La inteligencia artificial (IA) ChatGPT, capaz de redactar textos en respuesta a preguntas simples, se ha difundido de manera masiva en el mundo educativo, llevando a los maestros a interrogarse sobre la oportunidad de prohibirla o beneficiarse de ella.
Desde mediados de diciembre, solo unas semanas después del suministro del instrumento por la start-up californiana OpenAI, ocho universidades australianas anunciaron que modificarán los exámenes y considerarán que la utilización de la Inteligencia Artificial por estudiantes se emparenta con la trampa.
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En 2023, sus pruebas serán ahora “vigiladas” con “un recurso creciente al papel y al bolígrafo”, indicó la dirigente del “grupo de los ocho” Vicki Thomson, citada en el blog del diario The Australian.
Recientemente, luego de que varios medios de prensa se refirieran a la utilización creciente del instrumento por estudiantes en el mundo entero, especialmente animados por los videos de TikTok, las escuelas públicas de Nueva York restringieron el acceso a ChatGPT en sus redes y terminales.
El instrumento “no facilita desarrollar competencias de reflexión crítica y resolución de problemas, que son esenciales para el éxito escolar y a largo de la vida”, señala Jenna Lyle, portavoz del departamento de educación de la ciudad estadounidense, en una declaración a la AFP.
ChatGPT es un robot conversacional que fue “entrenado” gracias a cantidades fenomenales de datos obtenidos en la red y puede “predecir” la continuación probable de un texto. Pero aunque no razona, produce una impresionante mezcla de respuestas correctas y errores factuales o lógicos, más o menos difíciles de descifrar.
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Por ejemplo cita al tiburón-ballena (un pez) entre los mamíferos marinos, se equivoca en el tamaño de los países de América central, “olvida” algunos acontecimientos históricos como la batalla de Amiens de 1870 o inventa referencias bibliográficas.
En el mundo educativo, algunas voces se pronuncian en contra de esta innovación en los métodos de enseñanza.
“ChatGPT es una innovación importante pero no más que la de las calculadoras o los editores de texto”, que al final lograron un lugar en la escuela, explica a la AFP Antonio Casili, profesor en el Instituto Politécnico de París y autor de “En espera de los robots” (Seuil).
Según él, “ChatGPT puede ayudar a hacer un primer borrador cuando uno está frente a la página vacía, pero después hay que reescribirlo todo y darle un estilo”.
La prohibición alentaría su uso
El experto destaca también que ChatGPT sacude en parte la filosofía de la enseñanza, basada en el maestro que plantea preguntas.
Esta vez, el alumno interroga a la máquina y “es una oportunidad para nosotros ver como los estudiantes realizan las tareas que les confiamos, hacerlos trabajar sobre el fact-checking, y verificar si las referencias bibliográficas generadas son correctas”, analiza Casili.
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Para Olivier Ertzscheid, investigador en universidad de Nantes (oeste de Francia) en ciencias de la información, la prohibición del instrumento es de todas maneras “contraproducente” pues refuerza el deseo de los estudiantes por utilizarlo.
Como después de la llegada de Wikipédia o de los motores de búsqueda, la opción para los maestros es, según él, “experimentar los límites” de esos instrumentos.
Finalmente se están generando respuestas para detectar los textos generados por la Inteligencia Artificial.
El servicio en línea GPTZero prepara por ejemplo una oferta dedicada a los profesionales de la educación y OpenAI trabaja en una “filigrana estadística” colocada cuando se genera el texto. O sea que ya están prevenidos los tramposos.
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