(Foto: Víctor Idrogo)
Coro Nacional de Niños homenaje a Queen
Oscar García

Los cantantes populares pasan, pero solo los mitos perviven. Freddie Mercury, la voz prodigio de la banda británica Queen, murió en 1991, cuando los miembros del Coro Nacional de Niños no habían nacido. Si ellos han conocido su música –que la conocen y cantan con alegría por los pasillos reverberantes del Gran Teatro Nacional, su casa–, es porque esta nunca se fue. Se valida la profecía que enunciara alguna vez el del mostacho: “No seré una estrella de rock, seré una leyenda”. Y las leyendas se propagan así, por ósmosis generacional. 

El Coro Nacional de Niños se fundó hace 23 años y es un elenco del Ministerio de Cultura, como lo es también la Orquesta Sinfónica Nacional o el Ballet Nacional. Su directora, Mónica Canales, tiene el reto de conducir a 120 niños en escena –con la paciencia que ello implica– divididos en dos coros: uno general, el más numeroso, y otro de cámara, con voces más experimentadas, siempre en edad escolar.

Lo normal es que todos transiten por la llamada música académica o ‘clásica’, dando hasta cinco conciertos a la semana en misas y eventos, pero a veces les provoca despeinarse un poco, sacar su lado divertido, como su próximo espectáculo de canciones de la banda Queen, concebido a sugerencia de los mismos chicos. Canales piensa que hay contactos entre lo que hacen y la música de Mercury. “Los cuatro cantaban y hacían sus arreglos vocales, y conocían lo lírico porque trabajaron con Montserrat Caballé, la cantante de ópera. Y no olvides Bohemian Rhapsody, que tiene un fuerte aire operático”, recuerda.

El show irá el 14 y 15 de abril en el Gran Teatro Nacional y constará de más de 15 canciones del grupo, como Don’t Stop Me Now, We Are the Champions, Somebody to Love, Killer Queen, Radio Gaga y otros hits. Contará, además, con voces invitadas como las de Maranielle Mezarina (finalista de La Voz Perú y Yo Soy) y Jhovan Tomasevich, de la banda Zen.

La pieza emblemática del show será, sin duda, la popular Bohemian Rhapsody, famosa por sus partes marcadas, a la manera de una suite, y por sus arreglos vocales intrincados, que los niños practican por estos días al lado de un piano. Una pieza así requiere mucho estudio y la profesora no quiere ya que nadie saque sus partituras. “¡Guarda eso!”, le dice a uno, con esa severidad afectuosa que algunas maestras de colegio reservan para sus pupilos más inquietos. “Es que quedan dos semanas para el estreno y ya tendrían que tener todo aprendido”, se explica. A un movimiento de su mano, estallan las voces blancas en un unísono impresionante. Hay que oírlo para creerlo.

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