En junio de hace cuatro años, la actriz Vanessa Saba adoptó al perro con rayas de tigre que hoy duerme a su lado, que come de su mano (lechugas y zanahorias) y que acude a su regazo cuando siente que ella no está muy bien, que la tristeza la embarga, que el insomnio otra vez le ha jugado una mala pasada. La pandemia es así, una incertidumbre que se alarga. “Es difícil aun para una actriz, que vive en constante incertidumbre laboral”, dice ella, aunque por suerte le han encargado escribir una serie, está por retomarse la filmación de una película que quedó trunca el año pasado y, por las noches, “cuando logro concentrarme”, le da forma a un guion que quizá revele algo de sí misma.
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