Una vista aérea revela geoglifos fabricados por la comunidad de Caritamaya siguiendo un sistema agrícola ancestral llamado Suka Q'ullus o Waru Waru, en un campo en el distrito de Acora en Puno, Perú, el 1 de febrero de 2024.
Una vista aérea revela geoglifos fabricados por la comunidad de Caritamaya siguiendo un sistema agrícola ancestral llamado Suka Q'ullus o Waru Waru, en un campo en el distrito de Acora en Puno, Perú, el 1 de febrero de 2024.
/ JUAN CARLOS CISNEROS
Agencia AFP

Desde el cielo parecen enormes geoglifos en forma de círculo, pero en realidad son la huella de una técnica que los campesinos han rescatado para enfrentar la crisis climática en las mesetas altoandinas de Puno, en la frontera de Perú y Bolivia.

Se trata de los Waru Waru -voz quechua que significa camellón-, un invento del pasado para proteger las siembras de papa y quinua. Por décadas se fantaseó con la idea de que eran geoglifos hechos por extraterrestres, recuerdan los pobladores.

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“Es un sistema agrícola para poder enfrentar el cambio climático, que ha variado las estaciones del año. Es muy beneficioso en épocas de sequía y helada”, señaló a la AFP el campesino César Cutipa, de 42 años.

En las pampas inundables de Acora, una localidad a 3.812 metros de altitud, vecina al lago Titicaca, las comunidades han implementado seis Waru Waru.

Esta suerte de camas de tierra rodeadas de agua alcanzan hasta 100 metros de largo, por entre 4 y 10 de ancho y uno de altura.

Cutipa es parte de la comunidad aymara de Acora, donde se cultiva esta milenaria técnica agrícola.

Para construir los Waru Waru, los campesinos abren surcos en las zonas inundables hasta formar una plataforma rectangular, donde se realiza la siembra.

El agua alrededor crea un microclima que mitiga el efecto desfavorable de las heladas, permitiendo el desarrollo de los cultivos.

En los canales, el agua absorbe el calor del sol durante el día y lo irradia de nuevo por la noche. En 2023, la temperatura por las heladas alcanzó los -20 grados en Puno.

Un campesino sostiene una rama de la planta Quinua cultivada utilizando la antigua técnica agrícola llamada Waru Waru, una antigua técnica agrícola, en un campo en el distrito de Acora en Puno, Perú, el 1 de febrero de 2024.
Un campesino sostiene una rama de la planta Quinua cultivada utilizando la antigua técnica agrícola llamada Waru Waru, una antigua técnica agrícola, en un campo en el distrito de Acora en Puno, Perú, el 1 de febrero de 2024.
/ JUAN CARLOS CISNEROS

Recuperando el pasado

“La habilidad de los pobladores prehispánicos logró desarrollar esta tecnología que aprovecha al máximo la capacidad hídrica de la región y los tiempos de inundación como las lluvias”, dijo a la AFP el arqueólogo Velko Marusic, del ministerio de Cultura en Puno.

Según Marusic, los suelos del altiplano son pobres, secos y marginales para la actividad agrícola, pero con esa técnica los agricultores siembran papas nativas, quinua y cañihua, considerados entre los superalimentos de la dieta global.

Los beneficios son evidentes en estos tiempos de calentamiento global y variaciones inesperadas del clima, según investigadores.

“Los Waru Waru en épocas de lluvias no se pueden inundar porque tienen un sistema de drenaje inteligente, que llega al río. Tienen muchas ventajas, son una tradición y una costumbre”, indicó a la AFP el ingeniero agrónomo Gastón Quispe, de 43 años.

“Esta técnica ayuda a combatir heladas, a fertilizar suelos, generar microclimas y fauna”, destacó Marusic.

Sus orígenes se remontan a 2.000 años de antigüedad en la región aymara, pero el imperio inca (siglo XV) los dejó de lado.

Los Waru Waru se comenzaron a reconstruir a partir de la década de 1990.

“Es una actividad agrícola que se desarrolló por más de dos milenios en nuestro país y por la ocupación inca esto se abandonó porque se hizo inviable”, explicó el arqueólogo Marusic, quien señaló que cuando los conquistadores españoles llegaron en el siglo XVI no encontraron evidencia de su existencia.

En 2023, cuando Puno sufrió uno de los mayores períodos de sequía en casi seis décadas por falta de lluvias, según el Servicio Nacional de Meteorología, el uso de esta técnica permitió a los campesinos hacer frente al déficit hídrico y la escasez de alimentos.

En Acora, para tener buena cosecha los campesinos realizan un ritual denominado Luqta (misa, en lengua aymara) con caramelos y hojas de coca que lanzan al aire para pedir a la madre tierra buena producción y que no caiga granizo.

“Nosotros podemos vivir tranquilos aquí porque tenemos nuestra papa, nuestra quinua y cebada. Podemos estar tranquilos sin ir a la ciudad”, destacó la agricultora Valeria Nahua, de 22 años.

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