(Foto: Ana Lía Orézzoli)
Susy Díaz

¿Están seguros de que quieren hacer esto? Tendrá que ser rápido. Primero llegarán tres, pero después, 30”. 

Impertérrita, (54) vaticina con precisión el futuro muy próximo mientras se arregla el sombrero que protege del sol el maquillaje MAC desplegado en su rostro. Lo dice con la despreocupación y la naturalidad que da la experiencia. Eso de que la gente se aglomere en torno a ella cada vez que aparece en un espacio público ocurre desde hace más de 25 años, el tiempo que tiene de ser famosa. La consigna, ciertamente, era suicida: había que tomarle fotos en la orilla de la playa Yuyos una tarde en pleno achicharrante y populoso verano. La fotógrafa, la productora, el videorreportero web [puede ver más del periplo por la Costa Verde en www.elcomercio.pe] y quien escribe respiramos hondamente entonces y nos formamos en línea recta junto a ella con la actitud de los protagonistas de Los intocables (la versión de Brian de Palma, con Kevin Costner), solo que en vez de revólveres y rifles portábamos cámaras, flotadores, un litro de Inca Kola descongelada y bolsas impregnadas de arena mojada con los tacos y las chanclas de la retratada. Había que correr frenéticamente, casi como los aliados en el desembarco en Normandia, pero en sentido contrario, llegar al mar, disparar y salir de allí con vida. ¡Entendieron! ¡Con vida! Y si era con nuestros celulares aún en los bolsillos, mejor. Victoria.  

El ingreso tenía que ser silencioso. El factor sorpresa para evitar la histeria colectiva era importante. Go! Go! Go! Go! Embikinada de negro por el luto que todavía guarda a Augusto Polo Campos, Susy Díaz llega corriendo a la orilla, se pone los salvavidas encima y posa, ducha. La fotógrafa tiene menos de cinco minutos. Clic, clic, clic, clic, pero de pronto el estrés postraumático. Susy se agarra la cabeza, que se pone tiesa, y grita: “¡Ay! ¡No me vaya a dar vuelta el mar otra vez!”. Ella se refiere a la ocasión, años atrás, en que subida en un zódiac al borde del Pacífico, fue revolcada legendariamente por una ola. El hecho ocurrió cuando grababa un programa de televisión, por lo que el registro visual, maravilloso como nada, estará entre nosotros para siempre. Patrimonio Inmaterial de la Nación, pues (googlee luego: ‘Susy Díaz revolcón’. Lleve alegría a su ser. De nada).  

Ya una fan, chup en mano, había alertado: “¡Es la ‘Chuchi’!”, reuniendo a tres, pero el alarido de la rubia agolpó a 25. Probablemente más. Todos querían agarrarla/tomarse selfies/darle el pésame a Florcita/preguntarle por la última dieta. Viva Susy Superstar. Pronto se vería tragada por la masa, esa que tanto la quiere, pero succionada al fin. No existía, pues, otra opción. Había que convertirse en ‘chaleco’ y sacarla a como diera lugar. Una miradita al cielo para encomendarse a alguna silueta dibujada en las nubes, la canción de El guardaespaldas de soundtrack mental (¿Costner, de nuevo?) y la sensación de posesión de una fortaleza insólita, como la que les entra a las madres que levantan carros con sus manos para salvar a sus cachorros atrapados, y a la carga. Gritos imperiosos –pero respetuosos– (¡Permiso! ¡Gracias!...) y el uso de los brazos para abrirle campo. Y estampida. Las zonas de los cuerpos enterrados en la arena y las sombrillas a 10 soles el día pronto quedarían atrás. Habíamos sobrevivido y teníamos las imágenes. Eliot Ness estaría orgulloso.  

Susy Díaz, en tanto, va desacelerando hasta llegar a 0. Se acomoda impávida la salida de baño y el cerquillo (siempre se está acomodando el cerquillo) y luego, con una mezcla de satisfacción y resignación, sentencia: “Estas cosas también pasan en el Jockey Plaza. El domingo fui al cine con el pelo amarrado y lentes oscuros, pero igualito. ‘¡Susy, no te mueras nunca!’, me gritaban”.  

Susy, no te mueras nunca.  

Encuentros cercanos
Fue en setiembre del 2016 que la ex vedette y parlamentaria anunció su alejamiento de la televisión y los eventos que animaba. Su popularidad, no obstante, permanece intacta. Mucho tienen que ver sus publicaciones en Facebook e Instagram, que, aunque no sean frecuentes, sí son desopilantes. A las portadas y noticieros volvió hace un mes, tras la muerte de Polo Campos, padre de su única hija, Flor, amigo fiel y, según sus propias palabras, un maestro de vida.

“Aún estoy un poco triste, pero hay que resignarse. Igual vivió 85 años bien vividos. La que me preocupa es mi hijita, lo extraña mucho. Yo ya pasé por eso, mi papito se fue a los 80, en el 2003. Me costó superarlo como 10 años. No quisiera que Flor pase lo mismo. El tiempo la ayudará a comprender que los padres no somos eternos. Lo bueno es que tiene a su esposo y sus hijos. El último es igualito a su abuelo: un Augustito Polo Campos chiquito, la misma cara, la misma frente”. 

- Publicaste una foto en la que decías que Augusto se te había aparecido en las nubes. Muchos se burlaron.

Yo creo que la gente que se burla no está conectada con el universo cósmico. De repente no están con la luz. Pero hay quienes sí lo ven...

- ¿Pasó en Lima?

Estaba en Panamá. Me fui para olvidar y, revisando las fotos de mi celular, la hallé. Yo no la había tomado. La iba a borrar porque salgo toda hinchada y lo veo. Dije: “Dios mío, estoy lejos y se metió acá Augusto”. Me puse a llorar. 

- ¿Crees que quiere comunicarse? 

Mira, Florcita vino a visitarme hace unos días y detrás de ella se sintieron pasos, bulla, sonidos. Pensé que era un ratero, pero ella me dijo: “Mamá, es mi papá que me viene siguiendo desde su casa. Estaba almorzando allá con mi hermano y nos tocaron la puerta. No había nadie”. Cosas que pasan, ¿no? Quisiera ver a Hayimi, que habla con los muertos, a ver si tiene algún mensaje. 

A dieta del estrés
Mientras el duelo continúa, Susy vive una vida tranquila. La razón esgrimida respecto de su distanciamiento de la farándula, de hecho, tiene que ver con eso. “Yo hoy vivo de mis rentas. Alquilo cuartos acá en mi hostal [donde vive y que más funciona como pensión] y tengo departamentos. Bendito Dios, me llaman de los canales, pero yo no voy porque ¿quién va a cobrar a los inquilinos? ¿quién va a cambiar los focos, arreglar las cañerías, instalar los decos? Nadie. Yo administro todo. Además, ir a los canales cuesta. Hay que producirse. Y ellos no te pagan. Cómo voy a estar yendo al canal 2 a bailar el Scooby Doo Papa si mis inquilinos vienen con el mes. Yo hago las boletas; si no estoy, pierdo plata”, cuenta. Agrega que tenía una contadora, pero que empezó a jugarle chueco. “Los de la Sunat me dijeron: ‘Tú eres una persona inteligente, tú misma puedes hacer tus declaraciones’. Y las estoy haciendo”. 

Lo que piensa de Alberto Fujimori y PPK, sus viajes para conocer el mundo y los deseos concedidos por las lagunas de las Huaringas este sábado en la edición impresa de la revista Somos

 

Contenido Sugerido

Contenido GEC