La policía londinense nunca ha logrado identificar al más notorio de sus asesinos en serie, que infundió el terror en las calles de la capital británica a finales del siglo XIX: Jack el Destripador.
Acusado de haber matado a al menos cinco mujeres en el año 1888, Jack el Destripador (Jack The Ripper, en inglés) cometió sus asesinatos en el barrio londinense de Whitechapel, en el este de la ciudad.
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Sus víctimas fueron casi todas prostitutas, a quienes mutiló y desfiguró, llegando a extirparles los órganos, de ahí su apodo.
Ahora, un grupo de científicos dice haber resuelto el misterio gracias al "análisis genético más sistemático y avanzado hasta la fecha en relación con los asesinatos de Jack el Destripador", según cuentan en la revista científica Journal of Forensic Sciences.
Pero también hay expertos que ponen en duda esta investigación en duda.
Los científicos Jari Louhelainen y David Miller, de las universidades inglesas de John Moores y de Leeds, respectivamente, aseguran que su análisis genético apunta a que el autor de los asesinatos es Aaron Kosminski, un barbero de origen polaco de 23 años que ya había sido el principal sospechoso de la policía hace 131 años.
Esta es la primera vez que la acusación es sustentada por una prueba genética que se llega a publicar una revista científica.
Los resultados provienen del examen forense de un chal de seda que, según Louhelainen y Miller, se encontró junto al cuerpo mutilado de Catherine Eddowes, la cuarta víctima del asesino, en 1888.
En la prenda hay salpicaduras de lo que se cree son sangre y semen, este último correspondiente al asesino. De ahí es de donde los autores del estudio extrajeron y ampliaron la muestra genética.
Después compararon los fragmentos del ADN mitocondrial (el que heredamos de nuestra madre) extraídos del chal con muestras de ADN de descendientes vivos de Eddowes y Kosminski.
¿El resultado? El ADN coincide con el de un pariente vivo de Kosminki, aseguran Louhelainen y Milleren en su estudio.
Del análisis de ADN, también se puede concluir que el asesino tenía cabello castaño y ojos marrones. Eso coincide con lo que declaró en la época un testigo ocular, pero es una prueba poco concluyente.
"Estas características seguramente no son únicas", admiten los científicos en su artículo, si bien es cierto que los ojos azules son más comunes que los marrones en Inglaterra, puntualizan.
Pero ni las pruebas ni el análisis genético convencen a todos los expertos como para poder asegurar que se ha desvelado el misterio de la identidad de Jack el Destripador.
Algunos apuntan a que nunca se ha probado que el chal fue encontrado en la escena del crimen y otros que la comparación genética no tiene en cuenta ciertas consideraciones que puede alterar los resultados.
Hansi Weissensteiner, un experto en ADN mitocondrial de la Universidad de Medicina de Innsbruck, en Austria, le dijo a la revista Science que el análisis mitocondrial no es decisivo para apuntar a un solo sospechoso.
Walther Parson, un científico forense de la misma universidad austriaca, también criticó en Science que los científicos no publicaran los resultados de las secuencias de ADN mitocondrial, que no representaban riesgo alguno para la privacidad de los involucrados y que deberían haberse incluido en el documento "para que el lector pueda interpretarlos por sí mismo".
Mick Reed explica en The Conversation que no hay un registro que pruebe que el agente de la policía metropolitana de Londres Amos Simpson, el primero en acudir a la escena del crimen, recogiera un chal.
E incluso si ese fuera el caso, asegura, su origen también es polémico, pues su composición podría indicar que se fabricó tanto entre 1901 y 1910, o incluso mucho antes, a principios del siglo XIX.
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