El 14 de junio de 2021, una alegría para la ecología venezolana se presentó en blanco y negro. El Proyecto Oso Andino Guaramacal publicó en su cuenta de Instagram nueve imágenes capturadas por cámaras trampa ubicadas en el bosque nublado del Ramal de Calderas, uno de los hábitats naturales del oso andino o de anteojos (Tremarctos ornatus) en el estado de Trujillo.
Dos cachorros de esta especie eran los protagonistas de una noticia que, desde entonces, anuncia una nueva esperanza para la conservación de esta especie, considerada como En Peligro de extinción en Venezuela desde 1996, según el Libro Rojo de la Fauna Venezolana, y “Vulnerable” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desde 2016, con una población decreciente de menos de 10 000 individuos.
“En las imágenes observamos una hembra de muy buena contextura acompañada de dos cachorros, siendo esta la primera vez que en nuestra área de estudio logramos un registro de cachorros de tan corta edad [tenían cerca de 7 meses]. Si la hembra decidió tener sus crías en este lugar es porque las condiciones están más que dadas. No existen presiones antrópicas cercanas y, debido a que se han reportado otras especies en la misma estación, asumimos que el ecosistema está funcionando de manera eficiente”, explicaba la publicación de la organización no gubernamental, pionera en la investigación científica del oso andino en el país.
El Proyecto Oso Andino Guaramacal constituye la esperanza más real de conservar e incluso revertir, en un mediano plazo, el peligro de extinción de esta especie en Venezuela. La creación de un nuevo parque nacional, el financiamiento de empresas y fundaciones internacionales, el trabajo de científicos y la participación de la gente en iniciativas sostenibles están siendo las claves para salvar al oso andino en Venezuela.
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Un “santo protector” y un oso para proteger
El 1 de agosto de 2021 se convirtió en un día de celebración porque el gobierno decretó la creación de un nuevo parque nacional en Venezuela, cuya área abarca parte de los estados de Trujillo, Mérida y Barinas. El área protegida lleva por nombre el del más reciente beato del país, Dr. José Gregorio Hernández, quien fue trujillano, y este decreto constituye la protección oficial de 8000 kilómetros cuadrados de áreas silvestres donde habita esta especie.
El nuevo parque representa, además, la creación del primer corredor biológico de Venezuela con la intención de brindar protección a la selva nublada, hábitat de 120 especies de mamíferos, como detalla el geógrafo Reybert Carrillo en una publicación.
El profesor Edgar Yerena celebró este logro, pues la necesidad de este corredor biológico fue su tesis de maestría, en los años noventa, cuando trabajaba en el área de Planificación de Parques Nacionales del extinto Ministerio de Ambiente. Además, Yerena diseñó el primer Plan de Acción para la Conservación del Oso Andino en Venezuela, que sirvió de base para el Plan de Acción de la UICN. En su libro ‘Corredores ecológicos en los Andes de Venezuela’ (1994) también propuso la creación de un nuevo parque nacional para ampliar la protección del oso y que hoy se materializa con el parque José Gregorio Hernández.
Para esa época se hicieron los primeros esfuerzos para crear un Sistema de Protección Andino. “El parque Sierra Nevada se unió con el parque Sierra de La Culata. Se conectaron 476 mil hectáreas pero había que unirlas con otras áreas protegidas: Chorro El Indio, Páramo de Batallón y La Negra, El Tamá, Dinira, Guaramacal, La Teta de Niquitao y Ramal de Calderas [ahora parque José Gregorio Hernández]”, dice Yerena, quien insiste en que, debido a la gran cantidad de área que necesita un oso andino, “hay que seguir creciendo hacia el noreste, hacia Yacambú, en el estado llanero de Yaracuy”.
Pero Marcos Hidalgo —ingeniero en agrosistemas y discípulo de Yerena, además de antiguo guardaparques— sabe que un decreto gubernamental no basta y ha visto cómo algunos procesos para declarar áreas protegidas pueden fracasar.
“En 2011, cuando estoy terminando mi carrera universitaria, decido trabajar en la propuesta de ampliación del Parque Nacional Guaramacal. Trabajé con personal del Instituto Nacional de Parques y varias comunidades para evaluar, además, la protección de la Laguna de Agua Negra, de cuatro hectáreas”, explica Hidalgo. Pero la propuesta de ampliación del parque, creado en 1988 y que abarca alrededor de 215 km2 entre los estados Trujillo y Portuguesa, no se concretó.
Sin embargo, Hidalgo no se rindió y, en 2016, inició de forma independiente su investigación sobre el oso andino en Trujillo, junto a Ramón Caracas, un guardaparques con amplios conocimientos sobre el área. Esta iniciativa es hoy el Proyecto Oso Andino Guaramacal, que ya suma seis años de trabajo con un equipo conformado por 12 personas. Sus esfuerzos se han centrado en cuatro objetivos: la investigación científica de campo, la biología de conservación, la educación y el desarrollo social sostenible en comunidades.
El fundador del proyecto de conservación dice que este nació por la falta de estudios sistemáticos en el estado de Trujillo, salvo las investigaciones que hicieron, a finales de los ochenta y comienzos de los noventa, Edgar Yerena e Isaac Goldstein, este último pionero en la investigación científica del oso en Los Andes venezolanos.
“El objetivo principal del Proyecto es la conservación del oso frontino y su hábitat en el eje sur de la Sierra de Trujillo, que lo conforman dos ramales montañosos: el ramal de Guaramacal y el ramal de Calderas. Nosotros estamos empeñados en conservar la conectividad ecológica para asegurar la supervivencia de la especie a largo plazo”, explica Hidalgo.
Comenzaron con salidas a campo para sistematizar rastros de osos, que fue uno de los grandes logros obtenidos en 2017. “Comprobamos la existencia del oso frontino en las montañas de Trujillo”, dice orgulloso. Las evidencias pasaron a ser más consistentes a partir de 2018, cuando lograron activar las primeras estaciones de fototrampeo.
“Logramos tener las primeras imágenes de osos. Eso sí fue más impactante porque mucha gente de la ciudad de Boconó creía que estaban extintos. Comenzamos a demostrar que aún existían”, cuenta Hidalgo. “La primera imagen que obtuvimos fue de una hembra, luego de un trabajo arduo de rastreo durante cuatro o cinco meses, porque nuestras primeras cámaras no tenían mucha efectividad. Luego, a principios de 2019, logramos fotografiar a un juvenil y un macho”, detalla.
Entre finales de 2018 y comienzos de 2019, el proyecto recibió apoyo de la bióloga Doritza Monsalve, vocera de la Plataforma Contra El Arco Minero, quien les dio más cámaras de fototrampeo y, a finales de 2020, comenzaron a recibir apoyo internacional con la donación de 10 cámaras nuevas, de mejor calidad, por parte de la organización Idea Wild.
El 5 de enero de 2021 realizaron la primera expedición de ese año para instalar las cámaras nuevas y así reforzar el monitoreo. Durante todo el 2021, el equipo liderado por Hidalgo hizo 18 salidas a campo, gracias al apoyo económico, logístico y científico de 13 organizaciones, entre empresas, fundaciones e instituciones científicas.
Éxito reproductivo
Para Hidalgo y su equipo, el mayor logro hasta ahora han sido las imágenes de dos cachorros obtenidas en junio de 2021. “Fue algo muy impresionante porque eso evidencia éxito reproductivo”, asegura.
A finales de noviembre de 2020, el personal del Proyecto Oso Andino Guaramacal ya había encontrado rastros que indicaban que una hembra había dado a luz en el área. Lo sabían por la forma de los nidos y el tamaño de la excreta, entre otros indicios. “Instalamos cámaras cerca y, seis meses después, vimos que había una osa que tenía descendencia. Para que eso pase tiene que haber ciertas condiciones, sobre todo calidad de hábitat y definitivamente tiene que haber más osos [en la zona]”, explica.
Como buen científico, Hidalgo menciona en detalle los logros alcanzados hasta ahora: 7464 eventos de cámara trampa durante 2021 en las que han aparecido distintos animales. En 489 de estos eventos apareció el oso andino. Esto les ha permitido identificar 29 ejemplares en un área de estudio de 230 km2, que comprende la zona de conexión entre los ramales montañosos de Guaramacal y Ramal de Calderas.
Hasta ahora, el Proyecto Oso Andino Guaramacal ha logrado fotografiar 29 osos en su área de estudio. “Es un número muy bueno porque eso nos habla de que, por lo menos para este territorio, hay una buena cantidad de osos. Esa cantidad muestra que el flujo genético de los osos está en constante movimiento entre esos dos ramales montañosos”, explica Hidalgo. El equipo ha instalado 12 estaciones de fototrampeo y estiman llegar a 20 este año con el apoyo de la Fundación Wii de Colombia.
El objetivo principal es que, en los próximos 10 años, la especie pase de la categoría “En Peligro” a “Vulnerable” en Venezuela. Para que este deseo se convierta en realidad es indispensable avanzar en la protección integral de todos los territorios bajo la figura de parques nacionales y que esas áreas sean protegidas efectivamente.
“Para que funcione tenemos que educar a la gente. Que todo eso vaya encaminado hacia la conciencia y a una empatía hacia la especie y los bosques por parte de las personas que viven en las áreas silvestres. Eso tiene que ir acompañado de la mejora en la calidad de vida, la economía y el desarrollo social de las comunidades. Allí es donde están los nudos críticos, pero también estamos trabajando en ello”, asegura.
El artículo original fue publicado por Jeanfreddy Gutiérrez Torres en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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