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Hace unos pocos días, la sonda espacial BepiColombo sobrevoló por primera vez Mercurio, el planeta más cercano al Sol. Curiosamente, es uno de los menos explorados, a pesar de estar relativamente cerca de la Tierra, en comparación a los demás planetas, excepto Venus. BepiColombo es una misión conjunta de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA).
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La misión, que ha tomado más de dos décadas en llegar a este punto, fue autorizada en el 2000 y en el 2007 se iniciaron los trabajos de diseño y construcción, así como los cálculos para la compleja trayectoria hasta un planeta peligrosamente cercano al Sol. Esa proximidad a nuestra estrella principal requiere un acercamiento gradual, por una ruta casi paralela a la órbita del planeta, lo que no es fácil.
–La clave del nombre–
En una página anterior vimos las complicaciones asociadas a un viaje a Marte. En el espacio rara vez hay una ruta directa. En el caso de Mercurio, ese tipo de trayectoria haría que la fuerza gravitacional del Sol impidiese a la nave ingresar a la órbita planetaria, provocando que esta se incinere camino a la estrella.
El nombre BepiColombo es en homenaje al científico italiano Giuseppe ‘Bepi’ Colombo (1920-1989), a quien se le ocurrió el uso de la gravedad de los planetas para impulsar y modificar la trayectoria de las naves espaciales. Esto se conoce como maniobra asistida por atracción gravitacional.
“El viaje de la sonda [BepiColombo] ha tomado tres años, casi el doble que un viaje a Marte”.
En el caso de BepiColombo, ese objeto fue la Tierra. La distancia y la velocidad hicieron que no chocara ni quedara en órbita, sino que alcanzara mayor impulso hacia el Sol. Esta maniobra es conocida también como el efecto honda, que hace referencia a la ancestral arma que lanza un proyectil a través de giros acelerados. En el caso de BepiColombo, los cálculos de distancia, dirección y velocidad de la nave, y de la fuerza de la gravedad del planeta que generará el impulso, tienen que ser extremadamente precisos, o el aparato se perderá para siempre en el espacio.
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El viaje de la sonda ha tomado tres años, casi el doble que un viaje a Marte, y aún no termina. Para asegurar suficiente velocidad y un ángulo de aproximación exitoso, BepiColombo ha tenido que usar la asistencia gravitatoria de varios planetas: primero de la Tierra, después de Venus, y necesitará sobrevolar cinco veces más Mercurio antes de poder posicionarse e iniciar su misión principal.
–Un viaje diferente–
Para llegar a Mercurio de manera segura, la sonda BepiColombo fue lanzada a bordo de un cohete Ariane 5 desde la Guayana Francesa en el 2018, en una órbita al Sol casi paralela a la de la Tierra. Dos años después cruzó camino con la Tierra, usando nuestra gravedad para acelerar y dirigirse hacia Venus. Al pasar y orbitar Venus, en el 2020, el efecto honda le dio más velocidad y cambió su trayectoria hacia Mercurio.
Al llegar este mes a su objetivo, la gravedad jaló a la nave pero sin detenerla. La velocidad y la dirección adquirida han colocado a BepiColombo en una órbita casi paralela a la del planeta, lo que le permitirá sobrevolarlo un total de seis veces. En la sexta vez, programada para el 5 de diciembre del 2025, soltará dos satélites con propulsión propia, que se colocarán en órbita alrededor de Mercurio.
El juego de órbitas, pasos cercanos, aceleraciones y desviaciones que permiten realizar este viaje requiere de cálculos altamente complejos y precisos. Por esto la sonda lleva el nombre del científico que inventó la técnica que lo hizo posible. Cabe destacar que la primera nave espacial en usar la asistencia gravitatoria concebida por Colombo y llegar a Mercurio fue Mariner 10.
“Un día en Mercurio –el retorno del Sol al mismo punto en el cielo– equivale a 176 días terrestres”.
–La misión–
Hasta la fecha, solo dos sondas espaciales han visitado Mercurio: Mariner 10 (1974) y Messenger (2008), ambas realizaron tres sobrevuelos.
Por ahora, sabemos que Mercurio es poco más de un tercio del tamaño de la Tierra; es también muy denso, con una mayor proporción de hierro y un campo magnético comparable al terrestre. Hay señales de actividad volcánica y tectónica pasadas.
La temperatura de su superficie oscila en más de 600 °C, entre 450 °C al mediodía y -180°C en la medianoche. Esto se debe a su proximidad al Sol y su casi inexistente atmósfera, y también porque el día mercurial es mucho más largo. Mientras una rotación sobre su eje toma 58 días terrestres, su órbita alrededor del Sol tarda 88 días. Por lo tanto, un día en Mercurio –el retorno del Sol al mismo punto en el cielo– equivale a 176 días terrestres.
Gracias al desarrollo tecnológico alcanzado desde Mariner 10 y Messenger, se espera que la misión BepiColombo y sus dos satélites nos den muchas imágenes de altísima resolución y una amplia gama de mediciones magnéticas, gravimétricas, químicas, entre otras. Esto ayudará a conocer la composición y estructura de Mercurio, su probable evolución y otros aspectos relacionados a nuestro sistema solar. Al conocer el pasado de este planeta, entenderemos mejor el pasado y futuro de nuestro propio hogar, la Tierra.
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