La séptima vacunatón, realizada el último fin de semana, superó la meta al administrar 601.477 dosis. (Foto: GEC)
La séptima vacunatón, realizada el último fin de semana, superó la meta al administrar 601.477 dosis. (Foto: GEC)
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Jorge Chávez Noriega

La espera se hizo eterna, pero el día por fin llegó para quienes estamos en los albores de los treinta. Con una pandemia que le ha arrebatado la vida a casi 200 mil peruanos y los pronósticos de una inminente tercera ola, no hay mejor noticia en estos tiempos que la confirmación de la fecha de tu . En mi caso fue como la vez que me encargaron mi primera cobertura fuera del país: había esperado tanto ese día, que la noche anterior no pude dormir de pura emoción. Por eso, el último sábado acudí en las primeras horas de la mañana al vacunatorio más cercano a mi casa con la cara somnolienta, pero con la firme convicción de que poniendo el hombro esta pesadilla acabará pronto.

No todos piensan así. Esa mañana, al ver la portada de El Comercio, me topé con una imagen desoladora: Fue algo que también noté cuando llegué a la puerta del estadio Chipoco, en Barranco: personas preguntándole al personal de salud cuál era la vacuna que estaban inoculando, cuando la propia OMS ha confirmado que todas son eficaces. A mi grupo etario le tocó

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Para ingresar te solicitan un documento de identidad y conforme das los primeros pasos el personal médico te va guiando hasta tu ubicación. Una cumbia pegajosa nos da la bienvenida. A las 9 de la mañana el vacunatorio está medio vacío, al igual que otros tantos de Lima. Luego tienes que llenar una ficha con tus datos personales y un documento en el que autorizas que te pongan la primera dosis. La fila avanza de forma ordenada y rápida, hasta que finalmente llegas a la enfermera que te administrará la vacuna.

La licenciada Ana María Hijar me explica que me pondrá 0.5 mililitros de Sinopharm y los posibles efectos adversos: fatiga, dolor de cabeza o fiebre, y que por eso tenga paracetamol a la mano. Me frota el hombro izquierdo con un algodón remojado en alcohol, introduce la jeringa en un frasco pequeño y luego me inyecta la aguja con el antídoto. El pinchazo dura unos segundos y apenas duele. Una auxiliar me entrega la cartilla de vacunación e invita a reposar 15 minutos en una zona acondicionada para ello. “Tiene que regresar en 21 días”, hace hincapié. Y yo anoto en mi celular la fecha en que debo volver.

Mientras espero el tiempo recomendado antes de volver a casa, pienso que probablemente no moriré de coronavirus. Con 31 años hago un repaso de las cosas que aún quiero hacer, de las historias que quiero contar, de los amigos y la familia que tengo, y me siento afortunado. //

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