse. Al decírselo, notó una incomodidad inmediata. Algo sobre ella de pronto le había generado rechazo, duda. La estaba juzgando. “Mejor que haya pasado así”, cuenta la psicóloga. “¿Para qué estaría con un hombre que piensa de esa manera? Si él los hubiese traído, estaría bien. Pero si los tengo yo, no”. Raquel Rottmann (24) regresó a su natal Lima hace dos años, después de haber vivido buena parte de su vida en Miami. La cuenta que maneja en Instagram y que abrió hace unos meses –Corazón con Leche– está por alcanzar los 10 mil seguidores.

Desde allí, Raquel busca acercar la sexualidad –romper con mitos y prejuicios, principalmente– a través de la educación. Sus posteos no son aleatorios: están organizados por día y semana. La variedad y cercanía en los contenidos es clave. Habla del vello púbico, de la masturbación, de infecciones y de métodos anticonceptivos, sean convencionales o alternativos. Habla para hombres y mujeres heterosexuales, y hombres y mujeres homosexuales. Habla de todas esas cosas que forman parte del día a día de millones de mujeres y hombres en nuestro país, pero que no siempre han tenido un espacio desde donde abordarse con naturalidad. “A tu nariz no la llamas de otra manera que no sea ‘nariz’, ¿no?”, continúa Rottmann. “¿Por qué a la vagina no le decimos por su nombre –científico, además– en lugar de ponerle apelativos como ‘cosita’ y etc.? Eso parte desde la infancia: nos enseñan a tapar todo lo que tiene que ver con sexo, a disfrazarlo, como si fuese algo malo. Es la raíz de muchos problemas”, explica.

La suya es una plataforma que comparte características con cuentas que bien podrían estar dedicadas a moda o arte: una selección de imágenes que se siente curada, estudiada; tonos pastel, motivos vintage; ilustraciones con mensajes empoderadores; sexualidad mostrada con elegancia. Corazón con Leche es un hijo de nuestros tiempos. Instagram permite, además, la interacción en privado a través de las ‘historias’: contenidos de 24 horas de duración que tocan temas inmediatos, coyunturales. Allí le han preguntado desde cómo lidiar con la primera vez (la mayoría de los usuarios que le escriben son mujeres), hasta cómo durar más durante el acto sexual (también le escriben hombres). Eso en el mundo virtual: en el mundo real, Raquel está empezando como coach –o terapista–, con chicos y chicas adolescentes cuyos padres buscan apoyarlos con temas vinculados a la sexualidad. Tiene un espacio en la oficina de su madre, que es psicóloga infantil. Nadie en su familia ni en su círculo cercano siente pudor sobre su especialidad, pero en una sociedad aún conservadora como la peruana no siempre es fácil lidiar con el tema. “Aquí hay un tema importante. Que una mujer hable o se exprese sobre sexo no le da derecho a nadie –menos a los hombres– a interpretar que es fácil. Si ellos pueden hacerlo, y lo hacen todo el tiempo, ¿por qué no nosotras?”.

Raquel es enfática con el plural.

NO SOY TU GATITA (FIERA)
Lo interesante de haber estudiado la carrera de Diseño es que ahora Pamela Castañeda (34) puede combinar sus dos grandes pasiones: la moda y el sexo. El plan todavía está en camino, pero podría incluir una línea de pijamas o alguna que otra pieza/prenda que estimule más allá del sentido estético. Todo a su tiempo.

Le dicen ‘La Tigre’ (mismo nombre que usa para sus páginas en Facebook e Instagram: ‘La Tigre talk about sex’; como Rottmann, también siguen una línea gráfica definida y cuidada) por su padre, con quien comparte el apodo. Pamela se crio con él –“fue el ejemplo más importante que tuve”– y con sus dos hermanas; ella es la del medio. Nunca hablaron de sexo en casa y tal vez sea por eso que hoy Pamela necesita, busca, hacerlo casi cada día. Sus más de cinco mil seguidores –combinando ambas plataformas– la esperan con ansias.
Es curioso: su padre no supo cómo conversar de sexualidad, pero sí supo cómo transmitirla. Pamela creció observando, notando cómo se evidenciaba en él el deseo por las mujeres. “Soy consciente de esto desde que tengo unos nueve años”, recuerda. Lo sabe con certeza porque fue por esa época cuando descubrió en la televisión –tal y como hiciera toda una generación de peruanos– La serie rosa, recordada producción española cargada de erotismo y escenas, en definitiva, no aptas para menores. “Lo que me atraía en realidad era ver ese amor físico que nunca había visto en casa, porque mis padres no estaban juntos”, cuenta Castañeda. Le interesaba también la expresión de la sexualidad en sus formas más cotidianas: un beso, un tocamiento. En el colegio, a través de sus amigas, se enteró de cómo funcionaban las cosas. Lo hizo fuera de clases, no dentro. “En biología aprendimos del sistema reproductivo; pero no de sexualidad. La educación sigue siendo un enorme pendiente, sobre todo para las mujeres”, indica. La suya ha sido su propia responsabilidad: Pamela devora libros, visita museos; se informa y se cultiva. Y lo vuelca todo en su cuenta.

Hace unas semanas posteó una foto donde aparece con su novio, los dos de espaldas. Él había instalado un segundo cabezal en la ducha para que ambos puedan bañarse juntos en la mañana, sin tener que pelearse por quién se enjuaga qué primero. La imagen va más allá de la sexualidad: a eso se le llama, más bien, intimidad.

QUE EMPIECE EL JUEGO
Hace exactamente dos años, Silvana Peraldo (35) y su socio se encontraban en la sala de reuniones de un edificio de oficinas en San Borja, escuchando lo que un grupo formado por 20 personas tenía que decir sobre su nuevo proyecto. Habían convocado a un focus group para determinar el nombre que le pondrían a una tienda de juguetes para adultos cuyo concepto, insistían, rompería esquemas. Foreplay (término en inglés para definir los juegos previos al acto sexual) es el que quedó. Tendría piezas vanguardistas, tecnológicas (la mayoría de vibradores se cargan como se hace con el celular; algunos se manejan incluso con aplicaciones y a distancia; otros se pueden usar en el agua), que encontró recorriendo varias ferias internacionales durante un año entero. La tienda que había imaginado sería sobria, moderna, blanca y bien iluminada. Nada de luces rojas, a oscuras (de hecho, ninguno de los diseños en su contenido digital incorporan este color). Silvana había dedicado buena parte de su carrera a trabajar en un banco; su negocio a partir de ahora sería el sexo.

Foreplay abrió sus puertas en el 2017, en la cuadra 9 de la sanisidrina –y transitada– avenida Conquistadores. Nació como un espacio creado para difundir el placer, y las redes sociales han sido su mejor aliado para conseguirlo. “Era importante para nosotros dedicarnos a algo que tuviese un impacto en la vida de la gente; no se trataba solo de vender un producto”, explica. La mayoría de sus clientes son parejas mayores de 40 (son ellas quienes hacen más preguntas al llegar a la tienda), pero hay distintas líneas y alternativas para todo tipo de públicos: algunas solo para mujeres, otras para el público gay. También organiza despedidas de soltera –hace poco se fueron a Trujillo– y exposiciones de arte. El mundo digital lo concentra todo y es su principal fuente de información. “¿Cómo nos acercábamos a nuestro público? Esa era una prioridad inicial. Lo que queríamos era transmitir innovación y tecnología vinculados a la sexualidad”, cuenta la economista. Parte de su staff (ya van diez personas y dos tiendas, la segunda de ellas en Miraflores) se dedica casi exclusivamente a contestar las preguntas que buena parte de sus tres mil seguidores en Facebook y ocho mil en Instagram les formulan a diario. Su objetivo es generar interacción para romper tabúes. Hacer que se rían del tema; que lo gocen. “Aunque no lo crean, la gente sí se anima a contar sus cosas”, finaliza Peraldo.

Como bien dijo Betty Friedan, ninguna mujer ha tenido, ni tendrá nunca, un orgasmo mientras realiza las labores de limpieza del hogar (sabrán disculpar la referencia; eran otras épocas). Con lo que Friedan no contaba es que algún día existiría un catálogo como el de Silvana Peraldo. //

Contenido sugerido

Contenido GEC