La huelga de hambre es un método de protesta pacífica que las personas usan para llamar la atención sobre la reivindicación de un derecho o para exigir se elimine alguna situación que consideren abusiva.
De acuerdo con la declaración sobre las personas en huelga de hambre, emitida por la Asociación Médica Mundial (AMA), el médico debe, entre otras cosas, advertir al huelguista sobre las consecuencias nefastas para su salud cuando se suprime la comida, así como no someterlo a alimentación forzada si la persona conscientemente se niega a ser tratada.
Éticamente implica una disyuntiva, dado que la misión de un médico es preservar la vida y la salud humana. Por ello, la AMA acuerda que con el consentimiento del paciente se le pueda proveer de alimentación artificial (inyección de nutrientes) para evitar el colapso de su organismo y la muerte.
El camino del colapso
El rechazo a ingerir alimentos genera un ciclo en el organismo que se agrava con los días y semanas.
Cuando el cuerpo no recibe nutrientes utiliza las reservas que posee, pero luego, a partir del quinto día sin alimento y producto de la desnutrición, empiezan los daños orgánicos en el hígado, riñón, estómago.
La sangre y el cerebro fallan alrededor del día 14 de huelga de hambre; y el organismo experimenta la “autodigestión proteica”, una condición en la que el propio organismo se consume. El desgaste excesivo puede causar la muerte a partir del día 40 en adelante.