En los últimos dos años, entre 2020 y 2022, Bolivia perdió casi 800 000 hectáreas de bosque, una cifra que da cuenta de cómo está avanzando la deforestación en el país. “Bolivia está enfrentando procesos de deforestación históricos, sobre todo en los últimos dos años, los más altos de la historia del país”, señala Marlene Quintanilla, directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) en Bolivia, luego de la presentación de la primera colección de mapas anuales sobre el cambio de la cobertura y uso del suelo ocurridos en Bolivia entre los años 1985 y 2022.
El trabajo realizado por FAN Bolivia —con apoyo de la Red Amazónica de Información Socioambiental (RAISG)— indica que el país perdió 7.9 millones de hectáreas de bosque durante los 37 años de análisis. Es decir, Bolivia pasó de tener 63 millones de hectáreas de bosque en 1985 a 55 millones de hectáreas en 2022.
La afectación de los ecosistemas en este periodo de tiempo no se restringe a los bosques. Los glaciares también han tenido un deterioro devastador. Según el análisis de FAN Bolivia, los nevados han retrocedido en un 56 %. “Más de la mitad de los glaciares se han eliminado, lo cual los ubica en un punto de mayor fragilidad, porque a medida que se reduce el tamaño de los glaciares, se acelera también la pérdida de la capa de hielo que aún los cubre”, explica Quintanilla.
Los mapas, estadísticas e infografías elaborados por FAN se pueden explorar en la plataforma Mapbiomas Bolivia que ofrece una visión amplia de lo sucedido en seis biomas entre 1985 y 2022: Amazonía, Andes, Chaco, Chiquitano, Pantanal y Tucumano.
Bolivia es el segundo país de Sudamérica —después de Perú— que ha elaborado y presenta este análisis completo de su territorio que abarca más de tres décadas.
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Los bosques que se están perdiendo
Las cifras de la pérdida de cobertura boscosa en Bolivia ha ido en aumento en los últimos cinco años. Según los datos presentadas por FAN Bolivia, entre los años 2016 y 2020, el promedio de pérdida de bosque era de 260 000 hectáreas anuales. Sin embargo, para el 2021 está cifra subió a 364 000 hectáreas y en el 2022 la deforestación alcanzó las 429 000 hectáreas, casi el doble de lo ocurrido dos años atrás.
“Es la primera vez que tenemos una colección histórica de mapas que muestran que ha pasado cada año en ese periodo de tiempo, para que a partir de estos datos podamos comprender qué hechos han incidido en impulsar o reducir la deforestación”, señala la investigadora de FAN Bolivia.
Quintanilla explica que detrás de estas cifras se presenta un fenómeno de reconfiguración demográfica en el país. “Cada vez hay más migración de las regiones andinas o altas de Bolivia hacia las zonas bajas, que es donde está la mayor extensión de bosques y esto, obviamente, demanda más tierras para los nuevos ocupantes que tienen otra mirada de desarrollo”, señala sobre una de las causas de la deforestación que afecta al país.
La investigadora de FAN menciona que también existe una mala interpretación de la legislación del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), con relación al valor y uso del bosque, pues para acreditar el derecho a la tierra se debe demostrar que se está realizando actividades agrícolas y esto conlleva la tala de los bosques. A ello se suma —comenta Quintanilla— las invasiones y los conflictos por la tierra que están aumentando y acelerando la deforestación.
“Muchas veces los migrantes son personas de bajos recursos que no logran establecer un sistema de producción que se necesita para realizar agricultura en suelos forestales, por tanto, al cabo de un tiempo, venden la tierra, principalmente a extranjeros, a precios muy bajos. Es ahí donde ocurre el boom de la deforestación, porque el capital extranjero tiene recursos para ampliar la actividad agrícola, sobre todo ahora que se está extendiendo el cultivo de soya y la ganadería”, agrega Quintanilla.
Sobre este crecimiento agropecuario, el análisis de Mapbiomas Bolivia muestra que en 1985 el área destinada a uso agropecuario era de 2.8 millones de hectáreas, mientras que para el 2021 esta cifra subió a 10.8 millones de hectáreas, es decir, el cambio de uso de suelo por actividades agrícolas y ganaderas tuvo un incremento del 291 %.
La minería y la infraestructura urbana también han tenido su cuota en la deforestación en Bolivia, con un incremento del 140.7 % de pérdida de bosque. Eso equivale a 190 529 hectáreas.
“Para nosotros la deforestación se inicia con las titulaciones y, a partir de allí, surge la expansión de productos como la soya y la ganadería para la exportación de carne. También la minería tiene una cuota que, a pesar de no ser muy grande, muy pronto podría cambiar porque se está expandiendo en La Paz y en Santa Cruz”, resalta Quintanilla.
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Los biomas en riesgo
El 79 % de la deforestación ha ocurrido en el departamento de Santa Cruz. Ahí, en 1985 se tenían 31.9 millones de hectáreas de cobertura boscosa. Esa cifra disminuyó a 25.7 millones de hectáreas en 2022, es decir, perdió 6.2 millones de hectáreas. Detrás de Santa Cruz, en la lista de regiones con más deforestación están el departamento de Beni, La Paz, Pando, Cochabamba y Tarija, que en total suman 2 millones de hectáreas.
“La mayor concentración de los problemas ambientales está en este departamento, debido a que la deforestación ocurre en lugares no aptos para el cambio de uso de suelo para la producción. Y esto está relacionado con el ordenamiento territorial”, señala Oswaldo Maillard, coordinador del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano (OBSCh) de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC).
Maillard señala que existe una visión de desarrollo no acertada, pues se cree que cuanto más se desmonta un bosque se logrará mayor producción agrícola y ganadera, sin embargo, esto no es así. “Las actividades productivas no se deben realizar en áreas de vocación forestal o para conservación. Y aquí es donde los insumos de Mapbiomas cobran importancia y valor, porque sirven para hacer planificación y reducir los niveles de deforestación”.
En cuanto a los biomas más afectados, el bosque chaqueño (El Chaco) y el bosque seco chiquitano (Chiquitanía) resaltan. En los últimos 37 años, cada uno ha perdido por lo menos el 22 % de su cobertura forestal.
Según los análisis de FAN Bolivia el crecimiento de la agricultura en El Chaco ha sido desmesurado con cifras de 1.2 millones de hectáreas que ha significado un aumento de 1 292 % entre 1985 y 2022.
En la Chiquitanía, la agricultura creció en 399 % es decir 671 815 hectáreas, mientras que el crecimiento de pasturas fue de 605 %, un total de 824 373 hectáreas.
“Estamos poniendo en peligro los ecosistemas con una distribución restringida en Sudamérica y en el mundo. El bosque seco chiquitano es un bioma único en el planeta que lo compartimos con Brasil, pero gran parte está en Bolivia; mientras que el bosque chaqueño mejor conservado de Sudamérica está en Bolivia, porque el Paraguayo y el Argentino prácticamente ya se ha extinguido”, comenta Quintanilla.
Lo que está sucediendo en la Amazonía boliviana también ha despertado las alarmas. Según Mapbiomas Bolivia, el bosque amazónico se redujo un 7,4 %, es decir, 1.5 millones de hectáreas entre 1985 y 2022, la extensión de pérdida de cobertura boscosa equivale a diez veces la ciudad brasileña de Sao Paulo.
El bioma amazónico cubre el 44 % del territorio boliviano, seguido de los Andes con el 26 %, luego Chaco con el 11.6 %, Chiquitano 11.5 %, Tucumano Boliviano 4.4 % y el Pantanal con el 2.5 %.
“La Amazonía es un bosque muy extenso en Bolivia, por tanto, la deforestación en términos de porcentaje no resulta visible. Pero, además de la Amazonía, hay otras formaciones como las sábanas inundables. Ahí tenemos, sobre todo, los Llanos de Moxos, un bosque que interactúa con el agua. También están los yungas de Bolivia, los bosques con mayor biodiversidad en la región, otra de las áreas que está sufriendo un gran impacto”, enfatiza Quintanilla, investigadora de FAN.
Los bosques dentro de áreas protegidas y territorios indígenas son los más conservados y su pérdida —según comenta Quintanilla— bordea apenas el 3 % en cada caso. Sin embargo, dice la experta, dentro de estos territorios, algunas zonas están más impactadas que otras.
En el caso de las áreas protegidas —menciona Quintanilla— el Parque Nacional Amboró, un corredor de bosque andino que garantiza muchas zonas productoras de agua, pero que, sin embargo, está teniendo un proceso de deforestación intenso.
En cuanto a los territorios indígenas, Quintanilla señala que los Bañados de Izozog, un área protegida entre la Chiquitanía y el Chaco, que forma parte del territorio indígena izoceño-guaraní; así como los Guarayo, al norte de Santa Cruz; el Gran Consejo Tsimani, en el Beni y la TCO Monte Verde son los territorios de pueblos indígenas más afectados por la deforestación.
“Los pueblos indígenas deberían ser reconocidos como los guardianes de los pocos espacios de alta biodiversidad que quedan en el planeta, sin embargo, son amenazados, discriminados, perseguidos y no se les reconoce el rol fundamental en el cuidado y conservación de esos espacios tan frágiles y determinantes en el equilibrio del planeta”, comenta Alex Villca, de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap). “Los pueblos indígenas tienen que ser reconocidos como los cuidadores más efectivos de estos ecosistemas”.
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Retroceso de los glaciares
Uno de los resultados más dramáticos del estudio ha sido el retroceso de los glaciares cuya cobertura de nieve se redujo más de la mitad —56.2 %— en los últimos 37 años. En total desaparecieron 39 000 hectáreas de hielo.
“Esto tiene que ver con el calentamiento global, pero también es un impacto directo de la deforestación en las tierras bajas de Bolivia y a nivel regional, porque los bosques regulan la temperatura y al haber menos bosques todas las presiones impactan directamente este tipo de ecosistemas que no sólo tienen una belleza escénica sino que contribuyen a las reservas de agua subterránea”, explica Quintanilla, quien además señala que si los glaciares se han reducido en más del 50 %, el agua disponible para las ciudades también ha ido a la baja.
En Bolivia, los problemas con la disponibilidad de agua son heterogéneos —dice Quintanilla— pues cada lugar tiene diferentes episodios y crisis, en unos casos se manifiesta en sequías y en otros en inundaciones. “En las ciudades quizás no lo sentimos porque tenemos un sistema de suministro de agua, pero en el área rural es diferente. Creo que en unos cinco o diez años más, la falta de agua va a golpear a las ciudades”.
El líder indígena Alex Villca, de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap), menciona que la Laguna Concepción, un humedal que además es un sitio Ramsar y un área protegida, se está secando por el avance de la deforestación. También pone como ejemplo al lago Poopó, el segundo más grande de Bolivia después del Titicaca, que se está perdiendo por la contaminación y la desertificación.
“Las poblaciones indígenas muchas veces tienen que migrar hacia otros sitios en busca de nuevos espacios para poder sobrevivir. Por ejemplo, el caso de los pueblos indígenas Uro murato y Uro iruitos, que viven alrededor del lago Poopó, en Oruro, han tenido que migrar a Chile. Pero no son los únicos, muchos pueblos de la Amazonía también están en alto riesgo por el agotamiento de sus recursos y la contaminación de sus ríos debido a la minería ilegal de oro”, comenta Villca.
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Una herramienta para tomar decisiones
El portal MapBiomas Bolivia ofrece mapas y estadísticas por biomas, departamentos, municipios, cuencas, áreas protegidas y territorios indígenas. Estos datos —indican sus creadores— permiten realizar análisis y planificación, tanto de la cobertura boscosa con la que aún cuenta Bolivia, como de los lugares que se están perdiendo.
“Toda esta información es importante para poder tomar acciones de conservación y utilizar los datos”, dice Oswaldo Maillard, de la FCBC, pues considera que los gobiernos autónomos, los municipios y las gobernaciones podrán acceder a esta información para tomar decisiones. A ello —agrega Maillard— que no solo se debe ver lo que se ha perdido en los bosques, sino también lo que aún queda. “Qué hacemos con ese bosque, cómo lo gestionamos, cómo es que esto va a tener una mayor planificación”.
Estamos hablando de oportunidades de conservación, de fuentes de desarrollo —comenta Maillard—, beneficios para las personas y no solamente del bosque, sino también de los otros ecosistemas de formaciones naturales no boscosas, porque en estos ecosistemas hay mucha biodiversidad y muchos servicios ambientales que benefician a todas las comunidades.
“Con esta información queremos llamar la atención por un lado al sector político, a los tomadores de decisiones; pero también a la comunidad científica, para que en sus investigaciones puedan tomar estos datos y alertar sobre lo que implica deforestar más bosques”, dice Marlene Quintanilla sobre las posibilidades que se abren con los datos expuestos en Mapbiomas Bolivia.
* Imagen principal: Deforestación en Bolivia. Foto: Edmond Sanchez.
El artículo original fue publicado por Yvette Sierra Praeli en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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